jueves, 7 de agosto de 2014

Tú eres el Hijo de Dios

Juan López Vergara


Nuestra Madre Iglesia presenta hoy un pasaje del Santo Evangelio, que nos exhorta a tener bien abiertos los ojos de la Fe para no confundir al Señor con un fantasma, como ocurrió a sus seguidores. Ante semejante confusión, Jesús realizó un hecho portentoso, que provocó la Confesión de Fe de sus discípulos (Mt 14, 22-23).


Desear con el deseo de Dios

Después de la multiplicación de los panes, Jesús pidió a sus discípulos que se adelantaran, mientras Él despedía a la gente; luego “subió al monte a solas para orar” (v. 23). La oración de Jesús manifiesta su comunicación permanente con el Padre, de quien acababa de dar testimonio de su amable y generosa solicitud por su pueblo (véase Mt 14, 19). Esta breve pero sustanciosa introducción, cuyo centro es la oración del Señor, es el marco de lectura adecuado para el relato del encuentro con sus discípulos. El motivo más profundo de la oración de Jesús consistió siempre en su profundo anhelo de desear con el deseo de Dios: “Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada a Él” (Jn 8, 29).


“Soy Yo”

Se trata de un pasaje rico en símbolos: la tempestad, el agua y la noche evocan las fuerzas del Mal; la barca alude a la Iglesia, de la que Pedro aparece como su portavoz. Cuando Jesús se les acercó caminando sobre las aguas, la barca estaba mar adentro y era de noche. Los discípulos, atemorizados, lo confundieron con un fantasma. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense y no teman. Soy Yo” (v. 27). Jesús declaró quién era, pero no lo hizo empleando su nombre, sino que utilizó la expresión con la que Dios se da a conocer en el Antiguo Testamento (compárese. Ex 3, 14).

Es un texto que, implícitamente, nos conduce al corazón del Misterio de la Fe Cristiana. Nuestro Arzobispo, el Cardenal Francisco Robles, aventurándose en el Misterio de La Santísima Trinidad, enseña: “Al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios Trino y Uno, debemos hacer a un lado toda actitud egoísta, individualista y cerrada con nosotros mismos; abrirnos a todas las personas, aunque sean distintas a nosotros y piensen diferente; abrirnos a los demás como Dios se abre entre Sí en las Tres Divinas Personas; se abre a nosotros y a toda la Creación. Tenemos que vivir, en suma, reconociendo nuestras diferencias, pero buscando la armonía, la fraternidad, la unidad y la preocupación de los unos por los otros” (“De La Trinidad a nuestra convivencia cristiana”, en Semanario, Palabra del Pastor, 27-Julio-2014).


Los discípulos confiesan su Fe
Pedro, entonces, le pidió que, si de verdad era el Señor, le concediera caminar sobre las aguas. Jesús se lo permitió. Sin embargo, Pedro se asustó y comenzó a hundirse, por lo que gritó: “Sálvame, Señor” (v.30). Jesús le tendió su mano, y mostró cómo el Poder de Dios sobre las aguas del caos, actuaba por Él, lo cual suscitó la Confesión de Fe de sus discípulos: “Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios” (v. 33).


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