jueves, 28 de agosto de 2014

La Caridad todo lo explica

Niño discapacitado


Daniel León Cueva


Había estado lloviendo, y había que arropar al pequeño para llevarlo a consulta y a terapia, incluso con el riesgo de que le afectara el clima, dadas las deficientes defensas por su padecimiento y condiciones limitadas.

Una madre, en tales situaciones, es fiel reflejo y testimonio de lo que escribía el Apóstol San Pablo a los Corintios en su Primera Carta. Y es que, en realidad, la genuina Caridad es paciente, amable; todo lo disculpa; cree, espera, soporta; no es envidiosa, no es jactanciosa, no busca su interés; se alegra con la verdad y nunca termina.

La Presencia de Dios, con ojos de Fe y mirada simplemente humana, se deja sentir en la inocencia de los niños, en el sufrimiento de los enfermos, en la impotencia de los desvalidos, así como las carencias más privativas se dejan abrazar por las fuertes manos que dan soporte, confianza, seguridad y estrechez de caricia y cariño.

Es cuando la Caridad adquiere forma, toma su tiempo y ocupa un lugar. Es cuando la Divina Providencia permite ver y percibir, en escenas aparentemente estrujantes, el valor, la serenidad, la justicia, la solidaridad.


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