Iglesia, Madre amorosa y Dispensadora de Salvación
Pbro. Carlos Javier Díaz Vega
Roma, Italia
Hace 50 años, exactamente el 6 de agosto de 1964, el Papa Paulo VI publicó su primera Encíclica: Ecclesiam Suam y lo motivaban tres pensamientos:
1. La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma (origen, naturaleza, misión y destino final).
2. Hay que comparar la imagen ideal de la Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya, santa e inmaculada- con el rostro real que hoy la Iglesia presenta; fiel, por una parte, con la Gracia divina, y por otra, a la índole de la Humanidad que iba ella evangelizando e incorporando; pero jamás suficientemente perfecto, jamás suficientemente bello, jamás suficientemente santo y luminoso. (De esta comparación brotaría el anhelo de renovación y reforma).
3. Es necesario valorar las relaciones que la Iglesia debe establecer con el mundo que la rodea y en medio del cual ella vive y trabaja (el diálogo entre la Iglesia y el mundo moderno).
En verdad es tan significativa esta Encíclica, que no se puede comprender el Concilio Vaticano II, en particular la Constitución Lumen Gentium, si no se conoce y se exige la lectura, antes, de la Ecclesiam Suam para entender mejor lo que nos está pidiendo el Papa Francisco ahora a los cristianos, del Siglo XXI. Esa Encíclica es tan actual, que parece haber sido escrita ayer. Muestra, a los cristianos enseñanzas trascendentales; entre ellas: saber quiénes somos, corregir los errores cometidos y no tener miedo. Más actual, imposible.
CONCIENCIA DE SER IGLESIA
La Iglesia debe aprender a conocerse mejor a sí misma si quiere vivir su propia vocación. Recordemos que la Iglesia es un Misterio y que la vida de Cristo se hace operante en cada una de las almas. La Iglesia es heredera y depositaria de un tesoro, y tiene una misión que debe cumplir en el mundo. A los fieles seguidores del Señor se nos urge una actitud de vigilancia; ésta, debe estar siempre presente y actuante en la conciencia del siervo fiel para evitar que la conducta decaiga o se desvíe. La apremiante invitación es a profundizar en la conciencia de la Iglesia, sobre lo que ella es verdaderamente, según la mente de Cristo (conservada en la Sagrada Escritura y en la Tradición, e interpretada por el genuino Magisterio Eclesiástico).
REFORMA DE LA IGLESIA
La Reforma de la Iglesia no va a la concepción esencial ni a las estructuras fundamentales. El sentido de la Reforma es devolverle su forma perfecta, que corresponda al diseño primitivo. No es, pues, adaptarse a la concepción profana de la vida, como si ésta fuese la mejor que un cristiano puede y debe apropiarse. Por su naturaleza, la Iglesia no trata de confundirse, sino de distinguirse. No es la conformidad ni la inmunidad ni la indiferencia ni la emancipación ni la apatía las que pueden dar vigor a la Iglesia, sino su actitud de vivir según la Gracia Divina. El cristiano no es flojo y cobarde, sino fuerte y fiel.
La Iglesia hallará su renaciente juventud, no tanto cambiando las Leyes exteriores, cuanto poniendo interiormente su espíritu en actitud de obedecer a Cristo. He ahí el secreto de su renovación; ésa es su metanoia; ése es su ejercicio de perfección. Paulo VI daba dos indicaciones particulares para la renovación: el espíritu de pobreza y el espíritu de caridad.
DIÁLOGO CON EL MUNDO
En la medida en que la Iglesia logre cada vez más conciencia de sí misma, se adaptará al modelo que Cristo le propone. Debe notarse la diferencia entre vida cristiana y vida profana; la Iglesia tiene claro que la diferencia no es separación. Mejor dicho, la distinción no es indiferencia, no es temor, no es desprecio. Es, entonces, cuando surge una necesidad de diálogo. El Papa Montini fue claro al afirmar que, con respecto al diálogo, han de estar evidentes los motivos, los métodos y los objetivos.
La Iglesia debe dialogar porque ella se hace Palabra, ella se hace Mensaje, ella se hace coloquio. De hecho, la misma Religión indica relación, y la oración expresa con diálogo esta relación. La Revelación de Dios es diálogo, y la Historia de la Salvación narra este largo y variado diálogo que nace de Dios y teje con el hombre una admirable y múltiple conversación, en la que Dios le dice cómo quiere ser conocido: Él es Amor; y cómo quiere ser honrado y servido por nosotros: Amor es nuestro Mandamiento Supremo.
El Papa enseña que el diálogo de la Iglesia con el mundo exige un propósito de estima, de simpatía y de bondad, y sus características son las siguientes: la claridad (inteligibilidad); la afabilidad (mansedumbre); la confianza (familiaridad y amistad); la prudencia pedagógica (sensibilidad y adaptabilidad). Además, el clima del diálogo es la amistad; más todavía, es el servicio.
A la Iglesia nadie le es extraño, nadie le es indiferente, nadie le es enemigo, a no ser que él mismo quiera serlo. Trata temas que interesan a todos: habla de justicia, de verdad, de libertad, de progreso, de concordia, de paz, de civilización, aunque también de santificación, de Sacramentos, de Teología, de virtudes. El Santo Padre clasificó las posturas concretas en que se halla la Humanidad, mediante cuatro círculos concéntricos, puestos del más lejano al más cercano: primer círculo, todo lo que es humano; segundo, los que creen en Dios; tercero, los hermanos separados; último círculo, los hijos de la Casa de Dios, al interior de la Iglesia.
Y concluyó así su Documento: “La Iglesia está más viva que nunca…Queda todo por hacer: el trabajo comienza hoy, y nunca termina. Ésta es la Ley de nuestro peregrinaje en la Tierra y en el tiempo”… Un grito que es prueba de vitalidad.
Dialogar como Dios dialoga…
*El diálogo de la salvación fue abierto espontáneamente por iniciativa divina; nos corresponde tomar la iniciativa para extender a los hombres el mismo diálogo, sin esperar ser llamados.
*El diálogo de salvación nace de la caridad y bondad divinas; un ferviente y desinteresado amor deberá impulsar el nuestro.
*El diálogo de salvación no se ajusta a los méritos de aquéllos a quienes es dirigido; también el nuestro ha de ser sin límites y sin cálculos.
*El diálogo de la salvación no obliga físicamente a nadie a acogerlo; es un requerimiento de amor. Así nosotros, la Misión no se hace mediante coacción externa; siempre viene respetada la libertad personal y civil.
*El diálogo de salvación se hizo posible a todos; de igual modo, el nuestro debe ser potencialmente universal.
*El diálogo de la salvación ha procedido normalmente por grados de desarrollo sucesivo, ha conocido los humildes comienzos antes del pleno éxito. El nuestro habrá de tener en cuenta la lentitud de la madurez psicológica e histórica y la espera de la hora en que Dios lo haga eficaz.
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