jueves, 28 de agosto de 2014

La vocación del ex seminarista

Las convivencias son buen momento para renovar el compromiso cristiano


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Mónica Livier Alcalá Gómez



Los jóvenes y adultos que han dejado el Seminario, tienen, por la formación que recibieron, cualidades especiales que pueden aprovecharse en el bien pastoral de la Iglesia. Es por ello necesario replantear su vocación de bautizados.



Es muy común, en la Arquidiócesis de Guadalajara, que grupos de muchachos y de gente mayor, de los que han sido alumnos del Seminario Diocesano (o de otras Casas Religiosas de Formación) continúen reuniéndose periódicamente con tal de no perder la amistad y fraternidad que lograron durante el tiempo que permanecieron viviendo en comunidad.

Sin embargo, es necesario hacer una recapitulación acerca de estas concentraciones informales, e incluso replantear su propia vocación, ya que, el haber abandonado los estudios y decidir no ser Sacerdotes o Religiosos, no los libera de su principal vocación, que es la de bautizados, hijos de Dios, y deben ser fermento en la Sociedad, pues por su particular formación, la comunidad cristiana suele esperar mucho de ellos.

Tal serie de reflexiones las externó el Licenciado Árnold Omar Jiménez Ramírez, Director de la Fundación de carácter humanista “Miguel Palomar y Vizcarra”, y a su vez, también ex alumno del Seminario Diocesano de Guadalajara.


Laicos cualificados

“En realidad, no hay una vocación específica para el ex seminarista. Su vocación y misión es la misma que la de cualquier otro Laico: la de ser fermento en el mundo, llevando los principios y valores del Evangelio en medio de las realidades temporales”, afirmó Árnold Omar. No obstante, dada la formación integral que han recibido, los convierte en “Laicos cualificados”, con conocimientos y habilidades que difícilmente tiene el común de los Agentes de Pastoral: “Personalmente, añadió el Licenciado Jiménez, creo que todo ex seminarista es, o puede ser, un Laico capaz de aportar algo especial y significativo a la vida pastoral, espiritual y social de una comunidad”.

Por lo mismo, la Iglesia misma suele esperar mucho de los jóvenes que han dejado la formación seminarística: “A quien más se le da, más se le exige; es la lógica del Evangelio”. La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium, en la Apostolicam Actuositatem, pasando por Christi Fideles Laici y el Documento de Aparecida, insiste en la importancia de la participación del Laico en la vida de la Iglesia; pero, sobre todo, subraya la participación de éste como fermento en las realidades temporales: en la Cultura, en la Academia, en la Política, en la Economía, etcétera.

“Mi preocupación es que pareciera que algunas Iglesias Diocesanas no esperan nada del ex seminarista. Un joven deja el Seminario y no hay una estructura que le dé ‘soporte’, que le dé seguimiento, que le ayude a enrolarse en una nueva situación, en nuevos retos y, sobre todo, a que siga sintiéndose parte de la Iglesia, hijo de la Iglesia”.


Las convivencias, momentos de gran valor

Si bien hay algunos ex seminaristas que aprovechan estos momentos y han asumido el compromiso de seguir formándose; que sostienen reuniones frecuentes en las que involucran a su familia; que realizan algún apostolado con determinado amigo Sacerdote, y que todavía se dan el tiempo de convivir, de compartir, de cantar, de recordar anécdotas y de brindar por la amistad, también hay otros grupos que, desafortunadamente, promueven convivios que no pasan de ser francachelas, meras reuniones sociales, sin llegar a ser verdaderos y fructíferos encuentros.

“Particularmente, yo creo que un ex seminarista tiene mucho que aportar a sus compañeros, y aun a sus compañeros que sí llegaron al Presbiterado. Por ello, me parece una pobreza reunirse sólo a convivir por convivir, sólo a hacer remembranzas o sólo a comer y beber.

Es importante que estos grupos (casi existe uno por cada Generación) entiendan que lo que dejaron atrás fue el Seminario, pero no su condición de fieles bautizados ni su identidad cristiana ni mucho menos el compromiso de evangelizar. Si su llamado no fue a la vida sacerdotal, de todos modos siguen siendo llamados, y Dios espera su respuesta. Claudicar del Seminario no implicó renunciar a la vida ni al deber cristiano de santificarse y santificar al mundo”.


Ex seminaristas destacados


Encontramos, en la Nómina de ex alumnos del Seminario, en los Siglos XIX y XX, a Personajes que han contribuido a forjar la Historia Nacional, como el Caudillo de la Independencia Pedro Moreno González; los Presidentes de la República, Pedro Vélez, Anastasio Bustamante, José Justo Corro Silva y Valentín Gómez Farías; Diputados como Juan José Romero, José María Vigil, José María Cuervo, Juan de Dios Cañedo, José María Bravo, miembros de los primeros Congresos Federales, incluyendo el Constituyente.

Y, de la Historia de Jalisco, el primer Gobernador del Estado, Prisciliano Sánchez Padilla, y otros que le siguieron, como Juan Nepomuceno Cumplido, Pedro Tamés y Joaquín Angulo. Además, el reconocido Educador tapatío Manuel López Cotilla; el Médico Pablo Gutiérrez, Fundador de la Escuela de Medicina; el Benefactor Dionisio Rodríguez; los Periodistas Liberales Ignacio Vergara, Anastasio Cañedo Arróniz y Pedro Zubieta.

Otros fueron Alcaldes de la Ciudad, como Buenaventura Anaya y Martín Román; unos más, dejaron el Seminario para continuar sus estudios en la Escuela Militar, como José Apolonio Ruiz, Melchor Ecay, José Luis Bobadilla, José Pablo Ortiz de Rosas y José Luis Correa. Y la lista es interminable, pues no sólo los hubo destacados en la vida política sino también los hubo y ha seguido habiendo relevantes hasta el día de hoy en el mundo de lo social, de las Artes, de las Ciencias, de las Letras.


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