jueves, 14 de agosto de 2014

EDITORIAL

Soluciones interesadas a problema añejo: “Ley marihuana”


La brecha que se pretende abrir para que transite la legalización de la marihuana parece una autopista a futuro para que por ella pueda incluirse, ya encarrilado, todo género de drogas. No es algo novedoso en la Historia de la Humanidad, puesto que desde tiempos antiguos los seres humanos enfrascados en las guerras o en las disputas suelen aventurarse por las veredas de la permisividad abierta hacia abusos y viciadas costumbres, cuyos dolorosos resultados resienten luego civilizaciones completas.

La Humanidad y las Sociedades del presente, como la nuestra, han dado señales de alarma por los altos índices de violencia que se han desatado, cuya causa fundamental es el pleito por el control de los mercados de la droga a lo largo de la República. Ante esto, hay quienes siguen creyendo que la solución al problema son las Iniciativas de Ley que están haciendo llegar a las Cámaras y a las más altas Autoridades de la Nación, como la enviada desde el 21 de octubre de 2010, y mediante las cuales se busca hacer legal el consumo de drogas en el país, en concreto y para comenzar, de la marihuana.

Pero, a la vez, hay quienes piensan que, aprobando estas propuestas, podría ocurrir lo que ha sucedido en otros lados: que la corrupción y la violencia aumenten y que el número de consumidores se multiplique, además de mirar la posibilidad de que tras esa apertura, otros estupefacientes, que ya se aprestan a hacer fila, serán los siguientes invitados a entrar al círculo del libertinaje social, a la corruptela de hombres, mujeres, Partidos, Autoridades y hasta Pensadores y gente valiosa en la Opinión Pública.

A golpe de vista, ¿qué nos ha dejado, por años, el uso y abuso de la marihuana? Ha embrutecido a una buena parte de la población, a cambio de la riqueza insolente y pervertidora de unos cuantos; gente sin escrúpulos. Ha generado el grito de miles y miles de familias que piden clemencia para sus hijos dependientes de esa yerba. En muchos hogares, ésta ha sembrado lágrimas, crímenes, suicidios, accidentes, indignidad, enfermedades y vicios que han dañado a generaciones enteras, sobre todo a partir de la adolescencia y la juventud (lo cual es aún más doloroso).

Mas, ahora, a la marihuana quieren exonerarla de las restricciones a través de leyes nuevas y permisivas. Leyes para que la degradación de la persona tenga cancha abierta. Intentan, desvergonzadamente, legalizar aprovechando el mismo aparato financiero del poder de sus cargos, partidos y tendencias políticas; siendo, y lo dice el rumor popular, que muchos de esos promotores están atrapados en tales vicios, y siendo éstos los que defienden cada vez con mayor empeño el facilitar el ingreso a “la felicidad”, mediante el uso de enervantes. Así las cosas, ¿la mayoría de mexicanos habremos de callar frente a tropelías legaloides de quienes debieran velar por los intereses y defender al pueblo, pero nunca aturdirlo para saquearlo más fácilmente?

Es cuestión de humanidad pura. Ni siquiera se invocan aquí las consecuencias éticas y morales de quienes tienen derecho a hacerlo. Pero cuando los caminos del desenfreno quieren tener sus propias leyes, debe haber quién acuse y dificulte esas tropelías. Con tales propuestas se corta de raíz toda dignidad, a cambio de engordar impunemente ciertas cuentas bancarias o de la obtención de meras ventajas políticas.

De un plumazo, por dedos levantados para hacer mayoría, todos los esfuerzos del Ejército Mexicano derrochados a lo largo del territorio nacional para conservar la salud física y mental de nuestros jóvenes y niños, quedan invalidados. Las caminatas de las tropas disciplinadas que han buscado por años la erradicación de esta plaga social, yerba mala, entre cerros y barrancas, cumpliendo arduas, peligrosas y a veces trágicas jornadas de trabajo, ahora resulta son inconsistentes, sin sentido, y para algunos, es hasta labor inicua, porque atenta contra la libertad y una pretendida legalidad, pues impone restricciones inconstitucionales a los consumidores del enervante.


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