jueves, 28 de agosto de 2014

La Fe ha de trascender en vida cristiana

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Amigos, amigas:


Como les había anunciado hace poco, estamos entrando en una etapa de promoción de la construcción del Santuario de los Mártires de Cristo, específicamente para recabar fondos destinados a la colocación de la cubierta. Para esto, hemos lanzado una campaña y pronto van a estar ustedes enterados de los pasos, de las formas, los modos en que podrán hacer llegar sus donativos o participar, de una u otra forma, en esta importante obra.

A propósito de esto, quiero que reflexionemos en el rico legado y herencia que nos han dejado nuestros hermanos en la Fe.

En su momento, en situaciones concretas e históricas de nuestro país, hubo hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a derramar su sangre, a dar su vida por la Fe de Jesucristo; martirio que constituyó para nosotros un valioso legado espiritual; pero, a la vez, el reto de cómo nosotros, sin tener quizá qué llegar a derramar la sangre por Jesucristo, poder hacer que nuestra Fe en Cristo fructifique, marque una diferencia en nuestra vida y pueda dejar una huella como la que dejaron nuestros Santos Mártires, a los cuales les dedicaremos este Santuario.

Mas, al tiempo que recordamos lo que nos heredaron nuestros hermanos Mártires, les invito a que reflexionemos y asumamos una realidad que en este mismo momento se está viviendo en algunas partes del mundo. Pensemos, hermanos, hermanas, en Irak y Siria, donde muchos hombres y mujeres de todas las edades, tan sólo por el hecho de profesar la Fe Cristiana, no únicamente son despojados de sus casas, pertenencias y elementales derechos, sino incluso son cruelmente masacrados por el hecho de ser cristianos.

Esto es terrible, pero igualmente constituye un valioso y ejemplar regalo saber que la Fe esté tan arraigada y posicionada en la vida de esas personas, que incluso están dispuestas a dar su vida por confesar sus creencias. Éste es un don inmenso que nos revela la Gracia y el Tesoro de la Fe.

Nosotros, aquí y ahora, bendito sea Dios, vivimos nuestra Fe en circunstancias favorables y no precisamente de persecución o acoso, pero por el hecho de profesar nuestro Credo de esta manera, tenemos la responsabilidad de hacer que dé abundantes frutos mediante una vida verdaderamente cristiana y humana, de verdadera fraternidad, solidaridad y convivencia con todos nuestros semejantes. Quiera, pues, el Señor, que nuestra Fe se traduzca en hechos de transformación de nuestra Sociedad.


Yo les bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo
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