jueves, 14 de agosto de 2014

La gente tiene la palabra

Texto y Foto: Luis Sandoval Godoy


Persona 3-2 (1)266- Apenas le atinaste

Se hizo el alegato bien encendido. Estábamos unos compañeros del salón, El Quinto, El Borucas y El Juanón lamentando los cambios de clima, la lluvia, el calor y todo eso.

Que los insondables misterios del Cosmos tienen en su trayectoria elementos que no alcanzan a medir los hombres. Que no; que de los desórdenes y abusos provienen esos daños.

¡Exacto!, alzó la voz El Quinto: allí va el aire contaminado, la basura y los drenajes vaciados en los ríos, el excesivo empleo de la electricidad en máquinas con sus vapores sucios.

Y como que los compañeros quisieron dar por aclarado el asunto. ¡Apenas le atinaste, compañero Quinto!; por eso es preciso hacer entender a la gente la culpa que tenemos.


267- Aquí vives y ni renta pagas

Dizque se quieren tanto, dizque dice El Farol que toda su vida tiene sólo un aliento, una luz, una esperanza, y ésta va en el nombre de Cuca Montes, que es toda su inspiración.

Y la dicha Cuca dice lo mismo a propósito de Daniel, a quien los compañeros pusieron el apodo de El Farol. Y esto tiene para ella un sentido hondo. ¿Qué haría sin su Farol?

Que se vieron una vez, se encontraron en el camino de sus vidas, y hubo en ambos un estremecimiento de lo más cálido, de lo más expresivo y tierno que se dio en su existencia.

Y cuánto se dicen con los ojos, cuánto al toque de su saludo, cuánto en sus labios aunque estén cerrados; tanto, como decir que el uno vive en el otro y ninguno paga renta.


268- Aquí va Pancho con su rancho

El rancho de Pancho es aquella casuchilla, un tendido a teja vana, unas paredes de piedra desnuda y los corrales donde encierra el ganado, los burros o las vacas de ordeña.

Pero el dicho de Pancho no es por su rancho. Tiene, en lo que dice la gente, un significado más allá de lo que sale a los ojos; o sea, no la piedra ni la loma ni el canto del arroyo.

El rancho de Pancho se refiere a sus bienes contantes y sonantes, a sus caudales económicos, a lo que guarda en los escondrijos de su petaquilla con olor de cosas antiguas.

Todo lo que tenemos todos: el recuerdo, las imágenes, los afectos, las personas que caminaron con nosotros, y hasta las lágrimas escondidas: el nuestro, el rancho de Pancho.


269- Ahora, de tripas corazón

El brinco inesperado, el salto doloroso, la punzada más amarga que nos sale por un callejón de nuestra vida y nos hace atrapar, por donde sea y como sea, una respuesta.

Que el corazón es el órgano más noble de nuestro ser, que es el vértice de nuestra vida, aliento de nuestra sangre, rumbo y camino del hombre desde el paso de sus latidos.

Y las tripas, no por cierto lo que más podríamos exhibir: el hígado y el riñón, el bazo, el páncreas y hasta la asadura con su función esencial en la vida, no son lo que más luce.

Dice la gente, sin embargo, en aquello que apremia: hay que echar mano de lo que pueda sacarnos del escollo; y si el caso lo pide, llegar al caso de hacer de tripas corazón.


270- Azotó la res

Cuándo pudo imaginarse Pepe El Trancas que iba a llegar al caso amargo de una enfermedad tan dolorosa que iba a provocarle una serie de limitaciones en su vida normal.

Así vamos los seres humanos, contentos, felices, llenos de ilusiones: la vida, el trabajo, los amigos, el bienestar en todo lo que anhelamos y nos dice que merecemos disfrutar.

Y de repente, el golpe brusco. Eso que dicen que “azotó la res” quiere decir de una res, un vacuno para precisarlo, que de pronto dobló el paso, inclinó la cerviz y quedó allí.

El caso de El Trancas ha de servirnos como lección, como advertencia que nos viene al día para que pensemos en la protección de Dios, y no ir a llegar a eso: “azotó la res”.


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