jueves, 7 de agosto de 2014

Predicación y Vida

San Miguel de la Mora, de sangre campesina


Cardenal Juan Sandoval Íñiguez

Arzobispo Emérito de Guadalajara


25El martirio de este Sacerdote, el primero de los Mártires en el vecino Estado de Colima, es muy interesante porque en su desarrollo se reúnen los elementos principales que reflejan la problemática que estaba en juego en el conflicto que llevó a la Persecución Religiosa en México.

Nació el 19 de junio de 1874 en Rincón del Tigre, Municipio de Tecalitlán, Jalisco, en el seno de una familia campesina, numerosa y muy cristiana. Pasó su niñez, por tanto, ayudando a sus padres en las labores del campo. Digamos, al respecto, que llama la atención cómo una buena parte de los Sacerdotes sacrificados proviene de familias campesinas, pobres, probadas por la necesidad y la dureza del trabajo; familias que fueron semillero de Mártires, de buenos Sacerdotes y de cristianos que lucharon por su Fe y por el derecho a la libertad religiosa.


Un camino difícil

Estudió en el Seminario de Colima y se ordenó Presbítero en 1906. Cumplió varios destinos en su ejercicio ministerial, y cuando se acercaba la Persecución, era el Capellán de la Catedral. El Gobernador de aquel Estado, Francisco Solórzano Béjar, enemigo declarado de la Iglesia, quiso poner en práctica en su Entidad los Artículos persecutorios de la Constitución de 1917 y obligar a los Clérigos a registrarse ante la Autoridad Civil para que pudieran ejercer el ministerio, con la aclaración de que sólo serían registrados y tendrían permiso 20 Presbíteros en todo el Estado.

En vano, el Obispo Don Amador Velasco y su Clero protestaron por esta inicua medida. El Gobernador no cedió, y entonces dispuso el Prelado cerrar, en protesta, todos los templos de su Diócesis. Esto fue en abril de 1926, tres meses antes de que lo hicieran los Obispos en todo el país. De los Sacerdotes, unos fueron desterrados, y otros pasaron a la clandestinidad para seguir atendiendo espiritualmente a sus fieles. El Obispo mismo, Monseñor Velasco, se ocultó. Y, con ser el Estado de Colima tan pequeño, no pudieron encontrarlo porque los fieles católicos lo protegían.

El padre Miguel de la Mora se escondió en su casa en la Ciudad de Colima, pero fue descubierto y detenido. Le ofrecieron su libertad si abría la Catedral al culto público, ya que él era el Capellán; de lo contrario, sería castigado. Se encontró, así, ante la disyuntiva de desobedecer a su Superior, que había ordenado el cierre de todos los templos o de contravenir la exigencia del Gobierno. Optó por escaparse y huír hacia su rancho, Rincón del Tigre; pero, por el camino, fue reconocido por un agrarista y llevado a la Capital colimense para entregarlo a los federales. Lo llevaron a pie y descalzo; entró hacia el medio día por la calle principal y fue entregado al Comandante de los federales, quien inmediatamente lo mandó fusilar en la caballeriza del Cuartel, parado sobre una pila de estiércol. Eran las doce del día del 7 de agosto de 1927.


De las penurias a la Gloria

Comentaba, en renglones anteriores, que el martirio del Padre Miguel de la Mora es emblemático porque reúne los elementos del conflicto religioso y de la terrible persecución: en primer lugar, la Constitución de 1917, con sus Artículos persecutorios y la pretensión de los gobernantes de ponerla en práctica. Vino luego la protesta de la Iglesia a través de los Obispos, desoída por el Gobierno, lo cual obligó a aquéllos, como última medida, a cerrar al culto los templos, primero los de Colima y luego los de todo el país; medida que lastimó al pueblo católico y enfureció al Gobierno, que en adelante consideró criminales a los Sacerdotes que ejercieran su ministerio en la clandestinidad. Y si se les descubría, eran ejecutados en el acto, sin juicio alguno.

El Presbítero Miguel de la Mora, canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000, fue un Sacerdote extraordinario en la rutina diaria de su ministerio; fiel a su Obispo y a la Iglesia; entregado a los fieles en una vida de sacrificio y de Fe que le mereció la corona del martirio.


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