Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez
Significa o debe significar un salir de la tierra de esclavitud, para llegar a la tierra de libertad. Es un salir de uno mismo, del mundo y de sus cosas, para disponerse a llegar a la Montaña Santa, y ahí, al igual que Moisés, hacer un pacto con Dios: Yo seré tu Dios, tú serás mi hijo. Es un lapso en el que la Gracia y la Misericordia Divina se ofertan y derraman abundantemente para que los pecadores volvamos al camino, los adversarios nos demos la mano y, habiéndonos reconocido todos urgidos de la Gracia, surja una Humanidad nueva.
Significa, asimismo, iniciar la lucha contra todas las fuerzas del Mal que se nos oponen al presente en el mundo, en cada uno de nosotros o en nuestro alrededor, descubriendo, al mismo tiempo, las causas que originan todos estos males, y desenmascarando las estrategias que Satanás sutilmente ha venido propiciando para que el hombre no alcance la altura y la felicidad a la que ha sido llamado.
De igual modo, significa caer en la cuenta de que los males que nos agobian no son males que hayan llegado de lo Alto; no pensar que nacimos con “mala estrella”, ni que es Dios quien nos tiene padeciendo.
Sincera introspección
Será también momento de reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente, no volteando a ver hacia fuera de nosotros mismos, sino hacia adentro. En este sentido, viene muy al caso la particular invitación de Jesús a cargar cada quien con su propia «cruz» y a seguirle con humildad y confianza (Mateo 16, 24), pues la «cruz», por más pesada que sea, no es sinónimo de desventura, sino una oportunidad para estar cerca de Jesús y, de este modo, alcanzar la fuerza en la lucha contra el pecado y el mal.
Entrar en la Cuaresma significa, por lo tanto, renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el Mal junto a Cristo a través de la Cruz, que es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia. Desde esta perspectiva, la Cuaresma es verdaderamente ocasión de intenso compromiso ascético y espiritual fundamentado sobre la Gracia de Cristo. Por tanto, debemos ser conscientes de que sin Cruz no habrá Resurrección, y que debemos pasar por ella, si es que deseamos verdaderamente resucitar juntamente con Cristo.
Hay quienes quisieran una Cuaresma sin Cruz, que no implicara sacrificio alguno, que fuera placentera, light, hedonista, donde sólo tuviesen cabida la satisfacción de los sentidos, olvidando alimentar las fuerzas del espíritu. que serán las que nos llevarán a lograr aquello que nos disponemos a alcanzar.
Mas no olvidemos que el principal objetivo de la Cuaresma es llevarnos a vivir la Pascua. Sin este fin no tiene sentido haber entrado en la Cuaresma. Dispongámonos, pues, a vivir esta fascinante aventura espiritual como la vía más certera para llegar a la plenitud de la vida, que es la Pascua; es decir, el paso de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, de la esclavitud a la libertad.
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