jueves, 13 de marzo de 2014

EDITORIAL

Arquidiócesis, revisión y retos en su 150º Aniversario


El Obispo Pedro Espinoza y Dávalos, hace uno y medio siglos, desterrado, regresaba de Roma a su Sede, que recién había sido declarada Arquidiócesis y Cabeza de la Provincia Eclesiástica de Occidente. Enorme reto para un hombre que frisaba ya los 70 años. Llegaba por caminos polvosos, tras deambular por las orillas de la soledad y el exilio, con un encargo que le comprometía en un futuro incierto. A contracorriente, una esperanza amplia le llenaba el alma. Él había nacido a finales del Siglo XVIII, en Tepic, ahora de Nayarit, y recibía una pesada encomienda: asumir la tarea de Arzobispo. Así lo anunció al pisar tierra jalisciense el 16 de marzo de 1863 en aquel caserío que llevaba el nombre de Villa de Santa María de los Lagos.

Hoy, a 150 años de aquellas fechas, los desafíos continúan siendo grandes y abundantes, hacia adentro y hacia afuera de esta misma Iglesia. El X Arzobispo, Cardenal José Francisco Robles Ortega, ha señalado como urgencia pastoral: “Responder al clima de secularismo, relativismo, individualismo, que estamos viviendo… El reto es entender los planteamientos de esta cultura y encontrar la forma de hacer presente el Evangelio, y que éste sea entendido como un valor… Un estilo de vida que ilumine los comportamientos, las decisiones, las instituciones; que responda al corazón, que satisfaga con valores cristianos en la vida de muchos”.

Por aquella época, el pueblo de Lagos era un territorio escueto, lo bordeaba un río mediano, el de La Sauceda, a cuya vera crecían algunos ahuehuetes ya centenarios, y serpenteaban arroyuelos, veredas y caminos de uso frecuente. Fue ahí, donde confluía el tráfico venido de las explotaciones mineras regionales de entonces, según consigna el Historiador y Presbítero Armando González Escoto, donde se dio cumplimiento a la Bula “Romana Ecclesia”, Documento que daba inicio a esta Provincia de Occidente, región que conjunta territorios, costumbres y gentes que le han dado renombre y bravura al desarrollo del entorno; pero, sobre todo, dueña de un estilo religioso profundo, rico, aunque no lo suficiente todavía como para enfrentar las grandes necesidades.

En la década de los sesenta del siglo pasado, en esta Arquidiócesis el Concilio Vaticano II marcó un momento providencial también para la vida de esta Región. El VII Arzobispo, Cardenal José Salazar López, se dio a la tarea de que en la comunidad se conocieran los Documentos conciliares y se llevaran a la práctica los lineamientos de ese acontecimiento eclesial tan importante. Pronto se iniciaron los trabajos pastorales con la novedad de aquellos años y la conciencia eclesial de todo el Pueblo de Dios. Y en estos días, continuamos aún comprometidos en ese esfuerzo, capacitándonos para dar respuestas adecuadas.

Repasar la Historia nos permite hacer una radiografía de la situación actual y estimula a construir respuestas organizadas con planes muy específicos. Invita a involucrar a cientos y miles de Agentes de Pastoral para analizar y conjuntar esfuerzos al interior de la Iglesia Católica. Recientemente, ha dicho nuestro Arzobispo Metropolitano: “Estamos haciendo un esfuerzo para actualizar nuestro Plan Diocesano de Pastoral, para sumar todas nuestras posibilidades, para encauzarlas a un fin”. Vivimos actualmente la implementación del VI Plan Orgánico; hay retos antiguos y nuevos; se exige conjunción de voluntades.

Mirar el pasado nos da oportunidad de ser humildes, el deseo de potenciar los aciertos; la capacidad de ser autocríticos; la sencillez para ser objetivos, sin magnificar los méritos ni minimizar los desaciertos. Celebrar el ayer da la capacidad de recrear la vida comunitaria, incrementar la audacia pastoral y, sobre todo, agradecer a Dios bondadoso por la historia que nos ha permitido venir construyendo a lo largo de estos últimos 15 decenios.


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