Texto y Foto: Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
En colorido plumaje, con huaraches sonoros, canta el vestuario y hace su letanía en oraciones devotas. Es tradición familiar, engarzada con los siglos; es liberación de la Conquista.
Al golpear la tierra, nacen los ritmos; el acento del tambor saca la voz del sufrimiento, lleno de fervores y lamentos. Sacude el polvo de la rutina y engalana su rostro de fiesta.
La máscara no esconde lo que vive; es devoción para ocultar la indignidad. La fiesta llena la tradición y busca desahogar las penas en compases frenéticos, en súplicas repetidas una y otra vez… como ha sido siempre.
Donde se reza, ahí canta el alma popular. Donde se sufre, se danza con ahínco. Plumas para adornar, fantasía de la niñez y consuelo de los años envejecidos.
Que rechinen los guijarros del camino. ¡Ya viene la Virgen llegando!
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