jueves, 6 de marzo de 2014

Puedes cambiar, si quieres

Querida Lupita:


Mi esposo me pide el divorcio. Estoy pasando en medio de una tormenta que no puedes imaginar. Su argumento es que soy de carácter fuerte y que él ya se cansó de mí. Tenemos 20 años de casados. ¿Cómo es posible que a estas alturas se esté dando cuenta de que siempre no me quiere? ¿Andará con alguien más? Siento que se me cae el mundo, y no sé cómo reaccionar. Estoy furiosa y reconozco que he sido agresiva yo con él. Le he gritado de todo. Aun así, me siento muy lastimada.


Évelyn.


Hermana en Cristo, Eve:

mujer-con-rabiaCon frecuencia, cuando un esposo pide el divorcio, en realidad no es que quiera separarse; lo que desea es que se acaben los problemas. En efecto, cuando estamos lastimados no permitimos que alguien se nos acerque, pues tememos que nos dañe más.

Cierta vez, un joven decidido a hacer una buena obra, se acercó a un perrito herido que estaba frente a él, con el fin de curarlo. El animal, instintivamente, lo mordió en cuanto acercó su mano a la herida. Aquel joven acudió a una clínica para ser curado, y se preguntaba por qué le había hecho daño una criatura a la que él sólo quería ayudar. Tras unos minutos de conversar con el Médico que le atendía, pudo comprender que el can herido no había pretendido necesariamente atacarlo, sino que estaba protegiéndose, temeroso de sufrir más dolor.

Del mismo modo actuamos las personas cuando tenemos heridas emocionales. Mírate con franqueza y descubre tus propios dolores y reacciones. Tal vez tu esposo está actuando igual. Comprenderte y comprenderlo serán los dos primeros pasos hacia la salida del conflicto.

Para resolver las crisis, siempre hay algo que será necesario cambiar. Si lo que él te pide es un cambio que te conviene intentar, ¡hazlo!

Los seres humanos hemos sido creados para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. El matrimonio es camino de superación para los cónyuges. Querer practicar virtudes nos realiza como personas plenas.

El cambio siempre es posible. San Francisco de Sales es el ejemplo clásico de este principio. Hoy nos referimos a él como “el más dulce de los hombres y el más amable de los Santos”, pero sus biógrafos aseguran que tenía un temperamento explosivo. Ahora podemos ver su cuerpo incorrupto en Annecy, Francia, pero relatan que al exhumarlo encontraron su hígado convertido en una piedra. Resulta que toda la violencia que quiso ejercer sobre otros, la ejercía sobre sí mismo, dominando su carácter, venciéndose y eligiendo sus reacciones.

La única forma de derribar nuestras tendencias temperamentales es ejerciendo gobierno sobre nosotros mismos. Veo el bien que quiero y me esfuerzo en alcanzarlo, aun en contra de mis impulsos. Esto significa que voy a realizar la acción que conviene, y no la que se me antoja.

Si tu esposo te ofende, tranquilízate; dile, con voz serena y respetuosa, que te ofendió y que no quieres pelear, y que, por tanto, será mejor continuar la conversación en otro momento. Esto es dominarte y actuar de acuerdo a un ideal.


Recuerda: “No puedo”, es el pretexto; “no quiero”, es la razón.


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