Guadalajara Arquidiócesis: 150 años de andadura
Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista Arquidiocesano
En gestionar y llevar a cabo el 2º Concilio Provincial de Guadalajara se invirtieron diez años. Dos días antes de su publicación, el 27 de enero de 1959, el Papa Juan XXIII (hoy Beato y muy próximo Santo) convocó al Concilio Ecuménico Vaticano II…
Los Concilios Provinciales han sido Asambleas deliberativas, en las cuales se legisla lo tocante a la Fe y a las costumbres de las Diócesis aglutinadas en torno a una Sede arzobispal (Provincia Eclesiástica).
El Obispado de Guadalajara formó parte de la Arquidiócesis de México desde 1548 hasta 1864. Por aquel tiempo hubo cuatro Concilios Provinciales mexicanos: 1555, l565, l585 y 1771, aunque este último no fue aprobado por la Santa Sede.
Al crearse la Provincia Eclesiástica de Guadalajara (1863), la situación política de entonces no favoreció que se llegase a celebrar un Concilio Provincial, sino hasta 1896, cuando ya no formaban parte de su circunscripción tres de las cuatro Diócesis sufragáneas que se le adhirieron al nacer, toda vez que la creación del Obispado de Chihuahua, el 23 de junio de 1891, elevó al rango de Arquidiócesis la Sede de Durango, a la que fueron adheridas Sonora y Linares (Monterrey), quedándose Zacatecas para Guadalajara, la recién nacida de Tepic y la de Colima, ya existente (1881), agregándosele después la de Aguascalientes (1899).
El Primer Concilio Provincial de Guadalajara, convocado por el segundo Arzobispo, don Pedro Loza y Pardavé, tuvo lugar entre 1896 y 1897, pero sólo hasta 1905 fue aprobado.
LOS PREPARATIVOS PARA EL 2º CONCILIO PROVINCIAL
Aunque el Código de Derecho Canónico de 1917 dispuso que cada 20 años el Arzobispo Metropolitano convocara a una de estas Asambleas, eso no fue posible en México, sometido, de 1914 a 1940, al renacido anticlericalismo del Gobierno Civil.
Fue el sexto Arzobispo tapatío, don José Garibi Rivera, quien obtuvo en 1951 el visto bueno de la Santa Sede para convocarlo, lo cual hizo a principios de 1954, determinando que entre el 2 y el 9 de mayo tuviera lugar en la Catedral Metropolitana. Con él a la cabeza, fueron Padres Conciliares los señores Obispos don Antonio López Aviña, de Zacatecas; don Ignacio de Alba y Hernández, de Colima; don Anastasio Hurtado y Robles, de Tepic, y don Salvador Quezada Limón, de Aguascalientes, asistidos por más de noventa Eclesiásticos, entre Peritos, Jueces sinodales, Testigos sinodales, Procuradores capitulares, Consultores del Concilio, Rectores de los Seminarios y Superiores Mayores de las Órdenes Religiosas.
El fruto de las deliberaciones fue de carácter normativo y se agrupó en tres Libros: De la Fe, con dos Títulos: de la Fe y de la Doctrina Católica y de los errores contra la Fe; De las personas, con tres Títulos: de los Clérigos, de los Religiosos y de los Laicos; y De las cosas, dividido en dos partes: de los Sacramentos y de los Sacramentales, y del Magisterio Eclesiástico: de la Predicación de la Palabra de Dios, de la Catequesis, del Seminario, de las Escuelas católicas, de la Cuestión social y de los beneficios y bienes eclesiásticos.
PUBLICACIÓN TARDÍA
La Santa Sede autorizó las Actas emanadas de dicho Concilio Provincial en agosto de 1958. El 1º de enero de 1959 se divulgó el Decreto de publicación del Concilio. La edición del mismo, confiada al eximio latinista y Presbítero don Néstor Romo y Romo, se imprimió el 27 de enero de tal año, dos días después de que el Papa Juan XXIII sorprendía al mundo con la convocatoria para el Concilio Ecuménico Vaticano II, circunstancia que paralizó totalmente la aplicación y vigencia del Concilio Provincial al que nos hemos referido.
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