San José, un poderoso Protector e Intercesor
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
Sólo Dios es Santo, y participa de su santidad quien se acerca a Él. La creatura más próxima a Dios, así en la Tierra como en el Cielo, es la Bienaventurada Virgen María, que tiene una relación única de Madre con el Hijo de Dios hecho hombre, y por eso es la más Santa de todas las creaturas.
Después de Ella, el Santo más grande es San José, su castísimo esposo y padre legal de Jesucristo. Señor San José, como le decimos los fieles cristianos, fue elegido para representar en la Tierra al Padre Celestial y para hacer sus veces, cuidando de Jesús y de María. Con su presencia, siempre discreta de padre y esposo, veló el secreto de la maternidad virginal de María y la honra y seguridad de los tesoros más queridos del Padre: Jesús y María. Todo ello, para que Él no apareciera ante los ojos profanos como hijo natural, y Ella como una madre soltera.
DEDICACIÓN Y LINAJE
Su cometido en la Tierra fue cuidar a la Sagrada Familia, a la que protegió de la persecución de Herodes, que intentaba matar al Niño; hogar al que alimentó con su oficio humilde de carpintero, labor que enseñó a Jesús para que Éste santificara el trabajo humano, aun el más sencillo. José enseñó a rezar al Niño y a cumplir sus deberes religiosos como buen israelita: “Sus padres (de Jesús) iban todos los años a Jerusalén para la Fiesta de la Pascua” (Lucas 1,41).
El título mesiánico de “Hijo de David” legalmente le vino a Cristo por la línea de José, a quien el Ángel, en sueños, le dijo: “José, hijo de David, no dudes en recibir a María como tu Esposa, pues lo que lleva en su seno es por obra del Espíritu Santo”. Con estas palabras, le reveló el Misterio de la Maternidad Virginal de María y, además, le indicó, de parte de Dios, su oficio de padre al decirle: “Ella dará a luz un Hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, que quiere decir Salvador, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21). Ahora bien, poner el nombre era derecho y atribución correspondiente al padre.
José, varón justo, prudente, callado y obediente, no pronunció palabra, pero “hizo lo que el Ángel le mandaba y recibió a María en su casa” (Mt. 1,24).
LÓGICO Y EFICAZ MEDIADOR
Si San José vivió en una cercanía de protección y servicio con Cristo y cooperó de manera tan especial a la Obra de la Redención, es evidente que está por encima de todos los Santos en virtud y dignidad, después de la Santísima Virgen María. Y es obvio también que su poder de intercesión no tiene igual, ya que Jesús, en el Cielo, nada puede negarle a quien tanto le amó y le sirvió en la Tierra.
La Iglesia lo ha sabido desde siempre, y por eso lo ha escogido como su especial Patrono y Protector, solemne y oficialmente, por Decreto del Sumo Pontífice León XIII. La Cristiandad lo ve prefigurado en aquel José de Egipto que salvó a su pueblo de perecer de hambre. Y, así como el Faraón decía a sus súbditos “vayan a José” (Gen. 41,53), así nos dice la Iglesia, que lo invoca en todas sus necesidades y peligros, y que ciertamente no faltan en la peregrinación por este mundo.
EJEMPLO CONFIABLE
San José es el modelo de padre y esposo, de Protector y Patrono de la Familia Cristiana, tan asediada hoy por la cultura de la muerte, que promueve con insistencia una mentalidad y unas prácticas contrarias a la santidad y a la integridad de la familia. Es tiempo de invocarlo con insistencia y con la confianza de que su intercesión salvará a la familia.
Los fieles cristianos, sin que dejen de rezarle a otros Santos de su devoción particular, han de tener, sin embargo, una muy especial devoción a San José y acudir a él en sus necesidades, porque es un poderoso intercesor ante el Padre Dios, de quien hizo las veces en la Tierra, y ante su Hijo Jesucristo, a quien cuidó y sirvió amorosamente. Santa Teresa de Ávila, quien era muy devota de San José, solía decir que nunca le había pedido algún favor que no se lo hubiera concedido.
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