Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Hermanos, hermanas:
En una nueva Parroquia, lo que hay que asegurar es que todas las familias y todas las personas que habitan en los límites de esta comunidad se les asegure el Anuncio de la Buena Nueva, y que a todos los habitantes se les asegure la administración de la Vida Nueva que Jesucristo Nuestro Señor nos mereció con su Pasión, Muerte y Resurrección. Que todos los que habitan ahí sean verdaderamente evangelizados y tengan la oportunidad de reavivar, de vivir, de proyectar su vida nueva.
Principalmente los Laicos son los que deben intensificar su participación. No podemos pensar que una tarea tan grande sea llevada a cabo por una sola persona, el Párroco, o por dos, con su Vicario, sino que esto implica la participación de todos, o al menos de muchos, que conscientes de su compromiso bautismal, quieran formarse más en su Fe y ser apóstoles-misioneros, testigos de Cristo, en medio de la comunidad. En efecto, la responsabilidad primera es del Párroco, pero la participación de esta responsabilidad es de todos, especialmente de aquellos que ya son parte de Grupos apostólicos, de espiritualidad, de servicio a la Evangelización, de tal manera que se asegure que quienes son parte del territorio parroquial puedan crecer cada vez más en la Fe.
La Parroquia tiene que ser una comunidad de Fe, de plena convicción de su pertenencia a Dios; una comunidad de esperanza, pues cuánto se necesita para que muchos hermanos tengan una luz de esperanza ante tantas dificultades y limitaciones (por la edad, por enfermedad o por la situación económica). La Parroquia ha de ser ese faro de esperanza para todos los habitantes en su territorio, y debe brillar cada vez más como una comunidad de amor, de auténtica fraternidad en el Amor en Cristo, en el servicio de la caridad de todos para con todos, pero de manera muy especial para quienes más lo necesitan.
Hay personas ancianas que lo único que experimentan a esas alturas de su vida es la soledad. En una Parroquia no debería haber nadie que se sienta solo; si su familia le hace sentir así, que los ancianos encuentren la fraternidad, la caridad y el servicio de sus hermanos en la Fe. Por eso, el objetivo y la misión de la Parroquia es ser una Comunidad de Fe que se alimenta y nutre con la escucha y el conocimiento de la Palabra de Dios. Que celebra su Fe especialmente en los Sacramentos, y como culminación en la Eucaristía, pero que la proyecta en la vida diaria, en su profesión, en su trabajo, en la convivencia familiar y comunitaria; es decir, en donde quiera que se viva. La meta es alta y es crecer más en la Fe.
Recordemos que el único y verdadero Señor, Pastor y Sacerdote en una Parroquia es Cristo, y todos en una comunidad parroquial somos discípulos, seguidores. Por eso estamos obligados a ser misioneros, testigos, apóstoles, servidores de Él.
La Parroquia no es para que brille nadie: ni el Obispo que la erige ni el Párroco que la preside ni los Grupos que la sirven. La Parroquia no es una instancia ni un escaparate para brillar nosotros; es para que brille con más claridad Jesucristo el Señor.
Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario