Llamados que hay que entender y atender
La Cuaresma, tiempo de reflexión personal y de acción comunitaria
El Obispo Miguel Romano hace un recuento sobre cómo ha evolucionado la Cuaresma dentro de la Iglesia Católica, y destaca el valor de esta práctica en cada época. Más que comer pescado, se trata de ayudar al necesitado, buscar la reconciliación y prepararnos con Esperanza hacia la vida eterna.
Sonia Gabriela Ceja Ramírez.
“Cuando hablamos de Cuaresma debemos tomar en cuenta que la Fiesta por excelencia, para todos los bautizados es la Pascua; es decir, el Triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, y junto con la Celebración de la Resurrección de Cristo, debemos recordar que un día también nosotros, por Gracia y para Gloria de Dios, seremos por Él resucitados”, apuntó en entrevista para Semanario, Monseñor Miguel Romano Gómez, Obispo Auxiliar de Guadalajara.
“Lo que en Él celebramos como un evento histórico, es también una esperanza fundamentada para nosotros, de que algún día, por Él, gracias a Él, y para su Gloria, resucitaremos y gozaremos de Él eternamente”.
LA CUARESMA, EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO
“En el Siglo I, la única Gran Fiesta era la Pascua; después, se vio conveniente, a partir del Siglo II, de manera casi simultánea en Siria, Palestina y las Regiones del Delta del Río Nilo, el tener una preparación para la Fiesta de la Pascua, con algunas variantes. Unos preferían la Lectura de la Escritura; otros, el ayuno; después se incluyó la abstinencia, así como alguna mortificación física o espiritual, y de esa manera, ya para el Siglo IV, se estableció en la Iglesia Universal, particularmente en la Cuenca del Mar Mediterráneo y parte de lo que es ahora Italia, las Galias (Francia) y España, junto con el Norte de África, lo que conocemos ahora como la Cuaresma.
“Al principio, ésta tenía un carácter optativo; es decir, era para quien así lo deseara, de tal suerte que no en todas las Liturgias de ese tiempo se celebraba la Cuaresma.
“A nivel universal, de manera oficial, no se establece sino a partir del Siglo VI con el Papa Gelasio, quien invita a todos, tanto en Oriente como en Occidente, a celebrar la Cuaresma con ayunos, con oraciones, con la lectura orante de la Escritura y también con algunos signos de carácter penitencial, sea en el cuerpo, sea en el alma.
“Importa mucho que la espiritualidad de la Cuaresma esté basada en acompañar a Cristo en su Pasión y en su Muerte, con el deseo y la confianza de poder participar también, algún día, de su Gloriosa Resurrección. Por lo tanto, la Cuaresma no tiene un carácter, inicialmente, penitencial, sino un carácter de disponerse a recibir del Señor el perdón y la misericordia”, señaló claramente el Obispo.
LA VISIÓN DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
“Es muy interesante, por ejemplo, cómo San Agustín, el Obispo de Hipona, en el Norte de África, entre los Siglos IV y V, recomienda mucho la penitencia, lo que sería el ayuno consistente en dejar de hablar mal los unos de los otros, y el disponerse más a hablar de Cristo y con Cristo. Esta temática, por el prestigio del Obispo, va a adquirir mucha resonancia en buena parte de la Iglesia”, explicó el Prelado, y continuó: “Con el paso del tiempo, a mitad del Siglo XI, llega San Bernardo, quien nos invita a la mortificación de los sentidos, particularmente de la vista, de la memoria y de la fantasía.
“Él nos recuerda que los ojos son la ventana del alma, y que, por lo tanto, uno debe cuidar mucho lo que ve, como debe cuidar mucho aquello que recuerda o que desea, porque bien puede uno abstenerse de probar carne, bien puede uno multiplicar las oraciones o portar un silicio durante horas o incluso durante todos los días de la Cuaresma, pero, si la concupiscencia encuentra en nosotros terreno abonado, empezaremos a ver las cosas de una manera no tan limpia o a imaginar aquello que quisiéramos hacer, pero que no debe hacerse o no nos atrevemos a hacerlo, o fantaseamos con lo que quisiéramos, pero que no podemos decir, para no perder la buena fama.
“San Bernardo, en eso, es muy agudo, y nos invita a la mortificación interior, que puede ser acompañada de signos externos. Pero él dice, finalmente, que la Cuaresma debe tener un carácter interior, si es que queremos prepararnos correctamente, evangélicamente, a la Celebración de la Pascua”.
UN TIEMPO DE ESPERANZA
“Ya para el Siglo XVI, siguió relatando, tenemos una aportación que me parece muy valiosa y que conviene destacar: la que nos da San Felipe Neri, ‘el Santo de la alegría’, quien nos convida a confiar mucho en la Misericordia de Dios, no para abusar de su Providencia, sino para disponernos a recibir su perdón, su Gracia, y a vivir de una manera no triste, porque, dice el Santo, la Cuaresma no es el tiempo de la tristeza, no es el tiempo de mostrar un rostro demacrado, sino, más bien, un tiempo de vivir alegres, pensando, por una parte, cuánto de Dios hemos recibido, y por otra parte, cuánto de Él, día con día, seguimos recibiendo, y finalmente, en lo mucho que esperamos recibir de Dios, particularmente la vida eterna, la Gloria en la contemplación, cara a cara, de Cristo Resucitado.
“Asimismo, conviene advertir que ya para los Siglos XIX, XX y lo que va del XXI, se haya insistido más en una espiritualidad comunitaria, pues durante los siglos anteriores se insistió en el aspecto individual, y ahora se ha pasado al aspecto eclesial o comunitario.
“Por ejemplo, lo que el Papa Francisco nos dice en su Mensaje Cuaresmal para este año 2014, es cómo hemos de estar atentos a los pobres y cómo hemos de ayudarlos. El Santo Padre entiende la pobreza más allá de la miseria en el aspecto material, pues también caben, dentro del concepto de pobres, aquéllos que viven tristes, desanimados, desorientados; que han perdido el sentido de la vida, el sentido de gozar y gustar de la amistad; que se sienten marginados o que ellos mismos se han aislado de la familia, de la Sociedad.
“El Papa Francisco ha insistido mucho en el aspecto comunitario de la Cuaresma como una preparación, también comunitaria, a la Celebración de la Pascua, sobre todo en la solidaridad, en la responsabilidad que tenemos los unos de los otros, sabiendo que finalmente lo que hacemos a un hermano que se encuentra hambriento, enfermo, abandonado, puede ser sanado si la comunidad eclesial le presta la debida ayuda y le brinda el oportuno acompañamiento.
“De igual modo, hay que pensar lo que decía, de una manera muy prudente y oportuna, el Venerable Papa Paulo VI: ‘La vida entera es una Cuaresma, porque durante esta vida nos estamos preparando, mientras somos peregrinos que vamos de paso, a la Celebración de la Pascua, cuando Dios nos recoja para contemplarlo cara a cara el día en que Él nos llame a su presencia’.
“Es cierto, glosando esta idea maravillosa de Paulo VI, que el día del fallecimiento de un ser querido puede ser un día de luto, de lágrimas, pero hay que pensar que subsiste el alma y que ésta inmediatamente se coloca en la presencia de Dios y goza ya de la visión de su rostro. El alma, por ser espiritual, por ser simple, no tiene partes, no se descompone, es inmortal y es de inmediato puesta ante Dios, para ser por Él purificada, santificada y hecha partícipe de la Gloria de Cristo Resucitado”.
EL DESIERTO DE JESÚS
Nuestro entrevistado ilustró luego que, para los hebreos, el número 40 es significativo: “Por ejemplo, 40 fueron los años que tardaron los hebreos en salir de Egipto y llegar a la tierra prometida. 40 fueron los días que Elías recorrió desde lo que hoy conocemos como Jerusalén hasta el Monte Horeb. Cristo se retiró 40 días para prepararse, como un buen Atleta del Padre, para la realización de una Obra importantísima, que es la predicación del Reino, la Evangelización, primero de la Sociedad judía, y a partir de ella, de la entera Humanidad.
“Lo mismo debe ocurrir entre nosotros: el aprovechar estos cuarenta días para hacer de la Pascua una Fiesta de la Evangelización. Hemos de recordar que el Día de la Resurrección, Cristo se apareció a los discípulos en el Cenáculo, sopló sobre ellos y dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo’, y es gracias al Espíritu Santo como el corazón que está lleno de Cristo se desborda y empieza a hablar de Cristo y a hacer que Cristo sea conocido.
“Esto lo retoma mucho el Papa Francisco en su magisterio; por ejemplo, en la Evangelii Gaudium nos habla de que hemos de salir a evangelizar a todos, pero siempre con una particular alegría, con un singular entusiasmo, sin dejarnos vencer por la frustración o el cansancio. Hay que hacerlo de una manera eclesial y buscar, de una manera especial, a los más pobres, los más alejados, los más marginados; aquéllos que, como él dice, han sufrido la experiencia del descarte, y que ahora son invitados de nuevo a regresar a casa para que se sientan miembros de esta Gran Familia que es la Iglesia, del Pueblo que Cristo adquirió para el Padre con su Pasión, con su Muerte y con su Gloriosa Resurrección”.
LOS PROPÓSITOS DE CUARESMA
Respecto a quienes prometen algún sacrificio como dejar de beber, de fumar, de apostar en juegos de azar o privarse de algún gusto, el Obispo Miguel apuntó: “Si a alguien, en conciencia, le ayuda espiritualmente hacerlo, hágalo, con tal de que ese tiempo o esa experiencia lo aplique para un mayor y mejor servicio a Cristo en la persona de los necesitados. Que no sea algo individualista, sino que tenga una proyección eclesial”.
Finalmente, observó que llama la atención que durante la Cuaresma, el día que más se gasta es cuando obliga el ayuno, la abstinencia o ambos: “Y es que, aunque la Iglesia no lo estipule, estamos habituados a adquirir pescado o mariscos, y creemos que con el solo hecho de privarnos de la carne, ya cumplimos. Mas no es así; el asunto es que ese día no comamos carne y que comamos menos, para que eso que ahorramos, lejos de invertirlo en otros costosos alimentos, lo pongamos en manos de los que comen poco o comen muy mal, o de aquel hermano enfermo que necesita algún medicamento, o de aquel anciano que sufre alguna enfermedad y necesita algún tratamiento o implemento. Esto es, hay que privarnos de algo, mas no para emplearlo en nosotros mismos, porque si lo hacemos así, sería como quitarle el espíritu a la práctica”.
TIEMPO DE RECONCILIACIÓN
“Una práctica muy recomendable es que en las Parroquias haya, por una parte, los Ejercicios Espirituales; pero, de igual manera, debe haber una disponibilidad, tanto del Ministro ordenado como de los fieles, para una buena Confesión, la cual va acompañada de un proceso, de una constante reconciliación con Dios, con los hermanos y con uno mismo.
“También hemos de pensar que en la Cuaresma nos será muy útil el rezo del Vía crucis o del Vía lucis, el que se elija, porque eso nos ayudará a recordar, paso a paso, a digerir el camino de la Cruz o el camino a la Luz. Es una práctica que debe ser valorada y promovida, porque el pueblo latinoamericano es particularmente sensible a la experiencia de Cristo Crucificado, y ésta es una manera de asociarnos, de manera familiar, parroquial, eclesial, a la Pasión y Muerte de Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo de María siempre Virgen”, concluyó Monseñor Romano Gómez.
Opción para vivir la Cuaresma
Un método que nos ayuda a encontrarnos con Dios
Una de las recomendaciones para prepararnos adecuadamente durante el Tiempo de la Cuaresma para la Celebración Pascual, son los Ejercicios Espirituales, pues nos proporcionan las herramientas para alcanzar, durante estos 40 días de penitencia, la conversión.
Dulce Natalia Romero Cruz
Así como podemos hacer ejercicios físicos con nuestro cuerpo, existen también los ejercicios para el espíritu. Los Ejercicios Espirituales son todo un método de ejercitar el alma por medio de la meditación, del examen de conciencia, de la oración vocal y mental. Durante el Tiempo de Cuaresma suele ofrecerse a los fieles, en las Parroquias, la posibilidad de hacerlos.
Al respecto, San Ignacio de Loyola escribió un breve Libro, llamado “Ejercicios Espirituales”, que no es tanto para ser leído, sino para ser puesto en práctica. En él, San Ignacio va proponiendo una serie de actividades espirituales que originalmente se desarrollaban a lo largo de un mes completo, estando en la soledad, en retiro. Pero, actualmente, este prolongado lapso puede adaptarse en pocos días.
Conociendo
El Padre Gustavo Segui, Superior de la Comunidad de Miles Christi en Guadalajara, Instituto que siguiendo los pasos y el método ignacianos predica para Laicos los Ejercicios Espirituales, comentó en entrevista: “En primer lugar, en los Ejercicios Ignacianos se profundiza sobre el fin para el que Dios nos ha creado, y cómo el pecado entró en el mundo y en la vida personal de cada uno. Esto lleva, de un modo sereno, a lograr un profundo arrepentimiento y deseo de conversión, que culmina con la Confesión, muchas veces de toda la vida. Lo que sigue es la contemplación de la vida de Cristo, en la cual se intercalan algunas meditaciones muy características de San Ignacio, como el Reino de Cristo, dos banderas, etc. Todo culmina con la contemplación de Cristo Resucitado, lo cual da, al cierre de los Ejercicios, un tono de gloria que ayuda a emprender las tareas de cada día”.
Además, explicó que el propósito de los Ejercicios es lanzar al alma a la búsqueda de los grados más altos de la perfección: “Como finalidad próxima, tienen una doble meta, que es purificar el alma de pecados y purificar las raíces de los pecados, y conocer la Voluntad de Dios concreta sobre uno, para, con su Gracia, realizarla”.
Es por esto que se aconseja que quien llegue a practicar estos Ejercicios realmente tenga deseos de cambiar, que aspire, en verdad, a una vida más santa. No hay Retiro Espiritual que a lo largo de la Historia haya dado mayor cantidad de Santos a la Iglesia, que los Ejercicios Ignacianos.
En tiempos como los nuestros, en los que la confusión, la multiplicidad de mensajes y la velocidad de los cambios y nuevas situaciones hacen particularmente difícil a nuestros contemporáneos poner orden en sus vidas y responder con determinación y gozo al llamado que el Señor hace a cada uno de nosotros, los Ejercicios Espirituales se convierten en un medio y en un método particularmente valioso a través del cual buscamos a Dios -dentro nuestro, alrededor nuestro y en todas las cosas-, conocemos su Voluntad y la ponemos en práctica”. Papa Benedicto XVI.
¿Por qué en la Cuaresma?
Por otra parte, el Padre Gustavo Segui aseguró: “La Cuaresma es un tiempo de conversión que nos regala la Iglesia en su Liturgia. Un tiempo de Gracia muy importante para prepararnos a celebrar los grandes Misterios de nuestra Redención en la Semana Santa. Los Ejercicios Espirituales Ignacianos son un medio poderosísimo para ponernos en ese camino de conversión de un modo decidido y valiente. Es lo mejor que pudiera recomendarse a una persona que de veras no quiere negarle nada a Dios. El solo hecho de ejercitarse en ellos durante un fin de semana le proporciona una experiencia de Dios y de oración que le pone ‘en forma’, espiritualmente hablando”.
La modalidad más común es que los Ejercicios se den en un clima de silencio, apartado de las actividades diarias; por tanto, en una Casa de Retiros. Esto implica algunos días de “encierro”. Aunque lo ideal sería llevarlos a cabo durante los 30 días que San Ignacio propone, ciertamente esa modalidad es bastante difícil de poner en práctica hoy. En la experiencia del Instituto Miles Christi, se expone la predicación de los Ejercicios en un formato reducido de fin de semana (del viernes por la tarde al domingo por la tarde), adaptado a la realidad de Dios, la forma más eficaz y consecuente con el objetivo querido por San Ignacio para hacerse cada año.
¿Qué es Miles Christi?
Miles Christi (“Soldado de Cristo”) es un Instituto Religioso fundado en la Arquidiócesis de La Plata, Argentina, por el Padre Roberto Juan Yannuzzi en 1984. Congrega a Sacerdotes y Hermanos Coadjutores, quienes, con la Gracia de Dios, se proponen fomentar fervientemente la santidad, para la mayor Gloria de Dios, dedicándose con ardor a la santificación de los Laicos, preponderantemente jóvenes universitarios.
Los principales medios apostólicos de esta Milicia de Cristo son: la dirección espiritual; la predicación de Retiros y Ejercicios Espirituales Ignacianos; la formación intelectual católica a través de Clases, Cursos y Conferencias.
Oración, mortificación y caridad
Éstas son las tres grandes prácticas cuaresmales o medios de la penitencia cristiana. Además, debemos procurar la reconciliación, tener presentes el ayuno y la abstinencia, y hacernos acompañar de la Virgen María.
(FUENTE: Aciprensa)
ORACIÓN
Ante todo, importa la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, el cristiano ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la Gracia entre en su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre a la oración del Espíritu cooperando con su respuesta libre y generosa (Lc 1,38).
Asimismo, no hay que olvidar que la Cuaresma es tiempo propicio para leer y meditar diariamente la Palabra de Dios.
MORTIFICACIÓN
La mortificación y la renuncia, en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de la Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino, más bien, ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas; de aceptar con humildad, gozo y alegría los distintos contratiempos que nos presenta el ritmo de la vida diaria, haciendo ocasión de ellos para unirnos a la Cruz del Señor.
De la misma manera, el renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y el desprendimiento. Incluso el fruto de esas renuncias y desprendimientos podemos traducirlo en alguna limosna para los pobres.
Dentro de esta práctica cuaresmal se aconsejan el ayuno y la abstinencia.
LA CARIDAD
De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, la vivencia de la caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: “Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de la caridad. Si deseamos llegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí a las demás y cubre multitud de pecados”.
“Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hch 20,35). Según Juan Pablo II, el llamado a dar “no se trata de un simple llamamiento moral ni de un mandato que llega al hombre desde fuera”, sino que “está radicado en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente a los demás”.
Por ello será oportuno discernir, conforme a la realidad de nuestras comunidades, qué campañas en favor de los pobres podemos organizar durante la Cuaresma, y cómo podemos alentar, a quienes están cerca de nosotros, a la caridad personal.
LA ABSTINENCIA Y EL AYUNO
La práctica del ayuno, tan característica desde la antigüedad en este tiempo litúrgico, es un “ejercicio” que libera voluntariamente de las necesidades de la vida terrena para redescubrir la necesidad de la vida que viene del Cielo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4; ver Dt 8,3; Lc 4,4).
Ésta es la norma actual acerca del Ayuno y la Abstinencia, según la Conferencia del Episcopado Mexicano:
“Conscientes de la situación de pobreza en que viven muchos sectores de fieles, y dado que nuestra cultura admite otros signos más adecuados de penitencia, disponemos:
“Que se puede suplir la abstinencia de carne todos los viernes del año, a excepción del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo:
- Por la abstinencia de aquellos alimentos que para cada uno significa especial agrado, sea por la materia o por el modo de confección.
- O por una especial obra de caridad.
- O por una especial obra de piedad.
- O por otro significativo sacrificio voluntario.
¿Quiénes están sujetos a la Ley de Ayuno y Abstinencia?
- Abstinencia de carne: todos los que han cumplido 14 años. La ancianidad, por sí sola, no exime de esta Ley de Abstinencia.
- Ayuno: obliga a todos los que han cumplido 18 años. Hasta los comienzos de los 60.
LA VIRGEN MARÍA EN LA CUARESMA
En el Plan Salvífico de Dios (ver Lc 2,34-35) están asociados Cristo Crucificado y la Virgen Dolorosa. Como Cristo es el “Varón de dolores” (Is 53,3), por medio del cual se ha complacido Dios en “reconciliar consigo todos los seres: los del Cielo y los de la Tierra, haciendo la paz por la Sangre de su Cruz” (Col 1,20), así María es la “Mujer del dolor”, que Dios ha querido asociar a su Hijo, como Madre y partícipe de su Pasión. Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada (ver Lc 2,35).
Por ello, la Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor filial a Aquélla que, al pie de la Cruz, nos entregó a su Hijo y se entregó Ella misma con Él, por nuestra Salvación. Este amor filial podemos expresarlo durante la Cuaresma impulsando ciertas devociones marianas propias de este tiempo: “Los Siete Dolores de Santa María Virgen”; la devoción a “Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores” (cuya Memoria litúrgica puede celebrarse el viernes de la V Semana de Cuaresma; y el rezo del Santo Rosario, especialmente los Misterios Dolorosos).
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