jueves, 13 de marzo de 2014

Obispos de la Provincia, comprometidos con la Región

Jesucristo ayer, hoy y siempre


Mensaje de los obispos de la provincia eclesiástica de guadalajara con motivo del año jubilar del aniversario 150 de la creación de esta arquidiócesis


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Desde tiempos bíblicos, un Año Jubilar es la ocasión propicia para agradecer a Dios, autor de la vida, sus dones; marca un tiempo de justicia, paz y perdón. Desde el año 1300 de nuestra Era, la Iglesia Universal celebra el Aniversario del Nacimiento del Verbo Encarnado alentando la Reconciliación y la Gracia entre sus fieles. A ejemplo suyo, las Iglesias particulares aprovechan ciertas fechas memorables para invitar a quienes forman parte de ellas a recordar sucesos cuyos beneficios rebasan las fronteras del tiempo, pues siguen derramando al presente sus beneficios.

Es el caso de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, que para conmemorar el Aniversario 150 de su nacimiento convoca a sus fieles a celebrar un Año Jubilar que, comenzando el 16 de marzo del año 2014, se prolongue hasta el 5 de abril de 2015, día en que será renovada la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús y a Santa María de Guadalupe, hecha al concluir el Primer Concilio Provincial de Guadalajara, en 1897.

Durante este tiempo, tendremos la oportunidad de reflexionar acerca de las raíces de Fe que unen a las Iglesias particulares de Guadalajara, Colima, Tepic, Aguascalientes, Autlán, la Prelatura de Jesús María del Nayar, San Juan de los Lagos y Ciudad Guzmán; de actualizar la colegialidad entre sus Pastores y expresar la gratitud por los dones recibidos en todos estos años, especialmente el copioso número de Testigos de Cristo, ahora venerados con el título de Santos y Beatos.

Dios permitió a esta Provincia eclesiástica, creada mediante la Bula Romana Ecclesia el 26 de enero de 1863, surgir a la vida en el marco del renacimiento de la Iglesia en México, toda vez que las circunstancias históricas y políticas de entonces habían ocasionado, dos años antes, la total aniquilación de la vida consagrada y el destierro de los señores Obispos de todas las Diócesis de esta Patria. Sin embargo, después de ese año, con la multiplicación del número de Obispados, que de diez pasaron a ser diecisiete, resurgió con nuevo impulso una dinámica pastoral que abrió horizontes nuevos y fecundos, muestra de los cuales sería el trepidante Catolicismo Social de los primeros años del siglo pasado.

Eso explica que en esta parte del país los fieles laicos pudieran unirse de forma compacta a favor de la libertad religiosa durante el larguísimo período de 1914 a 1940, resistiendo heroica y valientemente los reiterados intentos del laicismo estatal agresivo para someter a sus intereses los del pueblo creyente.

Los católicos mexicanos, cribados por la adversidad, fomentaron, a partir del Año Guadalupano de 1931, el equivalente de entonces a nuestra Pastoral Orgánica: la Acción Católica. Como nunca antes había sucedido, se multiplicaron las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa en una primavera inédita que modeló esa sensibilidad católica característica hasta nuestros días, de la identidad cultural del pueblo de México, tan admirada por el Papa Juan Pablo II en su primera visita apostólica a nuestro país en 1979, experiencia definitoria para su pontificado.

Somos conscientes de que la herencia recibida nos exige, a los Pastores, evaluar si ahora estamos respondiendo a las expectativas de las nuevas generaciones de cristianos, acosados ya no por una persecución jurídica en contra de su Libertad de Credo, sino por intentos cada día más puntuales para despojar a la persona y a la familia de su esencia y dignidad.

Los niños, los adolescentes y los jóvenes de nuestro tiempo, carentes de una Educación en la Fe progresiva y profunda, son presa fácil del engañoso materialismo hedonista, que mediante formas sutiles y perversas los seduce, atrapa y esclaviza. Los matrimonios, desvinculados de su esencia, el amor recíproco, la fidelidad y la responsabilidad, se desintegran fácilmente. La brecha entre ricos y pobres crece, y las instituciones públicas no alcanzan a responder a las necesidades sociales. El diálogo entre la Razón y la Fe es reemplazado por consignas tendenciosas que buscan provocar la división, la anarquía y el enrarecimiento de la convivencia, incluso en las comunidades pequeñas y tradicionalmente más unidas.

Sin embargo, la voz intensa y el testimonio congruente del Papa Francisco nos alcanza a los Obispos de esta Provincia Eclesiástica y nos sacude en este momento con un clamor que hacemos nuestro al participar a nuestros fieles este Año de Gracia: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”.

Anunciamos, entonces, con alegría y devoción, que la Victoria sobre el Mal ya ha sido ganada; basta tan sólo encontrar a Cristo, Vivo y Resucitado, incorporarlo a nuestras vidas y hacer operativa la Gracia Sacramental que hemos recibido y que este Jubileo nos invita insistentemente a renovar.

Queremos referirnos, en primer lugar, a aquellos que, abatidos por diversos quebrantos, han de recobrar la Esperanza en el Señor de la historia: los pobres, los enfermos, los alejados y abandonados, los que son víctimas del voraz sistema económico y de los sobresaltos sociales y políticos. Son, ustedes, los sujetos privilegiados de este Año Jubilar, porque de ustedes es el Reino de los Cielos.

Nos dirigimos también a las clases rectoras de la sociedad: a los responsables del Sistema de Derecho en una Sociedad democrática, para que faciliten la participación ciudadana y la cultura de la transparencia. A los empresarios, para que, más allá de la mera ganancia, se involucren en la búsqueda de la justicia social y dispongan con generosidad de lo que tienen, como administradores de bienes que han recibido para compartirlos. A los intelectuales, investigadores y hombres de cultura, para que fomenten el ejercicio del humanismo sin etiquetas, el cual brota de lo hondo del corazón humano y lo habilita para captar lo verdadero, lo bueno y lo bello. A los Maestros y Autoridades educativas de las generaciones en proceso de formación, para que recobren el interés y el sentido del deber en torno a los aspectos esenciales a toda educación integral. A los novios, para que apuntalen su relación sentimental como un proceso de conocimiento casto y respetuoso, única garantía para sentar las bases de la auténtica vida familiar, la cual descansa en el amor responsable.

Invitamos, señalada y particularmente a los Agentes de Pastoral en todos los niveles, a renovar su entrega y lubricar sus motivaciones. Son heraldos de un Mensaje que no debe estar oculto, sino puesto en lo alto, y de allí irradiar a los que se sienten solos y viven tristes. En primer lugar, a los Ministros que han recibido las Órdenes Sagradas, para que su unción se extienda a sus labores con el aroma del Buen Pastor. A los Consagrados, Religiosos y Religiosas, para que renueven el brío y el ardor que el Espíritu infundió en los Fundadores de sus carismas, más allá de las necesidades funcionales y humanitarias. A los Seminaristas, para que eviten esa mundanidad espiritual que les acecha de distintas formas para torcer sus aspiraciones al servicio del Reino. A los Evangelizadores y Catequistas en todos los niveles, para que vivan lo que comparten como un proceso orgánico de conversión personal y procuren retroalimentar su inestimable quehacer apostólico en los Sacramentos. Por último, a los que colaboran en Grupos de Catequesis y de Voluntariado Eclesial, para que transmitan a sus familias y a los más pobres alegría y paz en su trato y convivencia.

Finalmente, en amplitud, extendemos este Mensaje a todos los hombres y mujeres de buena voluntad hoy alejados de la Iglesia por el escándalo y la falta de testimonio de algunos que usurparon un ministerio sagrado usándolo para satisfacer sus intereses personales, incluso corrompidos. Les invitamos a recobrar la confianza en el Único que nunca podrá defraudarlos: Aquél que, al encarnarse, asumió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado, y que vive en ustedes, aun en los momentos en los que parece ausente.

Que este Año de Gracia redunde en la comunión entre las Iglesias Diocesanas y Parroquiales que conforman nuestra Provincia Eclesiástica, impulse proyectos comunes, abra vías de colaboración entre los Agentes de Pastoral y nos mantenga a todos no sólo atentos a los signos de los tiempos, sino también oportunos y tenaces para sostener las iniciativas mediante las cuales el Espíritu Santo apuntala el Anuncio el Evangelio a todo viviente. Y que Santa María de Guadalupe y nuestros Santos Mártires intercedan por nosotros y nos acerquen a Jesucristo, principio y fin de la Historia.

Lagos de Moreno, Jalisco, a 16 de marzo de 2014


+ José Francisco Card. Robles

Ortega

Arzobispo de Guadalajara

+ Marcelino Hernández

Rodríguez

Obispo de Colima

+ Luis Artemio Flores Calzada

Obispo de Tepic

+ José María de la Torre Martín

Obispo de Aguascalientes

+ Gonzalo Galván Castillo

Obispo de Autlán

+ José de Jesús González

Hernández, OFM

Obispo Prelado de Jesús María del Nayar

+ Felipe Salazar Villagrana

Obispo de San Juan de los Lagos

+ Braulio Rafael León Villegas

Obispo de Ciudad Guzmán

+ José Trinidad González

Rodríguez

Obispo Auxiliar de Guadalajara

+ Miguel Romano Gómez

Obispo Auxiliar de Guadalajara

+ Juan Humberto Gutiérrez

Valencia

Obispo Auxiliar de Guadalajara

+ José Leopoldo González

González

Obispo Auxiliar de Guadalajara.


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