Involucrados y comprometidos
Pbro. Hipólito Hernández Valle
Vicaría de Pastoral
El Reino de Dios requiere de personas que se comprometan en la tarea de anunciarlo. Todos y cada uno de los que nos hemos encontrado con Cristo vivo estamos llamados a predicarlo en la dinámica del Reino de Dios.
He aquí algunas ideas que refuerzan esta invitación:
La predicación de Jesús se caracteriza por el Anuncio del Reino y lo hace en muchos ambientes.
La proclamación y la instauración del Reino son el objeto principal de la Misión de Jesús; para eso fue enviado (Lc 4,43). Por ello, todo el contenido de su predicación será vislumbrado como parte de esta tarea: “El Mensaje de Jesús tiene su centro en la proclamación del Reino, que en Él mismo se hace presente y viene (DP, 226).
Si lo central de la Misión de Jesús está orientado al Reino, como sus discípulos, nuestros esfuerzos tendrán que ir encaminados hacia la comprensión y vivencia del contenido del Reino que Jesús proclamó.
Ardor y método
Los Evangelios muestran a Jesús en una actividad incansable anunciando la Buena Nueva del Reino y recorriendo muchos lugares (ciudades, pueblos, caseríos, etc.). En un primer momento, este Anuncio se haría solamente en ambientes judíos (Mt 10,5-6), y hasta después de la Resurrección el anuncio se haría universal (Mc 16,15).
Como Jesús, todos hemos de sentirnos movidos a colaborar con Él y fatigarnos en la tarea de anunciar el Reino, recorriendo nuestros ambientes: familia, colonias, barrios, pueblos, nuestra ciudad, centros de trabajo, ámbitos deportivos, etc., tomando en cuenta que el Anuncio del Reino no conoce fronteras.
El Anuncio del Reino es una tarea ardua, que requiere numerosos obreros, por lo que Jesús elige primero a doce (Mt 3, 13-15) y luego a otros 72 discípulos para misionar (Lc 10,1-2).
Ser discípulos del Reino implica hacer vida las exigencias y los valores del Reino; pero, además, colaborar en la tarea de anunciarlo. Se trata de un asunto que continuará más allá de los límites de la existencia terrena de Jesús. Así, todo discípulo de Cristo está llamado a ser misionero.
La mujer, colaboradora del Anuncio
En el proyecto de anunciar el Reino colaboraron (y siguen colaborando) las mujeres de un modo excepcional. Ellas, después de haber experimentado sobre sí mismas los efectos de la llegada del Reino, se adhirieron a la Misión de Jesús, poniendo sus personas al servicio del Reino (Lc 8,1-3).
Las mujeres demostraron hacia Jesús y su ministerio una sensibilidad especial (MD 16). Ellas fueron las primeras en llegar al sepulcro y en ser llamadas a anunciar la Verdad de la Resurrección a los Apóstoles (Mt 28,1-10); (Lc 24,8-11).
Así, podemos afirmar con toda certeza que Jesús no sólo tuvo discípulos sino también discípulas. La Iglesia ha constatado, a lo largo de los siglos, que el servicio y la disponibilidad de la mujer para la expansión del Reino son invaluables.
¡Que nadie se quede con los brazos cruzados!
El Reino nos impulsa a trabajar y a no quedarnos de brazos cruzados, viendo pasar las cosas pero sin hacer algo. Así lo expresa, en el Número 4, el Mensaje final del Documento de Aparecida:
“! Que nadie se quede con los brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no haya sido suficientemente anunciado o acogido, en especial en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras.”
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