P. Octavio Ortiz | Fuente: Catholic.net
Con este Domingo iniciamos el Ciclo B y nos introducimos en el tiempo fuerte del Adviento. Se nos ofrece el tema de la Salvación y su anhelante espera como vínculo de unión de las Lecturas.
En la Primera Lectura nos encontramos con una bellísima Oración, en forma de Salmo, que expresa los sentimientos de los israelitas que volvían gozosos a su Patria después del destierro, pero advertían que, extrañamente, se retrasaba la intervención salvífica de Dios: “¡Ah, si rompieses los Cielos y descendieses!” En esta petición hay, simultáneamente, angustia y confianza, dolor de la realidad actual, pero Esperanza inquebrantable en la promesa del Señor (1L).
La Segunda Lectura, por su parte, expone que los corintios no carecían de ningún don; en Cristo habían sido colmados con toda clase de bendiciones. Más aún, por Gracia de Dios, poseían el mayor de los dones: la participación en la vida de su Hijo Jesucristo. ¡Y Dios es Fiel! Esto es precisamente la Salvación (2L).
El Evangelio de San Marcos indica que la espera vigilante de la Manifestación de Cristo es aquella que debe acompañarnos en nuestra vida mortal. ¡El Señor puede llegar en cualquier momento: velemos, no durmamos! ¡El Señor está por llegar!
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