jueves, 27 de noviembre de 2014

EDITORIAL

Pelotón de marchas sin respuestas ni remedio


Violencia por todos lados, feminicidios a la orden del día, impunidad pagada o silenciada por los poderosos para dar la sensación de que nada pasa. La mentira como moneda de cambio cotidiana está presente en todos los niveles. Con dolor, tenemos la seguridad de que todo esto empezó en el seno de alguna familia, tal vez muy cercana a la nuestra, lo cual nos obligó a guardar silencio, y de alguna manera empezar a ser, también nosotros, cómplices o culpables.

Los dueños del poder y del dinero miran las manifestaciones de protesta como una procesión de seres ajenos, cuya intención es buscar ganancia a río revuelto o querer aparecer en el vídeo publicitado en los Medios de Información. Los contemplan como si fueran fieras salidas de sus jaulas. A veces, en algunas personas hay un rictus de complacencia, pero sin la conciencia de ser parte del problema, al menos en cierta medida.

Es casi diciembre, y no paramos de supurar desconfianza. En una buena porción de la Sociedad se ha perdido la esperanza de que las cosas mejoren. Tal vez, muchos sienten que es un desplome de la dignidad humana, y de dimensión global. Pero, cabe preguntarse: ¿De verdad la situación no puede cambiar? Los indignados, manifestantes o no, ¿hacemos algo para que vuelvan la cordialidad y convivencia más allá de externar nuestra rabia y desencanto?

En las marchas que resaltan los Medios, se subraya que la presión de los que salen a la calle ha crecido de distintas formas. Pero, en general, hay un clima de hartazgo en gran parte de la población ante los problemas insolutos locales, nacionales e internacionales, que han quedado sin respuesta. Se multiplican los discursos, las declaraciones, las opiniones, las entrevistas que la Prensa diluye o magnifica, según sus propios intereses. Mas, lo que parece escasear son las propuestas y las soluciones. Mucha locuacidad, rollos politiqueros, conceptos reiterados y rancios. Entre la conciencia del pueblo y el verbo político o partidario existen abismos que se han ahondado con disimulos, falsedades y verdades a medias. Cada vez más mexicanos se sienten engañados y utilizados por tanta justificación y escoria mediática.

Un rumor popular habla del Gobierno como de un grupo de poder sin alma, sin escrúpulos, sin congruencia, pero que no mengua en sus ambiciones. Y ante ello, cunde la desconfianza por todos lados.

Pero no todo está perdido. Entre este maremágnum podemos atisbar un rayo de esperanza en estos días significativos antes de la Navidad. Descubrimos que el Tiempo del Adviento puede acercarnos a Alguien que sí puede responder a nuestras inquietudes y motivarnos para iniciar algunos verdaderos cambios en la Sociedad; multiplicar el Bien y alejar la discordia. Frente a las vacuas promesas que oímos una y otra vez, frente a las reformas cacareadas y emplumadas de grandeza en la voz engolada de los poderosos y que repiten los santones de la Televisión y la Radio, existe un atisbo de esperanza.

Es menester volver los ojos hacia ella, no perder la cordura; aprovechar al menos este tiempo de anhelos que nos traen las fiestas decembrinas; hacer que la alegría renazca desde dentro, en lo íntimo de nuestras convicciones religiosas, y que produzca el milagro de generar la paz y la confianza en un futuro mejor. Hay que buscar espacios para reconstruir cada familia. Tomar conciencia de que la alegría interior puede restituirnos nuestra confianza y dignidad de seres humanos. Es cierto, urge el advenimiento de tiempos y procederes nuevos. Tampoco se niega el derecho a externar indignación ante los sucesos; pero se impone hacerlo en la cordura. Ni incendios ni proyectiles ni palos ni agresiones ni barricadas ni discursos huecos ni luchas sordas, que sólo atizan más las hogueras. Adviento es esperanza para otros horizontes, pero habremos de trazarlos desde los cimientos. Habrá que suplicar al Esperado con denuedo y reforzada Fe: ¡Ven, Señor, no tardes ya!


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