lunes, 24 de noviembre de 2014

La libertad creadora

Juan López Vergara


El pasaje del Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, compendia la obra escrita por San Mateo al presentar a Jesús como el Señor de la Historia, quien nos revela que en el dolor del pobre, en el clamor de los oprimidos, descubrimos el lugar teológico por excelencia: el compromiso en favor de los necesitados constituye el nervio de nuestra Fe, por la clara identificación entre Jesús y los pobres (Mt 25, 31-46).


Significativos

títulos cristológicos


Es un texto exclusivo del Evangelio según San Mateo, que muestra su visión eclesiológica, y en cuya base descubrimos una sorprendente Cristología. Es una página en la que el Evangelista conjunta importantes títulos cristológicos: ‘Hijo del hombre’ (v. 31a); ‘Rey’ (v. 31b; 34; 40); ‘Pastor’ (v. 32); ‘Señor’ (v. 37; 44). También, de forma implícita, el título de ‘Hijo’, cuando el Rey dice a quienes haya colocado a su derecha: “Vengan, benditos de ‘mi Padre’, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la Creación del Mundo” (v. 34). También alude al título de ‘Emmanuel’ con el que Mateo forma una aleccionadora inclusión en su obra, por ser el primero (véase 1, 23) y el último que otorga a Jesús: “Y he aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (28, 20).


Jesús y sus pequeños

hermanos


Para el Evangelista, el problema cristológico fundamental radica en situar a Cristo en la Historia, lo cual en este texto se nos revela con meridiana claridad, cuando al final de cada diálogo, Jesús, el Hijo del hombre, el Rey, el Hijo, el Pastor, el Señor, asegura: “Cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron” (v. 40; compárese: v. 45). Jesucristo, nuestro Salvador, prolonga su Encarnación en el rostro del hermano necesitado, alentándonos a vivir en plenitud nuestra libertad de hijos de Dios.


El desafío de la libertad
Jesús nos invita a repensar nuestra escala de valores, exhortándonos a constatar que lo más excelente del Universo es el hombre, y de él, su libertad, y de ella, el amor, y de este último, el amor de caridad. ¡Cuánta razón tenía mi madre al repetirnos constantemente aquellas enseñanzas del Catecismo de Ripalda: “¿Quién es el más grande a los ojos de Dios? El que tenga mayor caridad, sea quien sea”.

Sin embargo, considero que en esta página, San Mateo hace, primordialmente, una llamada a la libertad. No aquella libertad a la que Kant se refería como un ‘yo debo’, sino como un ‘yo puedo’, que me afirma como persona al descubrirme capaz de hacer el Bien. La Historia de la Salvación es una Salvación en la Historia.

Los pobres que veremos reunidos en el Día del Juicio, no son seres abstractos, sino hermanos de carne y hueso: los de Biafra, los de Chiapas y los de nuestras colonias marginales. Nuestra vocación de hijos de Dios implica el riesgo de la libertad creadora, porque si no nos arriesgamos creativamente, ponemos en peligro no sólo la solidaridad, sino nuestra propia salvación.


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