Juan López Vergara
La Iglesia ofrece el día de hoy un pasa je del Evangelio de gran actualidad, que nos muestra cómo situarnos en la vida con respecto a nuestra relación con las necesidades materiales, revelándonos que lo prioritario para todo cristiano radica en buscar el Proyecto de Dios y su Justicia, con la plena confianza en que todo lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6, 24-34).
UNA NUEVA FORMA DE CAMINAR POR LA VIDA
Jesús, quien no tenía dónde recargar su cabeza (compárese Mt 8, 20), advirtió a sus discípulos: “No pueden ustedes servir a Dios y al dinero” (v. 24, compárese: I Tm 6, 10). Pedro y Juan lo entendieron de maravilla, pues a aquel hombre tu-llido, quien les miraba con fijeza esperando recibir algo, “Pedro le dijo: ‘No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar” (Hch 3, 6). ¡Gracias a Dios que no llevaban unas monedillas! El milagro no se redujo a devolverle la capacidad de andar, sino lo superó al enseñarlo a caminar de una nueva forma por los senderos de la vida, con la mirada puesta en la Persona del Señor Jesús.
BÚSQUEDA DE LO ESENCIAL
Jesús aconsejó a los suyos: “No se preocupen por su vida pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (v. 25). El Señor explaya, en un par de imágenes, la actitud de Dios Padre que, si cuida de las aves y de las flores, cuidará con mucha mayor razón de sus hijos (véanse vv. 26-30).
Les pide buscar lo esencial y los anima a no inquietarse pensando “¿qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no co-nocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre Celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su Justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura” (vv. 31-33). En el Padrenuestro, somos invitados a pedir el pan necesario para hoy, lo cual equivale a poner nuestra confianza en Dios Padre, de quien recibimos todo (compárese v. 34 y Mt 6, 11).
LOS CALCETINES AZULES
Un acaudalado judío dijo a su único vástago: “Hijo, ya pronto moriré. Tengo muchos bienes de fortuna, de los cuales te he nombrado heredero. Lo que más valoro es la gracia recibida de poder haber hecho el Bien, pues, como tú sabes, compartí sin egoísmo la riqueza a la que el Buen Dios me permitió acceder. Mi último deseo es que al morirme me en-tierres con mis calcetines azules”. El hijo, sorprendido, simplemente contestó: “Sí, papá”. Cuando el Rabino recibió el cuerpo del piadoso y ge-neroso judío, le dijo a su hijo: “Joven, debido a nuestras tradiciones, debemos enterrar a tu padre desnudo”. El hijo, entonces, abrió el Testamento, que iniciaba: “¡Ya te diste cuenta de que ni los calcetines vamos a llevarnos…!”
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