jueves, 20 de febrero de 2014

La existencia como Caridad

Ahorro y juego


Pbro. Germán Orozco Mora

Mexicali, B.C.


La existencia puede vivirse como economía, como desinterés o como caridad. La reciente Reforma Fiscal promovida por el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y validada por la mayoría de los Legisladores, está motivada por la necesidad pecuniaria de la Hacienda nacional, que busca activarse a través de subir los impuestos de los contribuyentes para obtener mayores ingresos y, supuestamente, dedicarlos a obras y servicios públicos en todo el país; por ejemplo, para mejorar la Educación en todos los niveles.

Sin embargo, quienes se oponen a la ya aprobada Reforma Fiscal 2014, advierten que ésta afectará negativamente no sólo a las empresas nacionales y extranjeras, sino directamente, y al corto plazo, a las familias de los millones de trabajadores que son los que mantienen vivo con su esfuerzo a este país. La Reforma, dicen, va contra la planta productiva nacional, motor del desarrollo nacional.

En toda la República, basta que los sindicatos de burócratas paralicen sus actividades para exigir y obtener un aumento salarial, pues los Gobiernos Federal, Estatales y Municipales siempre ceden a las exigencias del “Ogro Filantrópico”. En cambio, los trabajadores comunes y asalariados en empresas y trabajos informales, tienen que aceptar pasivamente, y sin protestar, los ya recurrentes y ridículos aumentos de sueldos de fin de año, que generalmente consisten en dos o tres pesos más.


Abismales diferencias

La existencia puede vivirse como economía en el sentido materialista, pero también con desinterés, como es el caso de millones de personas que ni trabajan ni estudian, o como la viven los políticos de altos vuelos, de todos los niveles de Gobierno y de todos los Partidos, a quienes les es indiferente el sentir popular o la vida miserable de los desempleados o de quienes viven de empleos mal pagados o de subempleos informales.

Mientras aquéllos sigan ganando cientos de miles de pesos por mes, poco les importará que haya otros que mueran de hambre o sobrevivan al día.

Más de 200 millones de personas en América Latina, se sabía desde los 90´s, tenían para vivir cada día el equivalente a un dólar.

Basta conocer un poco el tema de las remesas o dinero que envían los trabajadores legales e ilegales de México y de Latinoamérica residentes en Estados Unidos, para admirarlos y reconocer que, desde hace muchos sexenios, millones de compatriotas viven gracias a lo que caritativa o fraternalmente les envían sus padres, esposos, hijos, hermanos o familiares del otro lado de la frontera. Hay, incluso, Estados como Michoacán y Zacatecas, cuyo dinero de las remesas supera en más del 150 por ciento el presupuesto de sus Gobiernos, que es gastado casi todo en pagar a sus burócratas.

Dirán algunos: ¿Y los abundantes ingresos del petróleo o del turismo, a dónde van? Los Economistas oficiales afirman que éstas son las dos fuentes principales de ingresos de México. Pues sí, pero todo eso se queda en manos de políticos, funcionarios y trabajadores al servicio del Estado, siendo muy poco lo que se destina a obra pública, y mucho menos a apoyar a las clases más necesitadas.


Círculos perniciosos

Parece ser cierto lo que extrañamente viene repitiendo el Periodista Sergio Sarmiento en sus Columnas: el Presidente Peña Nieto quiere tanto a los pobres, que los quiere pobres, para así poder el PRI seguir comprándoles sus voluntades y votos en épocas electorales. Pareciera que la política es arrinconarlos en un callejón sin salida: Te tengo pobre para darte algo, a cambio de que me des tu voto.

Mas, a la existencia de los políticos como economía y desinterés ante las necesidades de las clases trabajadoras con sueldos miserables, habría que agregar la actitud de la misma Sociedad y su existencia vivida con indiferencia, como si sólo importan y están en primer lugar sus dependencias, sus hábitos, sus costumbres y sus irrenunciables maneras de vivir. Así las cosas, se vuelve redundante: te enfermo para que consumas medicinas; te hago delincuente para que Jueces y Abogados obtengan ganancias; te regalo la droga para hacerte dependiente toda la vida y así aprovecharme de ti, etcétera.

De este modo, en México las existencias se mezclan entre la indiferencia, la ambición económica y la caridad. Todo parece indicar que la mezquina realidad nacional llegará a un límite insoportable. Eso sí, cabe señalar que ni la Guerra de Independencia ni la de Reforma ni la Revolución pudieron terminar con las injusticias ni resolver las necesidades de las grandes mayorías.

Quiera Dios que el Primer Mandatario y los Parlamentarios que aprobaron la Reforma Fiscal (quienes acaban de “modernizar” la sede del Congreso para adaptarle lujosas y frívolas adecuaciones), se den la oportunidad de transformar la situación de la quebrantada población que vive al día con salarios miserables. Quiera Dios, y ellos se esfuercen humanamente por lograrlo. ¿Será?…


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