A los que viven en situación irregular
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
Una tragedia espiritual viven los católicos que están en unión libre o que, casados por la Iglesia, se han separado y viven con otra persona, ya que, aunque pertenecen a la Iglesia, no pueden participar plenamente de la vida de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II, hoy Beato, lamentaba ya, hace más de 30 años, que los divorcios y separaciones se estuvieran volviendo muy frecuentes, afectando con ello la vida de las personas y de la Iglesia.
Sin embargo, en una Carta sobre la Familia (Familiaris Consortio, 1981, Números 79-85) ofrece a estas parejas una luz de esperanza y una Pastoral de Misericordia. Les recuerda, ante todo, que la Iglesia es Madre que conoce y comprende las dificultades por las que pasan, y que, como bautizados, aunque vivan en una situación irregular, siguen siendo hijos de la Iglesia y ciudadanos del Pueblo de Dios.
RAZONES MUY CLARAS
Se refiere a los que viven en unión libre sin ningún compromiso, a los católicos casados solamente al Civil, y a los que se casaron por la Iglesia pero se separaron y viven con otra persona. Su situación es irregular porque la Voluntad de Dios es el matrimonio indisoluble, que no admite divorcio y que fue elevado por Cristo a la categoría de Sacramento. Preguntado Jesús si podría el hombre, por alguna razón, divorciarse de su mujer, respondió que por ninguna razón puede el hombre separarse de su legítima mujer, ni ésta de su legítimo marido, y que el que se separa y se junta con otra, comete adulterio (Mt. 19,3-6).
Los que están viviendo en unión libre, bajo ninguna Ley pueden ni deben pensar en casarse por la Iglesia y recibir la Gracia del Sacramento del Matrimonio. Igualmente, los que se han casado solamente al Civil. Quienes contrajeron matrimonio eclesiástico y se separaron, deben, en cuanto sea posible, buscar al legítimo cónyuge, reconciliarse con él y volver a vivir bajo la Ley de Dios. Si esto no fuera posible por alguna razón seria, traten de vivir su vida cristiana, aunque sea de forma limitada, ya que no pueden acercarse a los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía por estar viviendo fuera de la Ley de Dios.
UNA MIRADA COMPRENSIVA
Todas esas personas que viven en unión libre, o divorciados vueltos a casar que no pueden recibir los Sacramentos, sí pueden, dice el Papa, escuchar la Palabra de Dios, asistir a la Santa Misa, hacer frecuente oración para pedir a Dios, que todo lo puede, una salida de su situación irregular hacia la Salvación. También pueden y deben educar cristianamente a sus hijos y procurar que éstos reciban los Sacramentos; hacer obras de caridad; colaborar en iniciativas de la Sociedad en favor de la justicia y la paz, y practicar mortificaciones voluntarias que los acerquen a Dios.
A veces suele acusarse a la Iglesia de dureza e incomprensión en este campo, pero no es así; la Iglesia, como Maestra de la Fe, debe enseñar con fidelidad lo que Cristo dejó dicho.
Un caso especial es el de los casados por la Iglesia que a un determinado momento se separan porque la vida llega a ser imposible con el cónyuge y viven sin buscar otra compañía. Estas personas pueden y deben acercarse al Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, sobre todo tratándose de la parte inocente.
Es común oír decir que uno tiene derecho a rehacer su vida, animando con ello a separarse del legítimo cónyuge ante cualquier dificultad y buscarse otro. Esto tiene sentido para los que no creen en Dios ni en el Juicio ni en la vida futura; pero, para los creyentes, rehacer la vida significa orientarla hacia Dios y buscar la felicidad eterna, porque después de esta vida hay otra que puede ser inmensamente feliz o inmensamente desdichada.
Nuestro Papa Francisco no deja de insistir en la comprensión, en la misericordia y en la caridad hacia todos los que sufren. Las penas morales, que son mucho más punzantes que los dolores físicos y atormentan de día y de noche la conciencia, necesitan ayuda. En este espíritu de comprensión y misericordia, van estas reflexiones de nuestro tan querido Papa, el Beato Juan Pablo II, para aquéllos que viven en situación irregular.
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