Querida Lupita:
Mi hijo de 18 años dice que quiere entrar al Seminario. Yo me he sorprendido mucho, pues él es un joven alegre, sano, lleno de planes. No creo que tenga una vocación o llamado especial; lo veo muy amiguero y fiestero. Creo que lo que le impactó fue ver a los seminaristas jugando futbol.
Soy madre soltera y él es mi sostén con sus otros hermanos, de 17 y de 16 años. Creo que de su parte sería egoísta si se fuera. Es muy joven, además, como para saber qué es lo que quiere.
He rezado al final de la Misa la oración por la que pedimos Sacerdotes al Señor, pero nunca imaginé que querría sacar uno de entre mis hijos. No sé cómo reaccionar; me siento inquieta. ¿Puedes orientarme?
Ma. Cristina.
Hermana en Cristo, Cristy:
Seguramente has escuchado el dicho popular que dice: “Que se haga la Voluntad de Dios en las vacas de mi compadre”. O en palabras de Monseñor Fulton Sheen: “Tenemos a Cristo, pero nos falta la Cruz”.
Tu hijo tiene cualidades excelentes para ejercer el ministerio sacerdotal. ¿Crees que el llamado es para chicos aburridos o poco talentosos? El Sacerdote es un elegido, “separado”, consagrado por el Sacramento del Orden. Es otro Cristo en la Tierra, mediador, puente, maestro, ministro, pastor…
El Derecho Canónico habla del sacerdocio ministerial así: “Es el Sacramento por el que algunos de los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con carácter indeleble y destinados a apacentar al Pueblo de Dios, desempeñando, en la Persona de Cristo Cabeza, funciones de enseñar, santificar y regir”.
Cristo ha dado poderes especiales a los Sacerdotes; el poder para perdonar los pecados, y el más maravilloso de todos, el de la transubstanciación; es decir, la capacidad de hacer bajar a Dios para hacerse presente en la Tierra. “Sin sacerdotes, no hay Eucaristía”.
Padres de familia: ha de ser un gozo, un asombro, una sensación indescriptible de predilección, el saberse elegidos como progenitores de un Sacerdote. Cuando su hijo les diga que quiere entrar al Seminario, deben considerar lo siguiente:
- Entrar al Seminario no quiere decir, necesariamente, que se ordenará. Él está aceptando la invitación de Cristo para descubrir su vocación, y esta respuesta es, en verdad, inteligente.
- La formación que reciba ahí será fuente de madurez para su vida, ya sea que decida hacerse Sacerdote o comprenda que su vocación es para el matrimonio o la vida consagrada.
- Los mejores hombres son para Cristo, ¡sí Señor!
- Entregar un hijo a Dios será fuente de abundantes bendiciones en la vida de toda la familia. No tengan miedo de decir Sí, junto con él.
- ¡La vida en el Seminario es una probadita de cielo! Disciplina, virtudes, misticismo, deporte, estudio, camaradería, alegría, Fe… Todo esto será parte de su diario vivir. ¿Cómo despreciar tan gran regalo?
Por nuestra ignorancia, desdeñamos lo que más vale. Ya viene el Día del Seminario y nos toca colaborar de todas las formas posibles. Podemos orar por los Seminaristas y sus Formadores; podemos apoyar económicamente para el sostenimiento de todos ellos (la gran mayoría no paga o no cubre completo por sus estudios, alimentos, hospedaje, medicamentos, libros…); o podemos entregar a un hijo que ha sentido ese maravilloso llamado de llevar adelante la más excelsa misión en la Tierra: la Salvación de las almas.
Gracias a nuestros hermanos los Sacerdotes, que han sabido responder con un SÍ Sostenido Mayor a esa vocación preferencial. Oremos para que sean santos.
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