jueves, 20 de febrero de 2014

EDITORIAL

Mi ciudad fue… ahora es…


Guadalajara, ¿dónde quedó tu alma de provinciana? Creciste como adolescente, rompiendo esquemas y saltando etapas, hasta llegar a una vejez más de cuatro veces centenaria, y aunque hoy brillan muchos cristales de edificios enormes y modernos con el mismo sol que sale por Tonalá, la necesidad sigue mordiendo tu rebozo de pura vergüenza en muchos hogares donde, como antaño, abunda la promiscuidad, falta el aseo y la intimidad. Y cómo añoran Los Colomitos lejanos tus “ojitos de agua hermanos, para llenar sus jarritos” y satisfacer la sed de tu mancha urbana, cada día más enorme.

Se acerca, cada vez con mayor prisa y desencanto, la conmemoración del V Centenario de esta megalópolis llena de contrastes, de donde han surgido luchadores y gobiernos de toda especie; políticos, artistas, santos, mártires, mujeres virtuosas y familias de leyenda; deportistas de renombre y prosapia, como también se han suscitado patéticos enfrentamientos que, sin embargo, no han impedido el sueño de seguir siendo tapatíos.

Guadalajara acaba de celebrar su cumpleaños 472 con una invitación a repoblar el centro y a que sus habitantes se esmeren en la limpieza, como se hacía antes. Se ofreció, con este motivo, un poco de pan y un mucho de diversión, pero nada se dijo de la lucha frontal contra sus problemas graves que hoy la enferman: transporte, seguridad, agua, pavimentos maltrechos, alumbrado, contaminación, educación y hasta evangelización, que se les debe a muchos, y un etcétera largo.

Para millones de tapatíos, por encima de aniversarios y festejos, continúan inconmovibles e invaluables los tradicionales símbolos religiosos, como la Virgen Zapopana, la amorosa Madre, paño de lágrimas de devotos que no tienen a quién más acudir para aliviar sus penas. “¡Ay Zapopanita del alma!, nunca escuché otras campanas, como las graves de tu Convento, donde se alivian mis sufrimientos”.

Y aquí se cuenta también, como una bendición, con un Seminario tres veces centenario, del que han surgido hombres de Ciencia, de Letras, de Artes y, desde luego, los dedicados a forjar el tejido social y fortificar el religioso, de esta Perla de Occidente.

A lo largo de los años se reiteran o se reinventan ostentosos festejos de Aniversario, pero, al mismo tiempo se destina a las colonias más alejadas un magro presupuesto para sus mejoras urgentes. Se magnifica la efeméride con pasatiempos, pero sólo para distraer la irritación que en muchos provoca la injusticia social. El diseño de la ciudad y sus servicios carecen de dimensión y sentido humano, prevaleciendo el cálculo pecaminoso de la ganancia fácil. Como Ciudad, Guadalajara posee calidad internacional, pero en trapacerías.

Aquí en el Occidente, hacen más ruido quienes sienten afectados sus intereses, pero pocas veces se defiende la dignidad del ser humano como tal. Por ejemplo, en estos días, los taxistas se han manifestado contra los nuevos requisitos que se exigen para declarar impuestos; ponen en entredicho las bondades de la Reforma Fiscal, y afirman que constituye un cúmulo de dificultades, de trámites que huelen a trampa. No obstante, el Gobierno, impasible, afirma que “la reforma va…” y con todas sus consecuencias. En contraparte, nadie se manifiesta para reclamar nuevos esquemas de convivencia social, educativa, laboral.

El antiguo olor a tierra mojada de las silenciosas madrugadas ha evolucionado en baches profundos, en pavimentos endebles, pagados a precio de dádiva y corrupción. Antes se hablaba de las dos “Guadalajaras”, tan opuestas económicamente, la del Oriente y la del Poniente; pero hoy la pobreza crece y rodea toda la urbe por los cuatro puntos cardinales, como también crecen las ganancias de unos cuantos a ritmo exorbitante…

Pese a todo, aún hay esperanza; hay, en el horizonte lejano, un futuro de grandeza; hay, como siempre ha habido, ánimo y voluntad de resolución en la sangre y en el alma de los tapatíos.


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