lunes, 10 de febrero de 2014

El Pueblo de Dios requiere Sacerdotes santos

Un nuevo Presbítero


Emotiva ceremonia, llena de acompañamiento y de piedad, enmarcó la Ordenación Sacerdotal del Diácono Benjamín Martín del Campo Ceballos


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José de Jesús Parada Tovar


Al Suroeste del Área Metropolitana, en la Colonia Paraísos del Colli, al mediodía del sábado 1º de febrero, la Comunidad Parroquial de María Madre del Redentor vibró de alegría y devoción con la solemnidad de la Santa Misa en la que el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal José Francisco Robles Ortega, administró el Sacramento del Orden a este joven que se incorpora al Clero tapatío, luego de haber hecho su servicio diaconal precisamente en esa porción de la Iglesia.

En la Celebración Eucarística participaron también unos 40 Sacerdotes, la mayoría compañeros y contemporáneos del ordenando, así como el Padre Vicerrector del Seminario Diocesano, José Guadalupe Miranda Martínez, y el Párroco anfitrión, Héctor López Alvarado.

La última llamada de Misa fundió el incesante repique de las campanas con una serie de cohetones. El interior del templo, lleno a toda su capacidad, e incluyendo a familiares, amistades, feligreses, alumnos de Seminaristas en Familia (SEM-FAM)e integrantes de la Schola Cantorum del Seminario Menor, conducida por el Padre Édgar Iván Preciado Mariscal, hizo necesario acondicionar también el espacioso atrio para la numerosa asamblea.


LA PRESENCIA DEL PASTOR

De entrada, al inicio de la Misa, el señor Cura López Alvarado hizo sentir el gozo de su Comunidad, “primeramente por el don que para la Iglesia representa este nuevo Sacerdote. También soy portavoz de los sentimientos de alegría y gratitud de esta Parroquia, señor Cardenal Francisco Robles, por su presencia como Pastor del rebaño y por animar el empeño que ha enfatizado en la Nueva Evangelización el Papa Francisco, y que usted ha encabezado aquí mediante el Sexto Plan Diocesano de Pastoral, que nos incita a un estado de Misión Permanente”.

Y rubricó: “En estos tiempos tan difíciles en que se repiten las situaciones de violencia y que quieren robarnos la Esperanza, su palabra y su presencia, señor Cardenal, son, para todos nosotros, como un bálsamo. Gracias por bendecirnos con este regalo de un nuevo Sacerdote, que es, igualmente, un don para la Iglesia”.


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LO HUMANO Y LO DIVINO

Momentos antes de proceder al Rito propiamente dicho de la Ordenación, el Arzobispo Metropolitano, también Rector del Seminario, advirtió durante la homilía: “Debe quedarnos muy claro que el Sacerdote es un hombre, tomado de entre los hombres, para el servicio de Dios y de su Iglesia. De él, conocemos lo más normal de sus condiciones y lo más humano de sus relaciones, con sus virtudes, defectos y cualidades. A los ojos humanos, es como todos; pero también, por la unción y la oración que lo consagra en este Sacramento del Orden, experimenta una transformación especial en el ser de Cristo, que es Pastor y Esposo de su Iglesia.

“A nosotros no nos es dado ver esa transformación, pero es el signo del Sacramento que lo hace identificarse con Cristo, Siervo, Cabeza y Pastor de la Iglesia desde lo más profundo de su persona. Sin embargo, tiene que hacerla ver con su manera de ser y de actuar. Es la forma de responder al llamado de Quien lo eligió para colocarlo en medio de su Pueblo, para servirle. Y el servicio más grande de Jesús fue darnos su Vida, su Sangre, para merecernos el perdón, la reconciliación, la misericordia y la participación de su Vida misma.

“Por eso, el Sacerdote debe transparentar ese servicio al Pueblo de Dios anunciándolo insistentemente con la Palabra y produciendo frutos de Fe; comunicando la Vida de Dios y santificando a los fieles mediante los Sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía como culmen. El Presbítero es Sacerdote que ofrece a Dios el Sacrificio en nombre de su Pueblo, y que se ofrece él mismo en donación por su Pueblo; es Sacerdote y Profeta. Por lo mismo, está especialmente llamado a vivir en santidad y a irradiar esa Vida de Dios”.

Como Padrinos para el caso, revistieron al Padre Benjamín con sus nuevos ornamentos (estola y casulla), el señor Cura Héctor López y el Padre Antonio Sandoval Ramírez. Posteriormente a la unción, la oración consecratoria y la entrega del cáliz y la patena, y tras la imposición de las manos por parte del Prelado consagrante (signo de la presencia y acompañamiento del Espíritu Santo), hicieron lo propio todos los Clérigos concelebrantes, así como después le dieron el abrazo de paz.


RENDIDO AGRADECIMIENTO

Poco antes de la Bendición final, los papás del neo Presbítero, alternando el uso de la palabra, expresaron conmovidos: “A nombre de la Familia, damos gracias a Dios porque es Eterna su Misericordia. Gracias al Seminario, a sus Formadores, a los compañeros de nuestro hijo y a sus familiares, que también consideramos como nuestros. Gracias al señor Cardenal Francisco Robles por su presencia y cercanía, así como por aceptar ésta nuestra ofrenda que hicimos a Dios desde hace mucho tiempo”. Asimismo, reconocieron el trato caritativo y aleccionador que a su hijo dio esta Comunidad de María Madre del Redentor durante su servicio como Diácono, y exhortaron a la asamblea “a rezar diariamente por los Sacerdotes y a no temer dar hijos para el servicio del Evangelio”.

Al término, y luego del besamanos al recién ungido, todos los invitados pudieron disfrutar de un banquete, amenizado con música y canciones vernáculas, mientras el Sacerdote Benjamín departía con cada grupo, y señaladamente con quienes fueron sus condiscípulos, tanto Eclesiásticos como Laicos, ahí presentes para testimoniar su aprecio a un integrante muy estimado de esa Generación.


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