Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Amigas, amigos:
En esta ocasión quiero recordarles que conocer a Jesús es un regalo de Dios; tener a Jesucristo por medio de la Fe es una Gracia que no debemos dejar de agradecer al Creador. Conocer a Jesús es la dicha más grande que nosotros podemos tener en esta vida, porque sólo en Él está la Salvación, el conocimiento del verdadero sentido de la vida, de nuestro origen y de nuestro fin; sólo en Jesucristo tiene razón de ser toda nuestra existencia.
Cristo es la Luz que nos iluminó por primera vez el día de nuestro Bautismo, y esa Luz nosotros estamos llamados a acrecentarla cada día más. ¿Y saben cómo debemos hacer para que la Luz de Jesucristo brille cada día con mayor intensidad para nosotros en la Fe y para los demás con nuestro testimonio? Pues aplicándonos a conocer su Palabra. Si nosotros lo hacemos así, ésta brillará con mayor intensidad y, a la vez, nos hará brillar como testigos de la Luz, como testimonios de Jesucristo en medio de los demás.
Hermanos, hermanas, no caigamos en la tentación de creer en Jesús sólo de palabra; de creer en Él sólo cuando estamos afligidos, cuando no encontremos la puerta, cuando no hallemos solución a nuestros problemas; no esperemos esos momentos extremos, sino que tengamos siempre a Jesús como nuestro Dios y Señor, como nuestro Mesías y Salvador. Que Él ilumine todas las circunstancias de nuestra vida, y que Él, por el ejemplo de nuestro buen comportamiento, sea conocido y amado también por los demás.
Salgamos al encuentro del que es Luz que ilumina a todos los hombres y dejémonos iluminar cada vez más por sus enseñanzas y su Palabra; que Jesús dirija nuestros criterios, pensamientos, palabras, manera de ser y comportamiento.
No seamos cristianos sólo de nombre o por tradición, porque nos bautizaron o porque nuestros padres y abuelos lo fueron; seamos auténticos discípulos y discípulas de Jesús porque lo conocemos, lo amamos, lo seguimos, porque vamos tras sus huellas y pasos. Hagamos que el encuentro con Jesucristo ilumine y dé sentido a nuestra existencia.
María es un ejemplo y modelo para nosotros de acoger a Jesús; Ella puso todo su ser al servicio de Jesucristo el Hijo de Dios hecho hombre y nacido para nuestra Salvación. María es el modelo de discípula que siempre estuvo a la escucha de la Palabra de Dios, y es también modelo de obediencia y de seguimiento a su Hijo Jesucristo hasta la Cruz. María está íntimamente unida a la Obra de Salvación que Jesucristo Nuestro Señor llevó a cabo con su Muerte y con su Resurrección; María se hizo solidaria con los pobres, que somos todos nosotros, porque hemos sido dañados por el pecado, y María se ha solidarizado con nosotros. Por eso Ella no llevó al templo la ofrenda de los ricos, un cordero; sino dos palomas, la ofrenda de los pobres; para sentirse cercana, solidaria y maternal con nuestra pobre Humanidad.
Acojamos, pues, el testimonio de María, y unidos a Ella, vayamos siempre al encuentro de esta Luz intensísima que nos ilumina y que es Jesucristo Nuestro Señor.
Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
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