En su Mensaje para la Cuaresma, el Papa explica la invitación a la pobreza evangélica
La Cuaresma se iniciará el 5 de marzo, y el Mensaje del Santo Padre lleva por título: “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. Ahí, el Romano Pontífice establece la diferencia entre “pobreza” y “miseria”.
En la primera parte del Mensaje, Francisco se cuestiona: “¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?”. Y responde: “Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza”.
Luego agrega: “Cristo, el Hijo Eterno de Dios, igual al Padre en Poder y Gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se vació, para ser, en todo, semejante a nosotros”. Y afirma después: “Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado”.
A la pregunta de por qué Jesús se hizo pobre, el Santo Padre replica: “Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesite penitencia o conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados”.
De miserias a miserias
Para diferenciar la pobreza de la miseria, Francisco explica que “la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”, y distingue tres tipos de miseria: material, moral y espiritual.
La miseria material, dice, “es la que habitualmente llamamos pobreza, y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad, como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural”.
La miseria moral consiste “en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros -a menudo joven- tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza!”
Po otra parte, “la miseria espiritual nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su Amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera. El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual; en cada ambiente, el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido; que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente”.
Se necesita una Iglesia dispuesta
Para vivir plenamente el tiempo cuaresmal, en su verdadero sentido, el Vicario de Cristo nos convoca: “Es hermoso experimentar la alegría de extender esta Buena Nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de Amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana…
“Que este Tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar, a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, el Mensaje Evangélico, que se resume en el Anuncio del Amor del Padre Misericordioso, listo para abrazar, en Cristo, a cada persona. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.
El Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2014 termina con dos peticiones y dos bendiciones: “Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.”
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