Se dice en Italia
La periferia de la Iglesia responde
Desde que asumió el pontificado, el Papa argentino ha modificado el protocolo de la Iglesia. Ofrecemos las reflexiones que hace el Periodista italiano Raniero La Valle acerca del “ministerio”, de las preguntas y las respuestas dentro de la Iglesia, y la importancia de abrir la participación de los Laicos hacia el Sínodo Extraordinario de los Obispos sobre la Familia, a realizarse del 5 al 19 de octubre de 2014.
Rianero La Valle
(Periódico “Rocca”, No. 3, 2014)
Traducción del P. Carlos Mongardi,
Misionero Xaveriano, Zapopan.
Fue Monseñor Lorenzo Baldisseri, recién nombrado Secretario del Sínodo de los Obispos, quien rompió la demora y los autismos de la Curia al decir al mundo entero que todos podían enviar libremente textos, reflexiones y sugerencias al Sínodo Extraordinario sobre la Familia, aun sin pasar por el canal canónico de los Obispos. Ahora, aquel Monseñor ha sido nombrado Cardenal como signo de que no se ha dado golpes al aire y que el Papa está de acuerdo con él en que hay que dar la palabra a toda la Iglesia. Tan es así, que en vez de ser regañado ha sido promovido.
Por lo demás, hay una coherencia: ¿Qué sentido tendría la insistencia del Papa Francisco sobre las periferias si la relación de la Iglesia con éstas fuera una relación descendente, paternalista, de una Iglesia que sale de las alfombras y baja de los púlpitos para ir a inspeccionar las periferias, sino una relación por la que la Iglesia se reconoce a sí misma como una periferia, y escucha, a la vez que da la palabra a las periferias?
¿QUIÉNES SOMOS IGLESIA?
En los mismos días en los que las periferias estaban llamadas a decir lo suyo sobre la Pastoral (y también sobre la Teología) de las Familias, el Papa mandaba un Mensaje a las Comunidades de Base en Brasil, que se encontraban reunidas en su XIII Encuentro Inter-eclesial, recordando la legitimación dada a tales Comunidades por la Asamblea del CELAM en Aparecida, y pidiéndoles el deber de la Evangelización, recordando que ésta es la “tarea de toda la Iglesia y de todo el pueblo de Dios”; es decir, para el Papa ellas son parte integrante y legítima de la Iglesia.
Entonces, ésta es una Iglesia en movimiento, a la que el Papado vigente está dando nueva vida; podrá caer en algún error, pero éste es el precio del cambio. Así que el Papa ha dicho a los jóvenes en Brasil, hacer ruido, barullo, lío, (“desmadre”, a la mexicana), y en la Evangelii Gaudium ha escrito que prefiere “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG,49).
Así, animadas, muchas Comunidades de Base, Asociaciones eclesiales, Escuelas de búsqueda, Grupos espontáneos, han tomado pluma y papel para escribir a Roma y responder algunas de las 38 preguntas del Cuestionario publicado en la Red por la Secretaría del Sínodo.
Bastantes respuestas han sido severas, porque han criticado incluso las mismas preguntas, ya que muchas han sido consideradas como meramente retóricas y, en realidad, portadoras de los más tradicionales enunciados sobre el matrimonio y la familia. Otras respuestas han sido constructivas.
MUCHO CAMINO POR ANDAR
Lo que puede señalarse desde ahora es que la Iglesia italiana, en sus estructuras diocesanas, ha observado una gran dificultad para responder a la iniciativa del Sínodo. No parece que ella se haya puesto en movimiento, que haya solicitado intervenciones, vehiculado propuestas, se haya hecho eco de sufrimientos y oraciones de los fieles; se da ahora por sentado el hecho de que ya la Iglesia, salida del Concilio en estado de confusión, ha impuesto el silencio a los fieles y se ha callado ella misma.
Así, la Iglesia italiana ha llegado a esta cita en estado de sopor; no ha sido sacudida por la novedad de un organismo sinodal que antes de impartir directivas y enseñanzas pide informaciones, pareceres propuestas. Parece que no ha salido de la rutina en la que nos sentimos tranquilos.
¿CATÓLICOS DE SEGUNDA?
¿Esto pasa sólo con la Iglesia italiana? Lo veremos. Lo que ya puede decirse es que la dificultad en responder a la solicitud romana de una consulta extendida a todo el pueblo de Dios, revela un problema que no es propio de un grupo eclesial, sino que es de toda la Iglesia.
Parece que no está preparada para este paso. No está preparada a pensarse de verdad como Pueblo de Dios, y no lo veía necesario, ya que el Concilio, que había planteado las premisas teológicas, había quedado sin practicarse en sus consecuencias institucionales y pastorales. En efecto, había seguido vigente en la Iglesia Católica la Teología del Laicado, entendido como un ejército de “reserva” de la Jerarquía, ya en desarme y poco aprovechable: seguía dominando la idea de que el único verdadero apostolado era el de los Obispos y los Curas, en el que los Laicos eran seleccionados para colaborar.
Era la Idea de dos “niveles de cristianos”, sobrepuestos, de manera que el ministerio de los fieles y el de los clérigos difieren esencialmente y no sólo de grado. Asimismo, seguía la idea de que la única sucesión del acontecimiento fundador de la Iglesia solamente era sucesión apostólica y no también la sucesión en la Fe del conjunto de discípulos y del mundo cercano a Jesús.
No se habían percatado de todas las consecuencias al identificarse la Iglesia con la nueva (o muy antigua) figura de “Pueblo de Dios”, que es una imagen antropológica ulterior y en ruptura de la categoría bíblica de Pueblo de Dios, reservada al pueblo de Israel. Y la primera consecuencia de este cambio de paradigma, respecto a las imágenes bíblicas tradicionales como la de “rebaño”, “redil”, “templo”, “edificio de Dios”, consiste en que ser “pueblo” significa tener la palabra y gozar de los derechos innatos; es decir, de origen divino, a la libertad y a la igualdad, en el pluralismo de una comunidad universal.
¿QUÉ SIGNIFICA SER “PUEBLO DE DIOS”?
No puede, pues, quedarse sin consecuencias el hecho de que, en el intento de representar a la Fe y a la Iglesia en el lenguaje y en las formas del pensamiento moderno “en la manera que nuestra época exige”, conforme a la tarea indicada por el Concilio, se haya privilegiado la imagen del Pueblo de Dios respecto a la, hasta hoy dominante, de la grey. Está claro que en el lenguaje de la alegoría -que es uno de los sentidos de la interpretación de las Escrituras- las características a las que alude la imagen del pueblo son totalmente diferentes de aquellas a las que alude la imagen del rebaño (que tiene olfato, mas no tiene palabra ni autodeterminación ni libertad). Es interesante recordar que la Constitución Dogmática del Concilio, Lumen Gentium, No. 22, conecta la variedad y universalidad del Pueblo de Dios y en la Iglesia, a la colegialidad, mientras vincula la unidad y uniformidad del rebaño a una sola cabeza, en un conjunto armónico.
Aquí reside el valor de la operación puesta en marcha con el cuestionario en preparación al Sínodo: La iglesia colegial, con su cabeza y el pueblo, en su diversidad y universalidad, responde.
EL MINISTERIO DE LA RESPUESTA
Ampliando la interlocución, podemos esperar sorpresas. Y sabemos que unas respuestas han cambiado al mundo, empezando con unas que encontramos en los Evangelios. Por ejemplo, cuando Jesús pregunta: “¿Quién dice la gente que soy Yo?”, entonces llega la profesión de Fe de Pedro: “Tú eres Cristo”. Y cuando Jesús pregunta a los discípulos de Emaús qué había sucedido en Jerusalén, viene develado el sentido de las Escrituras que habían hablado del Mesías.
Es cuando Jesús pregunta a Marta si cree en la resurrección, y Marta contesta: “Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo que ha de venir al mundo”. Es cuando Jesús pide a Tomás meter la mano en sus llagas, y él exclama: “¡Señor mío y Dios mío!”; es cuando los fariseos piden al ciego curado divulgar que Jesús era un pecador porque sanaba en sábado, encontramos en sus labios una de las más hermosas profesiones de Fe de los Evangelios: “Si es pecador o no, yo no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo (Jn. 9, 25)”. Y cuando la samaritana vuelve a la ciudad a anunciar su encuentro con Jesús en el pozo de Jacob, los samaritanos que ya habían visto a Jesús contestan: “Ya no creemos por tu palabra, sino porque nosotros lo hemos estado oyendo y sabemos que Éste es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4,42).
Hemos abundado en estos ejemplos para reconocer que hay un ministerio de la respuesta, del contestar, en la Iglesia, el cual no es de los letrados, de los sabios, de los clérigos, de los consagrados, sino que es de los discípulos, de los testigos sencillos, de la gente común. En efecto, en los Evangelios antes que en la predicación de los Apóstoles, la develación de Jesús como Señor, como Mesías, como hijo de Dios, se halla en las respuestas de los discípulos, de las mujeres, de los mendicantes, de los extranjeros. Naturalmente, este ministerio de la respuesta no es posible sin alguien que interroga. Si nadie pregunta, no puede haber quién responda. Entonces, la Iglesia queda muda, es la Iglesia del silencio.
SIN PREGUNTAS Y SIN RESPUESTAS
Durante mucho tiempo, en la Iglesia, por lo menos hasta el Concilio Vaticano II y también después, a los discípulos, a los fieles, nadie les preguntaba nada. Se pedía obediencia, se pedía escuchar a los Pastores; se pedía participar en los Sacramentos, Novenarios, Adoración Nocturna, Catecismo, pagar el diezmo y algo más. Pero nadie les ha preguntado qué piensan de Dios, del Cristo, del ser humano, de la Iglesia, del amor, del matrimonio; nadie les ha preguntado qué pensaban, cómo poder responder por la esperanza que está dentro de ellos.
Por eso, es una gran novedad el que estas preguntas sean formuladas. Y si la Iglesia no está todavía preparada -para contestar y quizá más para preguntar-, lo importante es empezar, lo importante es fomentar este ministerio del preguntar y el contestar, a fin de que madure una nueva manera de ser Iglesia, pues el Papa Paulo VI decía: la Iglesia es diálogo. Y también un nuevo modo de ser mundo, ya que hasta cuando se pregunta y se responde hay diálogo, comunicación, enseñanza, aprendizaje; puede haber comunión, y allí no hay el fragor de la guerra ni el silencio de los panteones.Especial
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