lunes, 10 de febrero de 2014

La Cuaresma, tiempo ideal para despojarse

Mensaje del Papa para la Cuaresma

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza


El Papa Francisco deseó “que la Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar, a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, el Mensaje Evangélico”. Recordó que éste “es un tiempo adecuado para despojarse”.


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Sonia Gabriela Ceja Ramírez


El texto del Santo Padre parte de las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9), y cuestiona: “¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo?”


LA GRACIA DE CRISTO

“Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza. Cristo se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno; se desnudó, ‘se vació’, para ser en todo semejante a nosotros (Cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). La razón de todo esto es el Amor Divino, un Amor que es Gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama.

La finalidad de Jesús al hacerse pobre, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del Amor, la lógica de la Encarnación y de la Cruz.

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy). Podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.


NUESTRO TESTIMONIO

Podríamos pensar que este ‘camino’ de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando al mundo mediante la pobreza de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas, a fin de aliviarlas.



La miseria no coincide con la pobreza;

la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad,

sin esperanza.



Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.

La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza, y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria, la Iglesia ofrece su servicio para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la Humanidad.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la Esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el Anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este Mensaje de Misericordia y de Esperanza!


EN CONCLUSIÓN

Queridos hermanos y hermanas: que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar, a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual, el Mensaje Evangélico, que se resume en el Anuncio del Amor del Padre Misericordioso, listo para abrazar, en Cristo, a cada persona.

La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse, y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial”.

Finalmente, el Papa pidió a los creyentes rezar por él y aseguró también sus oraciones para que “el Espíritu Santo sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos”.


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