Juan López Vergara
El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia anuncia el día de hoy, parece exigir lo imposible: no reaccionar con violencia frente a las injusticias, para no entrar en su engranaje infernal, sino responder con auténtica generosidad evangélica (Mt 5, 38-48).
VENCER EL MAL A FUERZA DE BIEN
Jesús interpreta en plenitud el sentido de la Ley con respecto a la actitud evangélica frente a la venganza: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo” (vv. 38-39a). Jesús alude a la ‘Ley del Talión’, que en su origen tuvo un profundo sentido humanitario: limitar la venganza indiscriminada (compárese Gn 4, 23), si bien, ahora, manda romper con la espiral de la violencia, que se suscita cuando respondemos con la misma moneda (compárese Mt 26, 52).
Jesús se explica a la manera oriental: concreta e hiperbólica, con tres expresivos ejemplos (véanse vv. 39b-41).
Estos ejemplos muestran la actitud caritativa, que entraña la noble esperanza de que, al conceder al adversario incluso más de lo que exige, acabará reconociendo su error. Jesús no prohíbe oponerse dignamente a los ataques injustos (compárese: v. 39 y Jn 18, 22-23).
Todo debe ir precedido por un espíritu de generosidad: “Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda” (v. 42). Como discípulos, debemos estar siempre dispuestos a dar, y a mantener una actitud abierta ante las necesidades de los demás, para vencer al Mal con el Bien (compárese Rm 12, 21).
VIVIR EN SINTONÍA CON EL CORAZÓN DEL PADRE
Jesús revela cómo vivir en profundidad la Ley del Reino: “Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el Bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre Celestial, que hace salir el Sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos” (vv. 43-45).
En la base de todo está el amor al prójimo, incluso el dispensado a nuestros enemigos, “porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre Celestial es perfecto” (vv. 46-48). En suma, se trata de vivir en sintonía con el corazón del Padre.
Jesús cifra la perfección en el Amor
Benedicto XVI, en un Libro-entrevista: valiente, honesto e inteligente, claro reflejo de su sabio y tierno corazón, cual entrañable Abuelo en la Fe, nos enseña que: “Dejarse formar por la Misericordia de Dios como poder opuesto a la falta de misericordia del mundo: ésa es, por así decirlo, la preparación para que vengan Él mismo y su Misericordia” (Luz del Mundo, Pág. 188).
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