jueves, 21 de enero de 2016

La FAO pone bajo la lupa a las legumbres

Les concede este Año 2016

Frijoles, guasanas, chícharos y lentejas, ejemplos conocidos.

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Frijoles charros con su sabor a tocino; una sopa de lentejas con piña o con banana; una sopa caliente de habas; garbanzos enchilados tostados, son apenas ejemplos de tantas formas en que las legumbres pueden ser incluidas en la dieta cotidiana.
Los alimentos mencionados vienen a cuento porque la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), declaró a 2016 como Año de las Legumbres, con el fin de que la población incremente el consumo de estos vegetales, que son una importante fuente de nutrientes, como también una alternativa económica en la dieta del ser humano.
Esta organización multinacional refiere que las legumbres son una fuerte base nutricional por su alto contenido en proteínas, además de minerales y fibra, lo que les confiere grandes propiedades para el consumo habitual.

Para identificar la familia
Un punto clave que destaca la FAO, es que las legumbres son leguminosas (vegetales que tienen su semillas en vainas), cuya parte de interés comestible son sus semillas secas, aunque algunas de éstas igualmente pueden consumirse frescas, por lo que también cabe considerarlas como hortalizas.
Ejemplos de estos vegetales que pueden ser legumbres u hortalizas son el frijol como semilla, o bien como hortaliza al consumirse en la fase temprana de su ciclo de crecimiento en los conocidos ejotes. De igual modo sucede con los chícharos y el garbanzo, conocido popularmente en esa fase como guasana.
En nuestro entorno, hay disponibles varias alternativas, como frijoles en diversas presentaciones; habas; lentejas; los mencionados garbanzos, que pueden apreciarse en distintas recetas, desde las sopas, los caldos, los guisados, las ensaladas, botanas u otras formas en las que los haga presentables la creatividad de quienes las cocinan.
La FAO subraya que el precio relativamente barato de estos alimentos es factor que debe tenerse muy en cuenta para promover su consumo, al ser una fuente de proteínas y de otros nutrientes de gran riqueza alimenticia, máxime ahora que abunda la llamada “comida chatarra”.
Baste poner como ejemplo la botana a base de guasanas cocidas o chícharos o garbanzos ya maduros, que tienen más alto valor nutricional que diversas frituras de conocidas empresas transnacionales.

Autosuficiencia del agro en frijol
El campo mexicano es autosuficiente en frijol, una legumbre de gran arraigo en la población, aunque en los últimos años su consumo haya ido a la baja por los cambios de hábitos alimenticios de las nuevas generaciones.
Básicamente, hay tres tipos de frijoles de mayor demanda en la población: los “claros”, con el peruano por delante, pero con otra variedad de este color, como el garbancillo, las alubias, el azufrado, el bayo y el chícharo, por citar algunos.
También existen los “pintos” en distintas tonalidades, como el flor de mayo, el tejano, el ojo de cabra y el flor de junio. Y los de colores oscuros, como el negro y el morado.
La producción de frijol en 2014 fue de un millón 273 mil toneladas. El vecino Estado de Zacatecas es el líder, con casi 30 por ciento del volumen producido. Entre las Entidades mayormente productoras figuran también Nayarit, Durango, Sinaloa, Chihuahua y Chiapas.
En Jalisco se obtiene una reducida producción de frijol, pues prácticamente sólo se siembra en los Municipios alteños vecinos de Zacatecas y en pequeños lunares de la Zona Costa.

EL DATO

• En 1994, el consumo promedial era de 15 kilogramos por habitante, al año. Actualmente, es de 8 kilogramos, aunque varía según el nivel de ingresos de la población.
• Nuestro país es autosuficiente en frijol, pero en períodos de caída de la producción se importan volúmenes de Estados Unidos y Canadá.
• México exporta garbanzo, tanto para consumo humano como animal.
• La producción nacional de lenteja es insuficiente. Se importa un considerable volumen de Canadá.
• Las legumbres tienen la ventaja de ser fijadoras de nitrógeno en los suelos agrícolas.

Fuente: Sagarpa.

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