jueves, 7 de enero de 2016

A la muerte de su Benefactor Párroco

Despidió a un gran Benefactor
Tepatitlán inundó de gratitud el luto

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Pbro. Emiliano Valadez Fernández

Tepatitlán de Morelos, Jal. Un Párroco bueno y misericordioso. Penetró en su corazón de Pastor el aire fresco y reconfortante del Concilio Vaticano II en sus amadas comunidades de La Unión de San Antonio y Tepatitlán. La voz vibrante y exhortativa brotó desde Roma por boca de San Juan XXIII: “Abramos ampliamente las ventanas de la Iglesia, con la finalidad de que podamos ver lo que pasa al exterior, y que el mundo pueda ver lo que pasa en el interior de la Iglesia”.
La cabecera y las rancherías experimentaban una Iglesia evangélica y sin tentaciones de poder. Un Pastor postconciliar, un Pastor de la Primavera Eclesial. El Concilio implicó un cambio que la gente palpó, experimentó y lo vivió en contacto con el Sacerdote celoso, Salvador Zúñiga Torres. Su sencillez, su bondad, su responsabilidad, jovialidad y misericordia fueron el secreto del éxito pastoral.
Su mensaje era elocuente y profético. Acompañando tenazmente a los fieles, gran parte del laicado apareció con mayoría de edad y quedó habilitado para actuar responsablemente en medio de las realidades temporales, no por mandato o concesión graciosa de su Párroco, sino por reconocimiento de su vocación como miembros de la Iglesia. Afortunadamente, y como un gran don de Dios, Tepatitlán tuvo, durante 35 años, un Párroco que facilitó que en esta Ciudad y alrededores se realizara el querer de Dios.
Como esposo fiel, allá por 1972, procreó, alimentó y se desveló por la Nueva Diócesis de San Juan de los Lagos que nacía en su territorio parroquial de Tepatitlán. Ante el primer Obispo, Francisco Javier Nuño Guerrero, y sucesores, el Sr. Cura Zúñiga se mantuvo como una mente pensante y un corazón amante. Su presencia y sus palabras eran bálsamo para las heridas sacerdotales, para las heridas de los fieles y las búsquedas balbuceantes de las Autoridades Civiles.
Y el 24 de diciembre, a temprana hora, el Señor lo llamó, y solícito, atravesó los umbrales de la Puerta Santa para llegar al regazo del Padre que, rico en Misericordia, lo abrazó con la Mano masculina de Dios y con la Mano femenina de la Iglesia, tal como lo muestra la Medalla conmemorativa del Año Jubilar.

Ser Sacerdote no vale la pena… ¡Vale la vida!

En memoria del Sr. Cura Salvador Zúñiga Torres, Sacerdote pobre, humilde, obediente, y Pastor de almas a tiempo completo.

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Arq. Ernesto Muñoz

Llegó a Tepatitlán el 6 de Julio de 1971, con la humildad del verdaderamente humilde, que la posee y practica hasta en sus mínimos pormenores, y de inmediato se aplicó a servir a su pueblo adoptivo como Ministro del Señor en todos los órdenes de su ministerio.
Fue digno sucesor de predecesores que han sido gloria de Tepatitlán; Párrocos preocupados por el bienestar de sus feligreses, como Joseph Caro Galindo, quien construyó la Parroquia de calicanto en lugar de la de adobes; como el Sr. Cura Sanmartín, quien donó toda su fortuna para costear la educación de la niñez tepatitlense; o como el Sr. Cura José de Jesús Reynoso quien, en tantos años de preocuparse por esta Ciudad, dejó grato recuerdo y numerosas obras de beneficencia, que perpetúan su memoria. Esto, sólo por mencionar a algunos, porque hemos sido privilegiados desde siempre con Pastores insignes, como queda consignado en la Galería de Párrocos de la Sacristía Parroquial.
El Padre Salvador Zúñiga amó a Tepatitlán sin olvidar por ello al terruño que lo vio nacer. Durante sus 35 años como Párroco en esta Ciudad, su acción pastoral se dejó sentir en todos los aspectos, y él sólo consideró el dinero como un medio de ganar el Cielo; nunca lo aceptó para mejorar su propio nivel de vida, porque, careciendo hasta de las más sencillas comodidades, apenas tenía lo indispensable para vivir, y eso nos consta a los tepatitlenses.

Huella perdurable
Apenas habrá hecho en Tepa una obra que no haya merecido su consideración y apoyo: lo mismo fue la embellecedora remodelación de la Parroquia de San Francisco, que la construcción del Espacio Grato para la Tercera Edad; la fundación del Museo de la Ciudad; la perforación de pozos profundos durante aquel estiaje que hizo sufrir a nuestra Ciudad; la gran cantidad de Templos construidos por él: Parroquia de La Santa Cruz; Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen; Parroquia de La Santísima Trinidad; Templo de Santa Teresita; Capillas de San Luis Gonzaga, de San Isidro Labrador, La Purificación de María, e iniciador del Templo dedicado al Santo Mártir de nuestra Ciudad, San Tranquilino Ubiarco Robles, entre otras muchas obras.
Más de algún empresario le regaló automóviles para que se moviera en su desempeño pastoral, pero él los rifaba para beneficio de alguna obra buena. Durante toda su vida, siempre se trasladó por medio de taxis, y la menor de las veces a través de la ayuda de sus parroquianos.
Gran impulsor del deporte, cercano a los jóvenes, especialmente al Grupo de la ACJM; iniciador del Curso de Catecismo de Verano para niños, que ya adoptó la Diócesis de San Juan de los Lagos para todas sus Parroquias; hombre responsable y de puntualidad inglesa; visionario Comunicador, Fundador de Vida Parroquial, Periódico que fue punta en este campo para nuestra Iglesia particular.
Hombre bueno y atento, con gran sentido del humor; amigo verdadero, preocupado por los necesitados; animador incansable de AFAT, Asociación dedicada a la ayuda de los más pobres; responsable del Proyecto de las Viviendas del Año 2000, que con motivo del Año jubilar se construyeron para dar albergue temporal a las personas sin techo que requerían dónde vivir mientras pudieran costearse alguna casa.
Difícil resumir en tan pocas líneas la vida de un Sacerdote incansable, que en su vida dedicada nos dio testimonio claro de santidad. ¡Descanse en paz!

El Padre Salvador Zúñiga Torres nació en la Ciudad de Aguascalientes el 14 de septiembre de 1928. Cursó sus estudios en el Seminario Diocesano de Guadalajara. Recibió el Orden del Presbiterado con una copiosa Generación de compañeros el 8 de diciembre de 1954, Año Santo Mariano, de manos del Arzobispo José Garibi Rivera, y sirvió pastoralmente a esta Arquidiócesis tapatía durante 18 de los 61 años de su Sacerdocio.

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