jueves, 7 de enero de 2016

Jesús es bautizado en el Río Jordán

Marcos 1, 7-11: Bautismo de Jesús.
La voz que resuena de lo alto atestigua que Jesús es obediente en todo al Padre, por Amor.

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P. Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net

veces, la Voluntad de Dios se carga de una niebla de misterio. Nadie esperaba que Cristo, el Hijo de Dios, se acercara al pobre Profeta Juan, para ser bautizado. Incluso el mismo Bautista intentó impedírselo. Pero cuando el Maestro pide, hay que saber bajar la cabeza…
Los eslogans de nuestro mundo querido, proclamando la Era de la libertad a toda costa, no han hecho sino esclavizar al hombre a sus propios caprichos y tendencias desordenadas. Nunca el ser humano ha estado tan atado por las cadenas de su soberbia, de su ira, y avaricia… El Maestro, por el contrario, proclama la libertad del espíritu humillándose ante el Profeta, a quien dice: “Conviene que sea así”. Sólo tras este acto de sencillez, se revela la Divinidad de Cristo culminada con las palabras del Padre: “Éste es mi Hijo amado…”. ¿Por qué Cristo es el amado del Padre? Precisamente porque se ha ofrecido para la Salvación de los hombres, reparando el pecado de Adán.
Nunca comprenderemos que todo un Dios se degrade hasta hacerse creatura, hombre. Pero la enseñanza no ha dejado de ser la misma: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. Cristo no presume de ser Dios y tenerlo todo.
Presume de ser manso y humilde. Y de hecho, la imagen de su muerte elegida por los Profetas, será la de un manso cordero llevado al matadero. El hombre manso es justo, amigable y optimista. El hombre humilde es pacífico y paciente. Vive confiando en la Providencia del Padre. No se engríe en los éxitos ni se desespera en los fracasos. Porque sabe que Dios vela a su lado, y que nunca, nunca, nunca le va a dejar solo.

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