jueves, 14 de enero de 2016

El primer “signo”

Juan López Vergara

El Evangelio que la Iglesia nos convida hoy en la Mesa de la Eucaristía, trata del relato de La Boda de Caná, del cual reflexionaremos tres aspectos: la invitación del Evangelista San Juan a contemplar desde la Fe; la actuación de María como Madre solícita y preclara Maestra, y la consagración del Matrimonio por parte del Señor Jesús (Jn 2, 1-11).

Para que crean que Jesús es el Cristo
El autor del Cuarto Evangelio es un Teólogo consumado, quien seleccionó unos hechos de la vida de Jesús, entre los que sobresalen siete milagros, que concibe como “signos”: flechas indicadoras que impulsan a ver más allá del episodio concreto, a contemplar una realidad más profunda, en la cual lo definitivo no es que Jesús cure a un ciego ni que alimente a una multitud, o resucite a un muerto, sino que Jesús es la Luz, el Pan bajado del Cielo, la Vida.
De los siete milagros, seis revelan similitudes con los reseñados por los Sinópticos, excepto éste, que carece de paralelo en aquella tradición. Mediante dichos “signos”, Juan ofrece extraordinaria materia de contemplación. Su intención fundamental, como explica al concluir su obra, es “para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre” (Jn 20, 31).

María, Madre y Maestra
A los tres días del encuentro de Felipe y Natanael con Jesús, el Evangelista sitúa en su obra una Boda en Caná, completando así el marco de una semana, que simboliza un Tiempo Nuevo, una nueva Creación. Al enlace matrimonial asiste “la Madre de Jesús” (v. 1). Es el primer personaje mencionado y desempeña la misión de informar a su Hijo de la terminación del vino: símbolo de la alegría (compárese Sal 4, 8). La respuesta de Jesús es áspera, pues conforme a la perspectiva teológica joánica, es inoportuna en el proceso de la vocación de Jesús, quien afirma: “Todavía no llega mi hora” (v. 4).
La reacción de María es extraordinaria, por la confianza en su Hijo, ya que, a pesar de la contestación, solicita a los sirvientes ponerse a las órdenes de Jesús (véase v. 5). El Evangelista presenta a María como esclarecida pedagoga y cristóloga comprometida
Los invito a alzar nuestra mirada y decir: “Señor Dios, que por la fecunda virginidad de María diste al género humano el don de la Salvación Eterna, concédenos sentir la intercesión de aquella por quien recibimos al Autor de la Vida, Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro” (Oración colecta del pasado 1º de enero, en que celebramos a María, Madre de Dios).

La Nueva Creación
La Biblia comienza y finiquita con historias de parejas: el relato de Adán y Eva, y el grito orante de la Iglesia que espera el retorno de su Esposo: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Conforme al Plan Divino, en cada unión matrimonial el hombre y la mujer re-nacen a una nueva existencia, lo cual ilustra un Poema compuesto por el español Miguel de Unamuno cuando murió su amadísima esposa:

¿Fue ella?
¿Fui yo quien se murió?
¿Fue ella? ¿Fui yo quien morí?
Pues yo no sé quién…

Que el Evangelista escogiera el episodio de la Boda como el primer “signo” realizado por Jesús, es significativo por indicar que en la vocación matrimonial cristaliza una Nueva Creación.

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