jueves, 20 de agosto de 2015

Ve la luz un nuevo libro de Luis Sandoval

Prolífico Escritor

trasiego vesperal

Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara

Recién salido de las prensas de Procrea, en Guadalajara, en este Verano de 2015 circula ya la más reciente ofrenda literaria de don Luis Sandoval Godoy, cuyo título evoca un luminoso forro que se inspira en una acuarela de Enrique Aguayo, que en primer plano exhibe a un gañán formando una gavilla de rastrojo en un maizal contiguo a la Capilla de Guadalupe.
Trasiego vesperal retrae el acto de recoger, en segunda vuelta, las espigas o las mazorcas que los piscadores no cosechan. Y eso hace don Luis, al rescatar ocho relatos que atrapan la atención del lector para imbuirlo en una atmósfera que el autor se ha empeñado en recrear a través de la palabra escrita: la de su matria entrañable, el Sur de Zacatecas y el Norte de Jalisco, pero también la que mana del hontanar de sus inquietudes personales, siempre al filo de un destino donde la vida y la muerte se tocan, o en los que el fiel de la balanza no termina por alcanzar su centro.
José Barrera Castañeda, Académico de la Universidad de Guadalajara, coterráneo suyo y autor de no pocos libros centrados en la citada Comarca, ofrece un Prólogo más que emotivo, en el que condensa la impresión que le ha dejado la lectura de esta Colección, y no ahorra elogios bien merecidos para el fecundo Escritor teulense, que con este libro salva para la posteridad creaciones suyas que, de otra forma, tal vez se hubieran perdido.

MADEJA CON MUCHAS HEBRAS
Un análisis superficial a la producción literaria de Sandoval Godoy tendería a etiquetarlo en un apartado que ya no goza de salud en nuestros días: Escritor ‘costumbrista’. Ciertamente, mucho debe nuestro autor a la formación clásica que recibió en el Seminario Diocesano de Guadalajara en aquellos tiempos lejanos en que las Humanidades se cultivaban con esmero; algo más se debe también a las lecturas que le atraparon en una afición tan deleitosa, como la describe Carlos Bracho: “Leer un libro, una novela, un cuento, un poema, es llevar el alma a la región más transparente de la Tierra y beber la savia y tomar la poción mágica de las aventuras del pensamiento”.
Empero, don Luis (Periodista de cepa y Cronista) es un Escritor de oficio, y de ello dan fe los relatos que componen esta Colección, donde corren parejas un Cura desertor dado de Alta en un Campamento de Cristeros; un impenitente moribundo y las angustias de su Párroco; la estampa de un trovador pueblerino; una recreación personal a una historia bíblica; los recuerdos tormentosos del deudo de un finado; las cuitas de unos migrantes del campo a la ciudad que, a cambio de unos centavos, perdieron la paz del terruño; la obnubilada conciencia de un tipo que desdeña a los muertos; y, la perla de todos, a juicio del presentador de la obra, inspirada en un suceso verídico: la Toma de Jalpa sin derramamiento de sangre, al inicio de la Guerra Cristera.

TÍTULOS LEEMOS,
DESENLACES NO SABEMOS

La prosa de Luis Sandoval, como la Penélope del poema homérico, hila en el día lo que deshilvana de noche. Tiene momentos luminosos y otros que rayan en la heterodoxia. Ensarta sus pensamientos en los de sus personajes, y a ratos se habla y se replica él mismo desde el pie que para ello le dan historias que, de tan sencillas, no parecen materia para tesis tan intrincadas como son los Novísimos o cuatro postrimerías del hombre: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Desde esta óptica, el azadón que resulta siendo Trasiego vesperal, afloja la costra endurecida de la tierra, la remueve y la convierte en soporte idóneo para arropar situaciones existenciales tan crudas como las descritas, al grado de que, orillados a ello, no sabríamos qué sesgo abunda más en este ramillete de cuentos reunidos bajo el mismo título: el filosófico o el teológico, siendo, ambos, incisivos y contundentes.
Enhorabuena al autor de este libro, no menos que a los afortunados lectores que acometan la tarea de aprovechar las espigas que, sin aspavientos, va dejando caer de sus gavillas, como sin darse cuenta, el inspirador de sus páginas.

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