jueves, 13 de agosto de 2015

En Cristo, hagamos Familia con las demás familias

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Queridos hermanos y hermanas:

Cristo nos dice: “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del Cielo” (Jn 6, 41). Detengámonos para entender esta expresión. ¿Qué quiere decir? No que Jesús haya bajado de manera espectacular del Cielo, sino que Él viene de Dios, Él es Dios y viene en nombre de Él.
Por ello, su venida es, sí, sencilla, oculta y normal, como la conocemos. Es tan sencilla, que sus contemporáneos murmuraban acerca de Él y decían, sorprendidos: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del Cielo?” (Jn 6, 42).
Ante esto, Jesús quiere hacerles entender que, para alcanzar a reconocer su procedencia, y que Él es Dios, se necesita de algo especial, se necesita de la Fe, que es un don y un regalo que Dios da a quien quiere: “Nadie puede venir a Mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado” (Jn 6, 44).
Sólo con la luz de la Fe podemos reconocer que Jesucristo es el Pan vivo bajado del Cielo, y que ha venido a nosotros. Sólo con la Fe podemos reconocerlo y aceptarlo.
El que tiene una Fe verdadera en Jesucristo pertenece a la Familia de los hijos de Dios, porque la Fe auténtica y verdadera, necesariamente, nos da una pertenencia; pertenecemos a Jesucristo, a su Familia y a su Iglesia.
Quien no tiene este sentido de pertenencia debe preguntarse qué cree tener, porque no es lo mismo un sentimiento religioso que la Fe verdadera, que necesariamente nos ata y hermana en Él, a tal grado, que ya no podemos considerarnos solos ni aislados. Todo aquel que experimenta la necesidad de ver a los demás y de colaborar con ellos, está manifestando un sentido de pertenencia, fruto de la verdadera Fe en Jesucristo Nuestro Señor.
Al respecto, quiero proponer una enseñanza práctica para todos: Que vivamos nuestra identidad de Familia en la comunión con las demás familias; no nos aislemos ni nos encerremos estrictamente en nuestro núcleo familiar; hagamos Familia con las demás familias, para ser una fuerza transformadora desde la Fe de Jesucristo.
La Palabra de Dios nos dice que no es bueno que el hombre esté solo (cfr. Gn 2,18), pero tampoco es bueno que una familia se mantenga sola o aislada, sino que tiene que vivir en la comunión de las familias para fortalecerse y asumir la realidad de que no todas están integradas por mamá, papá y los hijos, sino que hay algunas integradas con el soporte de los abuelos, con una mamá soltera y con los hijos que han venido de esa situación.
Ellos son una familia, que lucha por amarse, por cuidarse y por salir adelante. También esas familias tienen que vivir su condición en la comunión con todas las demás. Con esto, quiero decir que las manifestaciones tan bellas y tan hermosas cuando se reúnen tantas familias, no se queden ahí, sino que vayamos a nuestras Parroquias y busquemos cómo nos integramos a las demás familias, cómo nos comunicamos, nos formamos y nos enriquecemos con la vida de todas las demás. Y esto, como fruto de la Fe verdadera y auténtica en Jesucristo.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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