jueves, 13 de agosto de 2015

“El que come de este Pan, vivirá para siempre”

Juan López Vergara

Nuestra Madre Iglesia anuncia hoy un texto del Santo Evangelio según San Juan, que revela que Jesús se transforma en nuestra vida cuando comemos su carne en el Sacramento de la Eucaristía (Jn 6, 51-58).

Si el grano de trigo no muere…
En la segunda parte del discurso del Pan, Jesús dijo: “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del Cielo; el que coma de este Pan vivirá para siempre” (v. 51a). Jesús es el Pan vivo, o sea activo. Nuestro cuerpo transforma el pan y lo asimila, lo hace cosa suya; el pan no actúa. Cristo, por el contrario, actúa y, al comerlo, es Él quien nos transforma.
Enseguida reveló: “El Pan que yo les voy a dar es mi Carne, para que el mundo tenga vida” (v. 51b). Jesús alude a su Pasión: “Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes’” (Lc 22, 19). San Juan sustituyó el término ‘cuerpo’ por ‘carne’, que designa la existencia humana, con una connotación de fragilidad. El significado fundamental de la ‘carne’ es el don que Jesús hace de Sí mismo en la Muerte de Cruz. Somos salvados de la muerte por la condición mortal de Cristo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24).

“He venido para que tengan vida”
La reacción no se hizo esperar: “¿Cómo puede éste darnos a comer su Carne?” (v. 52). La incomprensión hace avanzar la argumentación. Jesús, lejos de suavizar la expresión, categórico, declaró: “Yo les aseguro: si no comen la Carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré el último día” (vv. 53-54).
Jesús, quien ha dado su Sangre hasta la muerte, adquiere figura permanente en la Eucaristía, donde nosotros recibimos el don inextinguible de su fuerza vital: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

“En la Eucaristía, lo creado encuentra su mayor elevación”
Esa vida está ya presente en el que cree y come, pero alcanzará su plenitud en la resurrección futura: “Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por Mí” (vv. 55-57). La Eucaristía nos comunica la vida que el Hijo recibe del Padre.
En este texto constatamos el principio teológico sobre el que se apoya la tradición de la Iglesia acerca del culto eucarístico. El Santo Padre Francisco nos enseña: “En la Eucaristía, lo creado encuentra su mayor elevación” (Laudato si’, 236).
Celebrar la Eucaristía es ir al encuentro de la Salvación, ofrecida por el Sacrificio de Jesucristo, pero también es ir por el alimento que nutre nuestra Fe, “el que come de este Pan vivirá para siempre” (v. 58).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario