jueves, 13 de agosto de 2015

Gran Fiesta Mariana

Rincón poético

En la Dormición

Dormidita te quedaste,
como la luna que añora
el momento de saltar
por encima de la loma.

Dormidita te quedaste,
como la frágil aurora
que espera pronto alumbrar
las tinieblas que ya sobran.

Dormidita te quedaste,
como el botón de una rosa
que sonriendo se abrirá
regalándonos su aroma.

Dormidita te quedaste,
como un suspiro en la boca
que pronto florecerá
en una canción preciosa.
Dormidita te quedaste,
recostándote en la roca
para impulsarte y volar,
hermosísima paloma.

Dormidita te quedaste,
apresurando la hora
para encontrarte con Él
y decirle que lo adoras.

Ya los Ángeles y Arcángeles,
presurosos, acomodan
sus andas de blancas alas
para llevarte a la Gloria.

¡Despiértate ya, mi Reina,
que, arreglándose, se asoma
El Buen Dios que ya se viene
a ceñirte tu corona!

Pbro. Cándido Ojeda Robles

En la Asunción

Linda Señora María,
en tu Gloriosa Asunción,
deja decirte un piropo
que sale del corazón.

Te quiero, te quiero mucho…
y tienes mi admiración
porque nos diste a Jesús
en graciosa donación.

Desde el venero de tu alma,
Manantial en gestación,
brotó el río de la Vida
que nos dio la Salvación.

Si Tú no hubieras querido,
negándole a Dios el don
de tu vientre inmaculado,
no habría habido Redención.

Cuando dijiste que Sí
el día de la Anunciación,
del enemigo infernal
empezó la perdición.

Por eso subes al Cielo,
en gozosa procesión,
a recibir, de Dios Padre,
merecida premiación.

Gracias, Señora Bonita,
por tu Gloriosa Asunción…
Sé Tú, de nuestras mujeres,
Ejemplo de inspiración.

Como formaste a Jesús,
enséñales la lección,
para que sean, como Tú,
Maestras de educación.

Pbro. Cándido Ojeda Robles.

En la Asunción de Nuestra Señora

¿En dónde estás, oh Virgen, escondida?
Cintas de luz, los coros ondulantes
de doncellas que buscan tu manida,
por la estrellada noche, van errantes:
en la diestra, la lámpara encendida,
y en la siniestra, nardos traen fragantes…
¡Ven y muestra tu faz, oh Prometida,
para que brote del virgíneo coro
el saludo dulcísimo y sonoro!

En la mar te buscamos y en el viento:
la espuma azul sobre la mar dorada
no copió el resplandor de tu pisada;
y en el aire sutil, ni un movimiento
quedó al pasar tu figura alada.
Preguntamos al fuego y, con acento
de herida rosa o de fugaz granada,
nos respondió las voces de la ausencia:
mar, fuego y aire ignoran tu presencia.

Buscámoste en la linde de los sueños,
donde la humanidad cierra los ojos,
donde la Muerte sus claveles rojos
siembra en prados de fúnebres diseños.
¿Cómo encontrar tu cuerpo entre despojos
inominados de famosos dueños?
La Tierra habló con voz atronadora:
¡Yo no puedo ser tumba de la Aurora!

¿Sueños sólo de amor fueron aquellos
en que te vimos, dulce y renacida,
esparcidos al aire los cabellos,
subir por la Montaña de la Vida;
y, ante la fuente de los Siete Sellos,
donde el Cordero tiene su guarida,
inundar con tus lirios la ladera
del gozo nuevo, de la luz primera?

¿Sueño, no más, ha sido este concierto
milenario de todas las gargantas,
al ver que, sobre el trágico desierto,
cual columna de incienso te levantas,
y tras los muros del cerrado huerto
-Torcaz de Dios- en la alborada cantas,
mientras, afuera, vuelan las palomas
en busca de tu miel y tus aromas?

…No fue sueño; ¡ahí estás, en la espesura
de los magnolios blancos, de las rosas;
ahí estás, intangible, mas segura,
tras ese vuelo azul de mariposas;
sobre el cristal intacto de la altura,
con el Eterno Gozo te desposas!
Ya la callada luz del matutino
lucero nos ha dicho tu camino.

Un huracán de Arcángeles hacía
tu séquito de luz y de fulgores;
y ante la faz en éxtasis del día,
cuando la tierra vístese de flores,
con tu mano que a mirra trascendía,
con tu veste tramada de colores,
por los altos caminos inmortales
llegaste a los alcázares reales.

¡Qué música triunfal de las esferas
se desató al sonido de tu paso;
qué florecer de soles sin ocaso;
qué diluvio de estrellas mensajeras
se difundió en los aires, al abrazo
de tu Cuerpo y del Cuerpo del Ungido,
ya sin muerte, ni llagas ni gemido!

Oh Templo de dolores siempre vivo,
oh Cuerpo ya sin peso ni dolores,
oh Santuario de nieve, en que, cautivo,
quiso estar el Amor de los Amores,
oh Manantial de nardos redivivo:
ya las doncellas cantan tus loores…
¡Impregnada nuestros cuerpos de pureza
para ingresar contigo a la Belleza!
Amén.

Canónigo Benjamín Sánchez Espinoza (Fray Asinello)

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