jueves, 20 de agosto de 2015

NO CONDENA LA IGLESIA A LOS SEPARADOS

¿Excomunión para divorciados vueltos a casar?

El Papa Francisco confirmó la doctrina de la Iglesia respecto a la situación de estas personas.

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Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, tan querido por todos nosotros, por su bondad, hace días dijo que los divorciados vueltos a casar no están excomulgados.
A muchos les pareció que decía algo nuevo. En realidad, no dijo nada nuevo; los divorciados y vueltos a casar nunca han estado excomulgados. Es una falta de moral, un pecado grave, pero no está penado por la Iglesia con la excomunión.
En realidad, tal vez, el pecado más grave de todos, después de la blasfemia contra Dios, sea el aborto, homicidio de un inocente. Por eso, la Iglesia lo tiene penado con la excomunión para todos los que intervengan en él: la madre; el padre si obliga o consiente; los médicos, enfermeros, así como los dueños de los hospitales donde se promueven y practican abortos.

Diferencia entre comulgar y no estar excomulgados
Algunos malinterpretaron las palabras del Papa, relacionando la no excomunión con la Comunión sacramental, que son cosas distintas: la excomunión es la separación de un cristiano del cuerpo de la Iglesia, al que ha pertenecido por su Bautismo, pues los que hemos sido bautizados en Cristo pertenecemos a su Cuerpo Místico, que es la Iglesia.
El pecado de dejar a su legítima mujer o a su legítimo marido y juntarse con otro o con otra, nunca ha estado castigado con la pena de excomunión. Por lo tanto, los divorciados vueltos a casar pertenecen a la Iglesia de Dios, son parte de ella, y aunque no puedan participar plenamente, pueden hacerlo de muchas maneras: pueden hacer oración, asistir a la Iglesia, participar en la Santa Misa, bautizar a sus hijos, instruirlos en la Fe, hacer obras de caridad con el prójimo, y otras buenas obras, que les granjean la Misericordia de Dios.
Algunos interpretaron que no estar excomulgados significaba que podían acercarse a comulgar, lo cual es una falsa interpretación. Éstas son dos cosas distintas; una es estar o no en comunión con la Iglesia, y otra, acercarse a recibir el Cuerpo de Cristo en la Comunión sacramental, que no se puede recibir sino en Gracia de Dios. Y los divorciados vueltos a casar, objetivamente hablando, están en situación irregular; por ello, no pueden acercarse a comulgar; nunca ha estado permitido y nunca lo estará. Mientras estén en esa situación, no pueden recibir los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
Ya lo había dicho nuestro querido Papa San Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Familiaris Consortio (Núm. 85): aquellos que han roto su matrimonio sacramental, pertenecen a la Iglesia y, por lo tanto, “se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios; a frecuentar el Sacrificio de la Misa; a perseverar en la oración; a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia; a educar a los hijos en la Fe cristiana; a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar, de este modo, día a día, la Gracia de Dios”. Pidió, el Santo Padre, que “la Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa, y así los sostenga en la Fe y en la Esperanza”.
Pueden, de esta forma, al educar a sus hijos cristianamente, bautizarlos y que reciban la Primera Comunión, así como los demás Sacramentos, y pueden pedirle a Dios que Él, que todo lo puede, lo sabe y puede remediarlo, tenga en cuenta su situación y los ayude a salir adelante cuando Él quiera y como Él quiera, porque Dios es infinitamente Sabio y Poderoso.

La Iglesia no es dueña, es administradora de su doctrina
Quiero dejar, pues, muy en claro, que no se debe esperar, ahora que va a llevarse a cabo el Sínodo, que se cambie fundamentalmente la Doctrina de la Iglesia; NO puede cambiarse porque la Iglesia no es la dueña de la Doctrina, es administradora de un Misterio que le dejó Dios y una Revelación santa que está contenida principalmente en la Sagrada Escritura, donde se habla, en primer lugar, del Matrimonio como una cosa santa, una obra de Dios, y a pregunta expresa, responde Cristo Nuestro Señor: el que se separa de su legítima mujer y se junta con otra, adultera (Cfr. Mt 5,32); eso está muy claro.
También en la Sagrada Escritura se habla del respeto inmenso que se ha de tener a la Sagrada Comunión. San Pablo, en su Carta Primera a los Corintios, en el Capítulo 11, exhorta a los cristianos de Corinto a profesar mucho respeto a la Eucaristía, a acercarse a ella con un corazón limpio, examinándose bien, para no profanar el Cuerpo del Señor (Cfr. 1Cor 11,27). Palabras muy duras, pero reales, están ahí, en la Sagrada Escritura; son Palabra de Dios.
Solamente Dios, que es justo, bondadoso y quiere nuestro bien, sabe cómo ayudar a sus hijos que se encuentran en ese serio problema moral del divorcio. El Santo Padre ha mostrado misericordia y comprensión, y nos exhorta a todos a mostrarla, a no señalar a estas personas, sino a respetarlas, comprenderlas y a hacer oración por ellas.
Muy estimados lectores, si alguno de ustedes se encuentra en esta situación a la que nos referimos, los exhorto a que no se acerquen a comulgar, aunque tengan muchas ganas de hacerlo. Únanse al Señor mediante una comunión espiritual.
Hay que tener mucha confianza en que Dios no los abandona, que son sus hijos, que pertenecen a la Iglesia, la cual los comprende y ora por ellos.
Que la Virgen Santísima, nuestra Madre, nos ampare, nos cuide y bendiga.

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