jueves, 14 de abril de 2016

Testimonio de la Resurrección con Obras de Misericordia

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanas y hermanos muy apreciados:

Cada vez que participamos en la Eucaristía, nos reunimos para celebrar la presencia viva de Cristo Resucitado. Nada ni nadie puede prohibirnos que confesemos y testimoniemos nuestra Fe en Él.
En los albores de la Iglesia, el Sanedrín le prohibió a los Apóstoles que anduvieran enseñando al pueblo que Cristo había resucitado. En estos tiempos que vivimos, no es el Sanedrín; muchas veces es el mundo secularizado el que quiere acallar la voz de los creyentes, y que quisiera que nosotros, discípulos de Cristo, superemos esa creencia de que el Señor murió, resucitó, está vivo, y es nuestro Salvador. El mundo secularizado anhela convencernos de que la Salvación está en la ciencia, en la técnica, y solamente en nuestra razón.
Nosotros, como los Apóstoles, no podemos callar ni ser silenciados; tenemos que confesar y testimoniar a Cristo Resucitado; pero, sobre todo, hemos de testimoniar, con nuestra manera de vivir, que Cristo vive en cada uno de nosotros; que vive en todos como comunidad, y que se hace vivo y presente por nuestras acciones, por nuestra manera de relacionarnos unos con otros.
Debemos dar testimonio de Jesús Resucitado, amando y sirviendo a todos sin distinción, aunque de manera muy especial a quienes más sufren.
¿Cómo necesitan, nuestros hermanos que sufren por enfermedad, por edad, por pobreza, por discriminación, por abandono, sentir que Jesucristo venció el Mal y la Muerte? ¿Cómo van a experimentarlo?
Pues solamente si nosotros les hacemos cercano el Amor del Señor con nuestro interés y solicitud por sus padecimientos y penalidades. Sólo así van a experimentar que el Salvador está verdaderamente vivo y presente, si nosotros les hacemos sentir el Amor y la Misericordia de Dios, que es más grande que nuestros pecados. Recordemos que el Apóstol Pedro negó a su Maestro tres veces, y posteriormente el Resucitado le pidió confesar su amor, también, tres veces.
Lo que resalta en ese pasaje del Evangelio es que Jesús no lleva recuerdo, resentimiento o rencor porque Pedro lo negó. Simplemente le ofrece la oportunidad de su Misericordia, como lo hace con nosotros, aunque lo hayamos ofendido no tres, sino muchas más veces; lo hayamos negado con el mal testimonio de nuestra vida, no tres, sino en incontables ocasiones; aunque lo hayamos olvidado a lo largo de nuestros días.
Nuestro Señor está siempre abierto y dispuesto a ofrecernos su Perdón y Misericordia. Es el mensaje central del año que estamos viviendo: No te acuerdes tú de tu mal pasado, que Cristo no lo toma en cuenta; acuérdate que Él te espera, que te da la oportunidad, y que quiere hacerte experimentar su Amor y Misericordia. Sólo así vamos a ser apóstoles, enviados y mensajeros, para hacer sentir la presencia viva del Resucitado a nuestros hermanos que sufren, a los que tenemos cerca y a los que tenemos lejos.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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