lunes, 25 de abril de 2016

Puedes cambiar, si te decides a hacerlo

Querida Lupita:

He estado reflexionando en mi persona, ya que he asistido a Retiros Espirituales y sigo fría en mi Fe. Muchas veces he querido que Dios me toque… ¡y nada! Me doy cuenta de que no tengo disciplina en mi vida ni fuerza de voluntad; he perdido mucho mi tiempo viendo televisión y me da flojera rezar. Soy de mal carácter: fastidiosa y juzgona. Me da pena decirte todo esto. He visto que nada tengo qué ofrecerle a Dios si en este momento me llamara a pedirme cuentas.
Ora por mí, porque no quiero condenarme. No sé cómo empezar.

Ma. de la Luz O.

MUJER REZANDO

Hermana mía, Mary Luz:
Cuenta con mi oración, por ti y por todos aquellos que abren sus oídos a la voz del desaliento.
Reconocer nuestra pequeñez con la mirada de Dios nos hace extraordinarias porque nos lleva a la superación. Mirarse con desprecio a uno mismo nos conduce al desaliento y a la depresión.
Y es que el espíritu está presto, pero la carne es débil (Mt. 26, 41). Mucho más en nuestros tiempos, en que se nos ha convencido de que tenemos derechos, olvidando promover con la misma fuerza el hecho de que tenemos también obligaciones. Nuestra cultura nos lleva a pensar que podemos obtener éxito sin pagar el precio del esfuerzo.
No te desesperes, sino persevera. Nuestra naturaleza herida nos hace caer; pero no tiene éxito el que no cae, sino quien se levanta tras cada caída.
Dos claves para ti: Perseverancia y Diligencia.
-Aunque has asistido a Retiros y Conferencias, busca otra vez una experiencia de encuentro con Cristo y pídele, con todo tu corazón, que te permita verte con Sus ojos. Si no lo has logrado hasta hoy, es que debes insistir. Jesucristo nos manda: velen y oren para que no caigan en tentación (Mc. 14, 38).
-La diligencia es el antídoto de la pereza. Para vencerla, debes actuar. No dejes que tus sentimientos de desgano te gobiernen. ¡Gobiérnalos tú a ellos! Haz lo que en verdad te conviene, no lo que “sientes”. No elegimos nuestros sentimientos, pero sí podemos elegir lo que hacemos con ellos.
Gran parte de nuestro desaliento viene del hecho de que no logramos nuestras metas. El error común por el que no las alcanzamos es que no ponemos los medios adecuados. Por ejemplo: si ves mucha televisión, un medio que puede ayudarte es deshacerte de ella, al menos de la que está en tu habitación. O bien, inscribirte en un curso que te interese, o llevar adelante un apostolado para el que necesites invertir tiempo.
Si has detectado que tu mal humor te domina y por ello eres fastidiosa, cultiva el buen humor con lecturas positivas, películas edificantes, cantos alegres, y conviviendo con personas optimistas.
El secreto es que vayas, poco a poco, fijándote una meta a la vez. En el Libro Crónicas Sertorianas, el autor narra la competencia entre dos hombres que debían arrancar la cola de un caballo. El que era fuerte intentó arrancarla de un tirón, y el competidor más débil fue arrancando uno a uno los pelos de la cola del corcel hasta terminar con éxito la curiosa misión.
Sertorio dijo entonces: la paciencia puede más que la fuerza. Nada resiste a la persistencia.
Tu reflexión te ha llevado a una maravillosa conclusión: tienes las manos vacías y no quieres presentarte así ante el Señor. Entonces, determínate a empezar con un paso a la vez. ¡Puedes hacerlo!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario