Texto y Foto: Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
Viene corriendo por la tierra, agua del cielo que trae el color de allá mismo…
Ha lavado antes con fervor el firmamento, y hacia allá querrá volver.
Alguna gente desea afanosamente de esa agua para lavar las rocas duras de maldades enquistadas.
Pero el agua se escurre entre los dedos y apenas moja unas pocas ilusiones, sin llegar a lavar por completo el corazón.
En turbias falsedades, hay un mundo que intenta vivir sin aire, respirando las ansias inundadas de basura.
El planeta, no obstante, también trabaja para el Bien.
Hay entregas personales y vocación de ojos lavados en pilas bautismales.
Hay, asimismo, sacrificios para llegar a las puertas, donde la obstinación del Mal atranca con cerrojos de modernidad y no deja pasar Bien alguno.
Así, la Historia de la Humanidad necesita que vuelvan a decirle, como aquel Poeta…
-“Mira con cuánto amor llamar porfía”-.
La tarea apresura. Habrá que destrabar hoy mismo la puerta sin dejar para mañana.
Abrirle al que se acerca al corazón, sin afán mayor que abrazar y perdonar.
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