jueves, 14 de abril de 2016

Símbolo de amor, protección e inculturación

La tilma de San Juan Diego

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Francisco Morales González
3º de Filosofía

La Virgen de Guadalupe nos habla en náhuatl, y un signo tangible de ello es que quiso quedarse impregnada en una tilma (fibra vegetal de agave, tipo palma, que se llama izotl), en la que se contempla a una noble doncella mestiza, con manos juntas; vestida con túnica rosada, adornos florales y un manto azul-verde con 46 estrellas; posada sobre la Luna y con el Sol resplandeciente a su espalda, que dirige hacia nosotros sus ojos misericordiosos.

Muchos significados
La tilma, para el indígena, es símbolo de su persona, pues en la cultura náhuatl se les envolvía a los niños en su ceremonia “bautismal” para consagrarlos a los dioses. Era también un instrumento de protección ante las adversidades del clima; una herramienta para transportar los productos al hogar; un indicativo socio-cultural de la persona; en el rito del matrimonio, por ejemplo, se anudaba el huipil de la mujer con la tilma del hombre para simbolizar la unión de sus vidas.
Santa María de Guadalupe hace una alianza de amor en uno de los símbolos más valiosos para el indígena, incultura el Evangelio y se convierte en un lazo de unión entre la Cultura náhuatl y el Cristianismo; es decir, asocia su vida a la del pueblo azteca -quienes eran considerados como los hijos del sol- para traernos al verdadero Sol, que nace de lo Alto: Jesucristo.

Para ayer y para hoy
El mensaje de María es cristocéntrico y actual, toda vez que no fue sólo para nuestros antepasados, sino que es vigente ahora más que nunca. En estos tiempos de confusión y de muerte, cuando el hombre está perdiendo su dignidad de persona, viene a recordarnos que Ella es la Madre de la Familia y de la Vida.
María de Guadalupe, hace casi cinco siglos, vino a terminar con los sacrificios humanos de los aztecas para entregarnos al único y eterno Sacrificio que es su Hijo, que nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre. Pero ahora, otra vez nuestra Nación le ha abierto la puerta a los nuevos sacrificios humanos, que hoy en día se llaman aborto, eugenesia, eutanasia, suicidios, secuestros, homicidios, etc. Ella es la Mujer del Apocalipsis vestida de Sol, con estrellas en su manto y la Luna bajo sus pies, que ya no quiere más muertes, sino que busquemos al dador de la Vida.
No olvidemos las palabras del Papa Benedicto XIV en 1754, cuando exclamó: “¡No hizo cosa igual con ninguna otra Nación!”, refiriéndose a la Virgen de Guadalupe estampada en la tilma de Juan Diego, asimismo, todos los Papas que a lo largo de la Historia han manifestado su amor y cariño a la Estrella de la Evangelización en América.
En su reciente viaje apostólico, el Santo Padre Francisco peregrinó ante esta sagrada imagen para renovar nuestra consagración a la Madre de Dios, y pidió, por su mediación, todas las Gracias que necesitamos para nuestro México y para el mundo.
La Inmaculada Virgen María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive, es la portadora de la Luz, nuestra protección, nuestro consuelo, nuestra Madre, y lo más importante, nuestra intercesora ante nuestro Señor Jesucristo, que nos ha unido como Nación y como hijos de un mismo Padre.

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