lunes, 25 de abril de 2016

22 de abril y la memoria de un pueblo

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Dr. Jorge Enrique Rocha Quintero

Hace 24 años, la Ciudad de Guadalajara fue escenario de una de las peores tragedias del México contemporáneo: el 22 de abril de 1992 explotaron 14 kilómetros de varias calles del Sector Reforma que, de acuerdo con cifras oficiales, dejaron 210 personas muertas, más de mil personas heridas y 126 manzanas de casas afectadas. Este hecho, que por muchos años generó denuncias públicas, investigaciones periodísticas y litigios para exigir reparación del daño, a casi un cuarto de siglo, nos deja por lo menos tres enseñanzas para todos los que habitamos este Estado y, por supuesto esta urbe.
La primera enseñanza es que, frente a las grandes desgracias sociales como la que sucedió aquel miércoles de Pascua, la respuesta más efectiva por parte de la Sociedad es la solidaridad. Luego de que ocurrieron estos lamentables hechos, muchas personas de Jalisco y del país se volcaron en distintos tipos de ayuda para los damnificados que habían perdido a familiares, que habían quedado lesionados de por vida o que ya no tenían una casa dónde vivir.
En aquel momento, muchas personas fueron a colaborar en el rescate de víctimas de entre los escombros; mandaron todo tipo de víveres; recibieron en sus hogares a personas sin casa; algunos más denunciaron públicamente las causas que originaron la tragedia, y otras más exigieron justicia. Después del 22 de abril, numerosos jaliscienses se dieron cuenta de que la solidaridad y la organización son dos pilares de la transformación social y que son acciones fundamentales para soñar y construir un mundo distinto.
La segunda enseñanza es que la lucha contra la impunidad en México es un asunto nodal y estratégico para lograr cambios sustanciales en el sistema político mexicano. Después de 24 años, las versiones oficiales, las investigaciones sobre lo que aconteció aquel día y los días previos, y el deslinde de responsabilidades, todo resultó poco verosímil e insuficiente. Es cierto que hubo personas que fueron sentenciadas y otras fueron castigadas “políticamente”, pero hasta ahora no hay una explicación convincente sobre la presencia de hidrocarburos en los drenajes del Sector Reforma.
Como otros casos en nuestra Nación, aquellas explosiones pasaron a engrosar la lista de los grandes asuntos impunes en México, que incluyen los asesinatos del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta; la masacre de Acteal en Chiapas o los 43 desaparecidos de la Normal del Ayotzinapa. Los mejores acercamientos a la realidad, en todos estos sucesos, son aproximaciones periodísticas que logran señalar circunstancias y responsables de estos hechos. Cada 22 de abril es una nueva oportunidad para exigir que la impunidad sistemática sea erradicada en nuestro país y que el mantenimiento de ésta le resultará cada vez más costoso a la clase política nacional y local.
La tercera enseñanza que nos deja este acontecimiento, a más de 20 años de ocurrido, es que una de las virtudes más necesarias en una comunidad y en un pueblo es la memoria colectiva. Recordar este tipo de eventos, sus enseñanzas y las repercusiones que tuvo en el tiempo, es parte de la vida de una Sociedad que es menester preservar para aprender, para evitar que sucesos así vuelvan a presentarse y para vigilar que no se estén gestando nuevas condiciones para que una situación similar vuelva a aparecer.
Mientras las fechas son relativamente cercanas, los que presenciaron el hecho lo recuerdan de una u otra forma; sin embargo, cuando se extienden las generaciones de quienes ya no fueron testigos presenciales, es indispensable generar estrategias para conmemorar y fortalecer la memoria colectiva. Si tomamos los datos del INEGI sobre la población de Jalisco, observamos que de los 7 millones 300 mil jaliscienses que habitan la Entidad, al menos cuatro millones tenían menos de cinco años o no habían nacido cuando acaecieron las explosiones del 22 de abril de 1992. Es decir, más de la mitad de los jaliscienses no fue testigo presencial y, por lo tanto, resulta imprescindible realizar ejercicios de memoria colectiva para que no perdamos los aprendizajes que nos dejó esta deplorable hecatombe.
Por lo pronto, una buena manera de retomar esos aprendizajes es mostrando solidaridad con nuestros hermanos de Ecuador que fueron víctimas de un fuerte sismo el pasado fin de semana.

Correo electrónico:
jerqmex@hotmail.com

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