jueves, 5 de mayo de 2016

10 de Mayo, fecha sin competencia

10 de Mayo, Día de la Madre
Las mamás, el centro de la familia

Aunque parece que la celebración del Día de las Madres es sólo una estrategia comercial que incita al consumismo, su origen es histórico y tiene un sentido totalmente diferente.

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Dulce Natalia Romero Cruz

Se considera que los festejos por el día de las mamás comenzaron en la antigua Grecia, en honor a Rea, la madre de Zeus, Poseidón y Hades. En la Roma antigua, se rendía a Cibeles, diosa de la Madre Tierra y símbolo de fertilidad. En algunos países cristianos se honraba a la Virgen María, celebrando el Día de La Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. En esta fecha se sigue agasajando a las mamás en países como Panamá.
Sin embargo, el origen de la actual celebración se remonta al Siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida. Y se consideraba un domingo al año, o “Domingo de la Madre” para los empleados, y ese día se lo podían tomar libre para que fueran a visitar a sus madres, y hasta se les permitía hornear un pastel para llevarlo como regalo.
En Estados Unidos de Norteamérica, la primera celebración pública fue en 1872, en Boston, por iniciativa de la Escritora Julia Ward Howe (creadora del Himno a la República), quien convocó a una manifestación pacífica a todas las madres de familia que resultaron víctimas de la guerra. Pero esta tradición volvió a ser recordada en la Primavera de 1907, al Oeste de Virginia, cuando se reinstauró con nueva fuerza el festejo en Estados Unidos, y se fijó el segundo domingo del mes de mayo como el Día de la Madre y tuvo lugar un día 10, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países.

Para los cristianos
Mayo está dedicado a María, Madre de Cristo y Madre nuestra. Considerado el “Mes de las flores” por la llegada del buen tiempo, siendo el apogeo de la Primavera. Por eso, en la Edad Media se consagró el “Mes de las flores” a la Virgen María, para rendir culto a las virtudes y bellezas de la Madre de Dios.
La primera noticia clara que se tiene de la consagración del mes de mayo a la Virgen, viene de Alfonso X, “El Sabio”, Rey de España, en el Siglo XIII. Este Monarca-Juglar cantaba en sus “Cantigas de Santa María” los loores de mayo en honor de la Virgen Santísima.
Se acostumbra, en este mes, meditar en los Cuatro Dogmas acerca de la Virgen María:
-Su Inmaculada Concepción: A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María, porque iba a ser la Madre de Cristo.
-Su Maternidad Divina: La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el Hijo de Dios.
-Su Perpetua Virginidad: María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.
-Su Asunción a los Cielos: La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo.

En México, una tradición ancestral
Honrar la maternidad también fue característico de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la Azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que era representada por la Luna.
La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas que, celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al Sol; sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas. Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa, que revela la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.
El más representativo de estos rituales era el celebrado a mediados de la Primavera, en el Cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a la Madre de los Dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa “Nuestra madre venerable”.
Los festejos a la maternidad entre los Aztecas eran de carácter sacro, y había que peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para honrar a Tonantzin.
Tonantzin, como dice la Historiadora Bibiana Dueñas, “era ‘la Madrecita’, y tenía por mayor atributo la vida; ella la daba. De allí su importancia y su fuerza más grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también la guerra y la muerte eran sus atributos”. En las fiestas se le invocaba como “Madre de las Divinidades, de los rostros y los corazones humanos”. Aparecía muchas veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente de blanco; de noche gritaba y pregonaba.
(*Información, tomada de
www.catholic.net, http://ift.tt/24ul5q8, www.encuentra.com).

Madre indígena DIF Jal

Rincón Poético
Cantos hechos poemas a las mamás

La casa maldita
I

Partir es lo mejor; ¿a qué me quedo?…
Yo dejaré estos muros
que las gentes odiaron por obscuros,
y que dan tanto miedo.

Si en la tierra a que voy también se olvida
y retoñan mis males con los años,
será menos dolor. Aquí, en la vida,
olvidan menos duro los extraños.

II
Desde aquel día en que caíste muerta,
no sé qué maldición se entró en tu casa.
¡Oh, qué casa tu casa tan desierta!…
Se pudiera pensar que está sin puerta.
Nadie va, nadie viene, nadie pasa
desde aquel día en que caíste muerta.
Es una rama sola
que jamás ningún pájaro procura.
Es una estrella que empañó una ola.
Tan falta está de luz y tan obscura.

Traspuso aquel umbral la madre muerta
que, noche a noche, por mis sueños pasa,
y se arrancó la puerta,
y se quedó sin luz toda la casa,
la casa abominable, por desierta.
Yo dejaré estos muros.
Vivir proscrito dondequiera puedo.
Yéndome yo, serán menos obscuros
y darán a las gentes menos miedos.

III
¿Arcano o maldición? ¿Cómo se acierta
a saber lo que pasa?…
¿Quién maldijo tu puerta?…
¿Qué anatema cayó sobre tu casa
desde aquel día en que caíste muerta?

Pbro. Alfredo R. Placencia Jáuregui

El retrato de mi madre

Imagen de mi madre, deja, deja
que estampe sobre ti mi labio ardiente;
deja bañar de lágrimas su frente;
oye, si puedes, mi sentida queja.

Y en mis horas de lenta nostalgia,
cuando la angustia el corazón taladre,
veme, háblame, efigie de mi madre,
y mitiga el dolor del alma mía.

Cuando la frente ante el deber inclino
y ya no pueda más, préstame aliento;
dame resignación en el tormento;
guíame en la aridez de mi camino…

Porque siento vivir sin esperanza,
sin otro premio que el martirio duro.
Por eso, al contemplar ¡ay! mi futuro,
infúndele a mi alma la confianza.

Madre, es para mí dulce consuelo
posar mis labios en tu imagen pura:
¡un momento de tregua en mi amargura
y un minuto nomás que gozo el Cielo!

Pbro. Maximino Pozos Hernández

Diez de Mayo

¡Madre!, ¿llegarán al cielo los carteros,
donde moras entre estrellas escondida?
Dime, si no, para enviar con dos luceros
mi plegaria dulce, en ósculos prendida.

¡Madre!, ¿vivirán floridos los senderos
que recorren silenciosas las estrellas?
Dime, y forjarán de allí los jardineros
mil guirnaldas de magnolias perfumadas.

¡Madre!, ¿llegarían al Cielo mis plegarias
inconclusas por la muerte en tu lecho
y rasgadas en tu tumba solitaria,
aumentando más el dolor de mi pecho?

¡Madre!, pero los luceros y la tumba,
los jardineros y las flores, no sienten
las ofrendas de mi canto en la penumbra,
de ilusiones amorosas que se vierten.

¡Madre! cuando no te tengo el Diez de Mayo.
Madre, es plegaria de obsesión tu recuerdo,
que agiganta en mis penas tu dulce rayo,
plegaria de amor, sinfonía de recuerdos.

¡Madre! cuando el Diez de Mayo, no te tengo.

Pbro. Miguel Pérez Velasco

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