jueves, 19 de mayo de 2016

Todo, en el Nombre de La Trinidad Santísima

Escuela de Oración. CLASE 2

“Si alguien me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, vendremos a él, y haremos con él morada” (Jn 14,23).

Trinidad 3

Pbro. Adrián Ramos Ruelas

EN EL NOMBRE DEL PADRE…
De pequeños aprendimos a rezar, ayudados de nuestros padres, especialmente de mamá, a quien recordamos con cariño en este mes de mayo. Ella fue nuestra primera Catequista. Uno de nuestros iniciales rezos o signos fue, sin duda, la Señal de la Cruz. Nuestra madre, sin que lo pudiéramos hacer ni ser conscientes de lo que decíamos, quiso que nos dirigiéramos a Dios con sólo dejarnos hacer la Señal de la Cruz en la boca, en el pecho, y en la frente. Solamente con tomarnos de la mano, decía: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”.

FE TRINITARIA
La oración de un cristiano es trinitaria. Somos conscientes de dirigirnos al Padre Celestial, al que se dirigía el Señor Jesús. La oración del Padre Nuestro nos hace pensar en el Padre amoroso a quien santificamos y reconocemos como Padre común de todos los seres creados. Nos sabemos dirigir, desde luego, al Señor Jesús, ya sea en un Crucifijo a ante una imagen como la del Sagrado Corazón, o ante la presencia eucarística, Jesús Sacramentado. Tenemos más presente la imagen de Jesús, el Verbo Encarnado, a quien aprendimos a tratar como amigo y familiarmente, desde pequeños.
Es al Espíritu Santo a quien los católicos nos dirigimos poco, quizás porque lo tenemos como alguien impersonal, como una fuerza. Y ¡no!; se trata de la Tercera Persona de La Santísima Trinidad, pero para muchos es también “El Gran Desconocido”, como lo decía San Pablo. Busquemos en la oración un trato cada vez más confiado y constante hacia el Divino Consolador, hacia ese Maestro interior que nos conduce a la Verdad plena y nos comparte los dones de sabiduría y entendimiento, entre otros, para profundizar en las cosas de Dios.
Hacer oración a La Trinidad implica, para un buen católico, saberse confiado en los brazos del Padre, amado por Nuestro Señor Jesucristo y sostenido por la Gracia del Espíritu Santo. Es rica nuestra espiritualidad, por ser relacional. Nuestra oración no se dirige a una idea, a una imagen, sino a Personas concretas. María vivió al máximo esta “relacionalidad”: tuvo el privilegio de ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Sagrario del Santo Espíritu. Además, invocando a La Trinidad y dejándole espacio en nuestra mente y en nuestro corazón, jamás estaremos solos.
La Beata Isabel de la Trinidad nos dice qué profundidad podemos alcanzar en nuestra oración con las Tres Personas Divinas, cuando lo tratamos en oración:
“Dios mío, Trinidad a quien adoro… pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi Fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora”.
DOXOLOGÍA
Una manera sencilla de dirigirnos a Dios, que es Uno y Trino a la vez, es con la doxología, esto es, la glorificación de Dios que hacemos a cada una de las Divinas Personas. Lo hacemos antes de iniciar cualquier rezo u oración; lo hacemos al comenzar nuestra Celebración Eucarística, que comienza siempre “En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”, a lo que respondemos nosotros: “Amén”.
Este domingo celebramos en la Liturgia la Solemnidad de La Santísima Trinidad. Disfrutemos nuestra Fe y nuestra oración conociendo y tratando más y mejor a esta Familia Divina.

“¿De quién aprendió Jesús a orar? Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de su Madre y de la tradición judía. Pero su oración brota de una fuente más secreta, puesto que es el Hijo de Dios que, en su humanidad santa, dirige a su Padre la oración filial perfecta” (Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, 541).

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