jueves, 12 de mayo de 2016

Para seguir una Escuela de Oración

Clase 1

Altar Zapopan Estadio

Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, y de María la Madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1,14).

Pbro. Adrián Ramos Ruelas

“Cuando se pasa ante una imagen de la Virgen hay que decir: Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi parte.” San Pío de Pietrelcina.

ORAR CON LA VIRGEN MARÍA
El Libro de los Hechos de los Apóstoles relata la Venida del Espíritu Santo sobre el grupo de los Apóstoles. Se encontraba ya con ellos el nuevo Apóstol Matías. María estaba con la comunidad en espera del Paráclito (nombre griego que se le da al Santo Espíritu, y que significa “Abogado” o “Consolador”).
A muchos se nos puede presentar la dificultad al hacer oración. Si recitamos las primeras preces que aprendimos, como el Ave, María, hacemos ya verdadera oración, aunque tengamos que partir de un rezo memorizado. El secreto está en pronunciar una a una las palabras de esta sencilla y rica oración, que tiene fundamentos bíblicos: Dios te salve, María, llena eres de Gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Estas palabras, hechas oración, son tomadas del saludo del Arcángel Gabriel y el de Isabel, prima de María.

ORACIÓN HUMILDE Y SENCILLA
María, sin saber leer ni escribir, porque no era habitual entre las mujeres de su época en Israel, recitaba de memoria fragmentos de las Escrituras también.
La segunda parte del Ave, María, es una composición posterior, que la Iglesia ha recogido como petición a la Madre de Dios: Santa María, Madre de Dios (y nuestra -los fieles de la Arquidiócesis de Guadalajara tenemos el privilegio de mencionar “y nuestra”), ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

EN ESPERA DEL ESPÍRITU
Una comunidad cristiana se siente estimulada a orar con fervor con la presencia de María, Mujer de oración. Ella vivía de su Fe y expresaba esa Fe en la oración, en la confianza ilimitada que siempre tuvo hacia el Padre y, después de la Resurrección, en la espera de las promesas de su Hijo. Por eso espera, junto con los discípulos de su Hijo, el don del Espíritu Santo, del que Ella estuvo llena cuando el Ángel Gabriel la visitó.
María es la Panagia, término griego que significa “Toda Santa”. Con ello, la Iglesia expresa que María estuvo llena del Espíritu Santo cuando engendró a Jesús en su seno, y cuando visitó a Isabel, su prima, para asistirla en el parto de Juan el Bautista. Por eso conviene dirigir la mirada hacia Ella e invitarla en nuestra oración para que ésta sea más eficaz y alcancemos el favor de la Santísima Trinidad, pues ella es, como decimos en el rezo del Santo Rosario, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Sagrario del Espíritu Santo, y Templo de La Santísima Trinidad.

MAESTRA DE ORACIÓN
¿No tenemos deseo de orar o no sabemos cómo hacerlo? María nos invita a orar en todo tiempo con sencillez y humildad. Con Ella, “se antoja” orar. Recordemos los mexicanos cómo, en el momento de las Apariciones al indio Juan Diego, deseaba que se le construyera un Templo en donde se le pudiera invocar como a Madre que consuela y atiende las súplicas de sus hijos. “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”.
Con sencillos rezos, ante una imagen mariana, con un cirio, con algunas flores de nuestro jardín, podemos aprender a orar junto a María, y con Ella invocar el don del Espíritu Santo. En suma, podemos rezar a María y con María.
El Papa Juan Pablo II nos convida a recitar el Rosario. De manera especial, en este mes de mayo hagamos un obsequio a nuestra Madre. Recitemos pausadamente esta oración impregnando cada palabra con afecto, con amor, como dirigimos también palabras a nuestra mamá.

¿Cómo oraba la Virgen María? La oración de María se caracteriza por su Fe y por la ofrenda generosa de todo su ser a Dios. La Madre de Jesús es también la Nueva Eva, la “Madre de todos los vivientes” (Cf. Gn 3,20): Ella ruega a Jesús, su Hijo, por las necesidades de todos los hombres (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 546).

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