jueves, 19 de mayo de 2016

EDITORIAL

El doble discurso del Presidente

El Primer Mandatario de la Nación, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), anunció, el reciente martes 17 de mayo, que desde el Gobierno promoverá que se reconozca el llamado “matrimonio” gay en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en el Código Civil Federal, de aplicación forzosa en todo el país. Lo afirmó en la Residencia Oficial de Los Pinos ante representantes de distintos grupos que promueven estas uniones. Les dijo lo que querían escuchar.
Vale recordar que el 13 de febrero de 2016, en el Palacio Nacional, cuando Peña Nieto recibió al Papa Francisco, le expresó que “las causas del Papa son, también, las causas de México”, y más adelante, mencionó: “Somos una comunidad que valora a la Familia; una Sociedad solidaria y una Nación forjada en la cultura del esfuerzo. No tengo duda de que el paso de Su Santidad dejará una huella imborrable en los mexicanos”. El Presidente dijo lo que el Papa y los mexicanos católicos querían escuchar.
Pero no son coherentes los dos comentarios, porque el discurso del Papa no coincide, en el tema, con el discurso de Peña Nieto. No es verdad que compartan las mismas causas.
El Sumo Pontífice ha sido claro al señalar que “sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena”, además de alertar sobre los efectos que las drogas provocan en la familia; otro asunto en el que el Titular del Poder Ejecutivo tiene un discurso diferente.
No cabe duda que, en aquel sábado de febrero, delante del Jefe del Estado Vaticano, el Ejecutivo Federal quiso halagarlo con sus palabras. Sus hechos, empero, muestran lo contrario. No se diga ya en temas de educación y salud sexual, además.
Y no es que los argumentos del Vicario de Cristo sean sólo de carácter moral, religioso y espiritual. Su pensamiento tiene un fundamento común a la Humanidad, al señalar que “nadie puede pensar que debilitar a la familia, como sociedad natural fundada en el matrimonio, es algo que favorece a la Sociedad”, según advirtió en su Exhortación Post-sinodal sobre la Familia “Amoris laetitia (La alegría del amor)”, de reciente publicación.
Francisco afirma que “ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos”. Y puntualiza en ese texto que “ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad”. Se ha perdido, pues, la naturaleza del concepto matrimonial, sólo para que no nos juzguen de intolerantes.
Obviamente, el Patriarca Universal de la Iglesia no es ajeno a la realidad, ya que “debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad; pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, no pueden equipararse, sin más, al matrimonio”, afirma.
Tales uniones, de hecho o de deseo, pueden cumplir sus expectativas con otro nombre, sin ser excluyentes ni discriminatorias.
Frente a semejantes anuncios dados a conocer por el Ejecutivo Federal que, bajo la apariencia de manifestar compromiso con la construcción de un México que reconoce en la diversidad, los Obispos de México externan la postura de la Iglesia, señalando que “es necesario estudiar a fondo todas las consecuencias que conllevan” las propuestas de Peña Nieto, e invitan a que todas las voces sean “escuchadas con seriedad y espíritu de diálogo constructivo, en pleno respeto a las Instituciones”.
Está claro que toda persona, independientemente de su orientación sexual, ha de ser respetada en su dignidad, evitando todo signo de discriminación injusta y cualquier forma de agresión y violencia (Cfr. “La alegría del amor”, 250); pero otro asunto es la contradicción que implica, incluso literalmente, su asignación como “matrimonio”. Si hubiera un mutuo respeto, se utilizaría un concepto acorde a la pretensión dignamente jurídica de los homosexuales, y no el de matrimonio. Así de simple, y por respeto a todos.

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